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un estudio pone la mirada en "El otro punk"

Punk y feminismo: una alianza que busca su encaje entre las nuevas generaciones

11/02/2024 - 

MURCIA. Cuando hablamos de punk, no solo lo hacemos de un estilo musical, sino más bien de una filosofía de vida basada en el inconformismo y la desobediencia civil. El punk, como bien explica la artista Silvia Martínez Cano, es "un discurso de crisis" que se traduce en un estilo de vida contractual donde la experimentación y la construcción identitaria son el centro de la existencia. "Es un estilo contestatario con letras combativas centradas muchas veces en el enemigo represor (sociedad, policía, estructura familiar..) y que intenta explicar la vida de otra manera." Por eso, su doctrina ha permeado en otros ambientes y estilos. Así, se puede hacer música más cercana al pop y tener igualmente un espíritu punk. Pero, más allá de esto, ¿ha podido el punk trascender a otros contextos culturales y llevar su inconformismo más allá?

En El otro punk: alianzas gamberras entre feminismo y punk -ensayo que forma parte del nº44 de la revista Asparkía de la Universidad Jaime I-, Silvia Martínez se pregunta si este espíritu ha influido de alguna manera en bandas que, no definidas como punk, se mantienen fieles a un estilo más alternativo y subversivo donde el feminismo tiene un papel importante. Y es que, ciertamente, ambos movimientos tienen mucho en común. 

"El feminismo también pretende romper con una serie de normas establecidas, ambos movimientos comparten el rechazo a todo tipo de poder, reglas, valores y razones y quieren 'deshacerse' de lo anterior a través del juego, la ironía y la fiesta. Por eso quería hacer un análisis de las alianzas que el feminismo ha trazado con la cultura punk para ocupar otros espacios marginales pero vanguardistas. Del mismo modo quería ver si el punk está presente en esta transgresión", señala la profesional. 

Tres casos de estudio

Pérez ha centrado, para ello, su estudio en tres grupos musicales totalmente diferentes que concentran en su propuesta actitudes y contenidos cercanos a la cultura punk. Estos son Los Punsetes, una banda mixta, con veinte años de trayectoria, en la que la mujer destaca como solista y su sonido mezcla el indie, pop, rock y el punk; Ginebras, una agrupación de trayectoria reciente, compuesta íntegramente por mujeres que se decanta por el pop y garage rock; y Pantocrator, una banda de corto recorrido y mixta, con dos mujeres y dos hombres, pero liderada por ellas, que suena más a power pop y garage.

Para Ginebras, sus letras son "especialmente feministas" en cuanto a su comprensión de los estereotipos femeninos y la ruptura de los mismos. También manifiestan algunas reivindicaciones LGTB y se han manifestado públicamente como un grupo de lesbianas o de "heterogeneidad" sexual. Pantocrator no se reconoce con ninguna tendencia o movimiento feminista, pero sí asume en sus letras un "feminismo de base" que es, según explican a Martínez, el estilo que ellas adoptan en su vida personal. Y, por su parte, Los Punsetes no reconocen en su producción ningún elemento que se pueda aproximar a los rasgos feministas, pero sí "al humanismo". 

Como sea, en los tres grupos está presente el interés de crear letras desde lo cotidiano. "El desinterés hacia las temáticas clásicas del amor y otras más comerciales se manifiesta en los tres grupos. Su forma de tratar esos temas es alternativa: desde la rabia ('No te p**o pilles' o 'El misterio de las básicas' de Pantocrator), el absurdo ('Me gusta que me pegues' de Los Punsetes) o la ironía ('Todas mis ex tienen novio' de Ginebras)".

En cuanto a la parte más performática, la profesional destaca "los gestos, la libertad y la desinhibición de ciertos comportamientos de corrección política pensados desde los estereotipos de género que sí están implícitos en las formas y las letras de Ginebras y Pantocrator". Mientras que Los Punsetes no se reconocen en una acción performática subversiva, aunque reconocen que es posible que, comparados con otros grupos, "la percepción de los oyentes lleve a pensar que hay un componente contracultural en sus letras", ya que sí que existe "cierta crítica social", como reflejan temas como 'España corazones'.

Más normalizado en las nuevas bandas

En resumen, en todos los grupos existen esas ganas de moverse en lo "políticamente no correcto", pero la influencia del feminismo es mayor y se identifica con más facilidad en grupos jóvenes. 

"En el caso de Ginebras y Pantocrator, la combinación de feminismo y punk confiere a la música un carácter reivindicativo y contracultural que visibiliza las desigualdades por razón de género y aporta otras actitudes, valores y relaciones feministas en los círculos musicales en los que desarrollan su producción. Esto puede ser debido a una conciencia mayor de los significados sociales de la igualdad feminista y a un deseo de buscar un espacio y un equilibrio de hombres y mujeres en el mercado musical", explica en su artículo la profesional. 

"En bandas de más recorrido, el feminismo tiene más dificultad para ser comprendido y vivido, pero en generaciones de grupos que están ahora emergiendo se presenta como algo más cotidiano, sobre todo cuando en el grupo hay mujeres. Lo que hay que ver igualmente es si todo esto ayuda a cambiar el panorama de la música", añade Martínez, quien reconoce que no tiene tan claro, si más allá de las letras de las canciones, los imaginarios de las formaciones están también cambiando. 

"Falta saber si la mujer canta y está de 'florero', o si toca instrumentos y es la líder. Estos cambios en la imaginería de los grupos también son interesantes de abordar. Creo que el feminismo va modificando todo esto despacio y con mucho esfuerzo", apunta a este diario.

Lo que es evidente, como plasma su ensayo, es que estamos ante un momento "muy efervescente" y en muchas de estas bandas con filosofía punk, la conciencia de igualdad es real. "La lógica contracultural punk, su capacidad de moverse sin problemas entre el absurdo, la ironía y la crítica, ha acomodado su convivencia con valores reivindicativos del feminismo". Sin embargo, no se observa una identificación consciente con un activismo político o feminista, sino que se trata más bien de "unas alianzas gamberras".

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