CARTAGENA. Uno habla con Malú y percibe a una mujer en paz. Durante años libró una batalla consigo misma para no perder el sitio en un mundo, el musical, más complicado para la mujer. "No quería perder mi credibilidad", admite en esta entrevista. Con más fuerza que nunca, pasa por Murcia en esta gira de Mil batallas con una sensación de realización personal que le había costado encontrar antes. Los cuatro años de parón por su lesión y la pandemia le han ayudado a encontrar la armonía entre la artista y la persona.
Casi cuatro años sin pisar los escenarios, con nuevo disco (Mil batallas) que sacaste el año pasado. ¿Cómo estás?
Bastante emocionada. Nunca había estado tanto sin subirme a un escenario. Tenía muchas emociones encontradas, nervios…Más emoción que nervios esta vez. Inseguridad, ganas…Un batiburrillo de cosas. El arranque ha sido muy emocionante. Sigo con la sensación de realizada, de estar bien, de volver a nadar en mi agua. Como cuando sueltas a un pececillo en el mar.
Me imagino también la tranquilidad de que ha salido todo bien. Aunque se haya ensayado todo mil veces, recuerdo que en Operación Triunfo fue Bisbal a la final y, de repente, se rompe la mesa de sonido. Algo que es imposible de prever.
La televisión tiene algo que, si te pasa algo en directo, es muy difícil resolverlo y que nadie se entere. En los conciertos, todavía, puedes mantener la magia de que pasen cosas y, si no son muy bestias, evitar que se note. Siempre pasa algo. Mi labor ahí es continuar y que nadie se entere.
En el primer concierto de la gira, en Madrid, salió todo super bien. Hubo cosas, que solo sabemos nosotros porque lo hemos creado, y es así, pero salió todo muy bien. La apuesta era muy grande porque era volver después de tanto tiempo a un recinto muy grande (Wizink Center), donde hay que hacer muchas cosas. Daba un poco de vértigo. Salió precioso y estamos muy emocionados. Seguimos la gira con un enchufe de adrenalina tremendo. Como cuando a los coches les sale fuego del tubo de escape (risas).
Te he leído en entrevistas previas de la gira y el disco que, a raíz de la lesión que tienes en 2018, descubres que no estabas disfrutando. ¿Por qué nos cuesta tanto darnos cuenta que no estamos disfrutando y necesitamos parar?
Al final estás metido en una vorágine, en un círculo vicioso. Como un ratón sin jaula que está dando vueltas a la rueda. Y no te paras a mirar a tu alrededor y decir: "Estoy sin jaula, voy a ver que pasa por ahí". No sucede eso, tú simplemente estás ahí dando vueltas. Yo hacía, y hago, lo que me gusta y me hace feliz, que es subirme a un escenario. No había fallo en eso. Lo que sucede es que yo nunca hubiera tomado la decisión de parar para tomarme un tiempo. No sentía que tuviera esa necesidad. Me doy cuenta de que tenía esa necesidad cuando la vida me obliga a parar. Pienso: "Con la de cosas maravillosas que hemos hecho, por supuesto que he disfrutado, pero en un 60% las he padecido". Porque todo lo que sucedía detrás del escenario, cualquier fallo, cualquier mínimo error, me destrozaba. Era una exigencia, un nivel de perfeccionismo muy enfermizo.
No te das cuenta de estar metido en esa vorágine. Por eso no eres capaz de parar y decir 'stop'. Te das cuenta después. En mi caso, cuando la vida me para de golpe y, entonces, pienso que mi vida la quiero encarar de otra manera. Retomamos esta gira como fieras. Es como haber dejado de respirar en todo es tiempo, por decirlo de alguna forma.
No sé si alguna vez te preguntabas, ¿por qué no soy feliz si todo está en su sitio?
Yo sí era feliz. Hacía lo que quería hacer. No es que no fuera feliz y todo estuviera bien a la vez. Estaba bien y hacía lo que estaba acostumbrada a hacer. Por eso estaba bien. Sabía que montar un show tenía una serie de consecuencias en mí. Estaba todo como tatuado. Formaba parte de lo que yo hacía. Llevaba muchos años sin hacer un parón.
