8m en murcia y cartagena (Fotos: LA ROCA)
8m en murcia y cartagena (Fotos: LA ROCA)
8m en murcia y cartagena (Fotos: LA ROCA)
Después de una pandemia con más de 100.000 muertos, de una guerra mundial en ciernes y de dos años de Podemos en Igualdad, las manifestaciones del 8M ha vuelto a celebrarse.
Muchas cosas han cambiado desde aquella última marea en la que, según palabras de Carmen Calvo, a medio millón de manifestantes se les pudo ir (literalmente) "la vida en la defensa de la igualdad". Otras cosas, sin embargo, se mantienen.
Este 8M no ha acaparado, como antaño, portadas de periódicos: el espacio se ha reservado para Ucrania y para el rey emérito. Lejos quedan los esfuerzos gubernamentales en los inicios de la covid por enfocar la atención sobre este evento. Tal vez no se haya querido tentar al diablo y recordar pasadas "cortinas de humo" y sus efectos nefastos. Quizás, se ha pensado que mejor que las mujeres estemos en el seguimiento mediático de la guerra de Ucrania que en el de la guerra del feminismo.
Este año, en la marcha oficial de Madrid, no ha habido rastro de Calvo, ni de Laya, ni de Calviño ni de Celaá en la cabecera de la manifestación (recuerden la cohorte de los guantes morados). En su lugar, una discreta delegación socialista, encabezada por Lastra y adornada con la "primera dama" detrás de un letrero "PSOE feminista". Vaya: para cumplir con el protocolo y ya.
Montero, Belarra y Rodríquez, de Podemos, han captado todo el protagonismo detrás de una pancarta con el eslogan "Feminismo para cambiarlo". Todo un torpedo para quienes Calvo denomina "las feministas de verdad".
No en vano, las históricas del PSOE han secundado la 'manifa' alternativa del "feminismo abolicionista". Sienten que el Ministerio de Igualdad no representa a las mujeres. Y en eso tienen razón. Porque, quienes ostentan la cartera de Igualdad han diluido, con la identidad de género de su ley Trans, muchas reivindicaciones. La paradoja es que hoy, las que se desgañitaron por mantener el apellido "de género" en leyes icónicas han tenido que volver a señalar el sexo biológico como condición elemental de ulterior discriminación. Quién lo diría.
En positivo, en esta ocasión no se ha acosado, que se sepa, a manifestantes por su color político. Cabría pensar que, por fin, se ha entendido que este evento debe ser abierto a todas: lo dudo. Me inclino por ver que, lamentablemente, muchas mujeres nos hemos decidido directamente a no secundarlo: ni nos vemos bailando El violador eres tú ni coreando el himno de Bandini patrocinado por Montero.
Una pena porque, aunque muchas cosas han cambiado, otras siguen igual.
Un sondeo de Sigma Dos para El Mundo apunta que más de la mitad de la población (sin distinción de sexo) seguimos percibiendo como grandes, e incluso muy grandes, las desigualdades, especialmente en el ámbito de la remuneración en el trabajo y del reparto de tareas domésticas.
Cinco de cada 10 consultados considera que las mujeres cobran menos que los hombres cuando realizan los mismos trabajos. Un 47% de encuestados afirma que no hay, entre sexos, un reparto equitativo de obligaciones cotidianas.
Pese al tropel de disposiciones civiles, administrativas y penales y al volumen de dinero público que se destina para conseguir la igualdad real, el 60% de la población cree que la desigualdad de género se ha reducido pero un 30% de ciudadanos piensa que sigue igual. Y esto es grave.
Hay problemas reales en cuya solución los españoles (y las españolas) estamos invirtiendo muchos esfuerzos y dinero (como la violencia machista, la brecha salarial o la erradicación de estereotipos) para tener una sociedad más justa. Poner todas las medidas existentes en marcha, y evaluar la eficacia y la eficiencia de las políticas públicas, es una obligación moral y legal del Gobierno. Es de eso, y no de otras cuestiones, de lo que el Ministerio de Igualdad se debería de ocupar.
Recuerdo con nostalgia aquella movilización masiva que sumó a mujeres de todo tipo en 2019. Este año, con una afluencia diez veces menor que antaño, la marcha del 8M ha sido politizada, deslucida, dividida y, por tanto, ajena a muchas de nosotras. El 8M de ha pinchado
Decía la ministra que "hay una agenda compartida de la mujer".
Es verdad. Sigue habiendo mucho que mejorar. Seguimos, además, teniendo otros problemas reales que, con los efectos de la pandemia y de la guerra, se van a acrecentar y van a tener impacto de género. Me viene a la cabeza la subida descontrolada de los precios, entre otros.
Pero también es verdad, y no lo olvide, que dos tercios de nosotras, como pone de manifiesto el sondeo citado, reprobamos el trabajo de Montero al frente del Ministerio Igualdad. En eso estamos la mayoría de acuerdo. La ministra no nos ha representado y este año ha podido comprobarlo.