En realidad, no me sentía infeliz. Mi conclusión no es que no fuera feliz, sino que me estaba haciendo daño a mí misma enfocando y asumiendo las cosas de esa forma. La única manera que me obligó a darme cuenta de esto fue que la vida me parara, me obligara a estar en casa y convivir conmigo misma. Entonces empiezas a pensar en aquel concierto o el otro y dices: "¡Qué bonito fue y lo mal que lo pasé". Te das cuenta de que lo has pasado mal todo el rato. No lo estaba disfrutando. No sabía disfrutarlo. Sabía crear un espectáculo, hacerlo, pero no lo sabía disfrutar.
Hablas de que llevas en una vorágine sin parar desde los 16 años. A nivel musical, ¿cómo se va formando uno sin tener tiempo casi para parar?
Vas tratando de avanzar. Y eso también crea mucho estrés. Tienes que ir creando cosas nuevas en tiempo récord. Cuando es algo tan creativo, tan emocional y pasional, es complicado hacerlo. Al final vas acumulando estrés, que luego no te permite disfrutar cuando estás ejecutando esa parte creativa que has creado previamente. Ahí es donde está el verdadero problema. Venía sacando giras y yo pensaba "¡Es qué ya no sé que hacer nuevo!". Veníamos de giras muy seguidas. Al final lo conseguíamos. Pero para hacerlo y conseguirlo necesitaba el 100% de mi mente, de mi cuerpo y de todo. No tienes tiempo real para darte cuenta de nada. Solo sabes que lo tienes que hacer, que lo vas a hacer y que lo quieres hacer. Y que quieres que sea mejor que el show anterior. Esa exigencia es destructiva para cualquier ser humano.
Además, ir asimilando todo lo que te está pasando. No es que saques una canción que escucha una poca gente, la siguiente canción se escucha un poco más y así sucesivamente. Sales al mundo musical con un tema compuesto por Alejandro Sanz que se convierte en un éxito rotundo. No sé si también con la sensación de tener que coger esa ola de éxito porque quizá no vuelva.
Quizá la percepción desde fuera si sea esa, pero es más que soy mujer, en un país bastante machista, salvando las distancias con otros. La historia lo demuestra, porque son muy pocas las mujeres de la música que han podido alcanzar un lugar de éxito y mantenerse en ese sitio. Las mujeres siempre partimos con una credibilidad muy baja y con esa flechita de caducidad en la frente.
No era el hecho de pensar: "Me tengo que mantener en esta ola". Mi sensación fue: "Tengo que seguir aquí y trabajando a muerte para no perder credibilidad". Que era lo que se pretendía y se esperaba desde que empiezo. Simplemente por los títulos. Yo estaba titulada. La 'sobrina de', la 'hija de', la 'amiga de'. Después venía mi nombre. Eso fue desde que empiezo. Hasta muchos años después, no vi un Malú sola. Ya vienes con eso, con esos 'apellidos'. Encima eres mujer, joven…Tienes todas las leyes penales para tomarte unas vacaciones (risas). Ha sido mucho trabajo, no para caer de esa ola que comentábamos, porque hay discos que funcionan mejor que otros y como artista tienes momentos mejores y peores, sino que la verdadera lucha era contra algo mucho más grande. Ser mujer, joven y quedarte. Y que te creyeran, que creyeran en lo que hacías. Para mí, eso era mucho más difícil.
Tu gran batalla ha sido esa.
Sí, la verdad que sí. Es de esas cosas que más orgullo me han reportado. ¿He invertido más de 20 años de mi vida sólo para eso? Sí. Y te lo digo desde ya. Si me preguntas, ¿qué otras cosas has hecho en tu vida? Te diría que nada. Por eso han sido tan maravillosos estos cuatro años desde que paro. Empezaron siendo muy duros, y luego brutales. Cuando descubro que tengo a alguien escondido en un sitio que solo salía cuando llegaba a casa y cerraba la puerta. Ahora la llevo conmigo a todas partes. Eso da mucha paz.
Tu voz siempre se ha movido entre el susurro, de tener esa capacidad de cantar hablando, hasta el torrente de voz que también eres capaz de mostrar. ¿Tú carácter es también un poco así? He leído en alguna entrevista que has dicho que tienes carácter fuerte.
Tenemos una forma de ver el carácter fuerte como algo malo. En vez de preguntar si tienes mal humor, preguntamos si tienes un carácter fuerte. Si no tienes un carácter fuerte, difícilmente vas a poder manejar a un equipo de 60 personas. Todos debemos tener carácter. El carácter es quizá lo más importante que puede tener un ser humano. El carácter no es malo. Es, simplemente, tener personalidad o perseverancia, contundencia a la hora de crear, hacer las cosas e ir a por ellas.
Yo soy una persona que tengo los dos lados. Por una parte soy alguien muy pequeñito y vulnerable, y a la vez soy muy fuerte y echada para adelante. Si algo me da mucho miedo, me enfrento a ello y voy a por ello. Me tiro de cabeza y digo: "Miedo, tú y yo nos vamos a pelear ahora" (risas). Eso quizá si se refleja en mi voz, en mi forma de cantar, de interpretar o de sentir la música.
Si te fijas, todo tiene que ver con lo que te estaba contando anteriormente. Con esa niña que dejo encerrada en casa cuando tengo 16 años, tengo que salir a trabajar y ponerme 27 muros delante de mí para poder hacer entrevistas, cuando me muero de la vergüenza, o ponerme a cantar delante de 20.000 personas. Vas creando esos muros, esas pantallas. Cuando me encuentro 4 años sola con la que se queda en casa al cerrar la puerta. Eso fue brutal. Fue ser yo, absolutamente yo, la pequeñita, la vulnerable, la miedosa…Hasta que tengo que volver a salir. Ahí siento que necesito a Malú, que vuelva. Cuando me doy cuenta, la persona y el personaje público estaban unidas. Una cosa tiene que ver con la otra. No es carácter, es simplemente una personalidad que se ha ido formando en la vida.
Has colaborado con compositores de generaciones muy diferentes a la tuya. ¿Cómo se logra crear un tema que os cuadre a los dos teniendo experiencias vitales tan distintas?
Esa es la magia de la música. La música no tiene edad ni generaciones. Tiene un solo saber, que es la belleza, la emoción. Da igual con quién te sientes a hacer música. La edad no es un problema. Tienes que sentarte con alguien que te aporte, eso por descontado. Al final, todos tenemos algo que ayuda al otro. Mi forma de aportar puede que sea más romántica, más clásica, y esta nueva generación me aporta como se vive ahora y me ayuda a entender la nueva realidad para yo poder contarlo.
Es la magia de la música, esa unión independientemente de que edad tengas. Escuchas una canción de hace 70 años y esa canción te sigue emocionando. A mi hija le he puesto música que ni yo he conocido en su momento. Y le encanta.
Has comentado en otras entrevistas el momento actual de la música. En tu caso, has vivido todas las crisis de la industria musical de los últimos años. ¿Cómo te ves en este momento actual? Muchos artistas comentan que tienen cierta ansiedad de tener que seguir sacando temas constantemente.
Ahora mismo hay millones de formas de hacer música. Yo soy más de disco, que es una forma y un concepto. No es ni bueno ni malo, es diferente. Ahora mismo hay una forma de hacer música que es más al día, más a canciones, a single, porque se consume así. Y luego estamos los que somos más de hacer un viaje entero, de 10 o 12 canciones, que empiece en una y acabes en otra. Son formas diferentes.
El revuelo que hemos sentido los que llevamos la fórmula del disco ha sido más una sensación de complejo. De pensar: "Si no me subo a esto, ¿qué voy a hacer?". Ahí es donde cometíamos el error. Nosotros no sabemos hacer eso, sabemos durante un tiempo y en alguna ocasión. Nuestra forma de trabajar es encerrarnos, trabajar en el disco que nos va la vida en ello y luego sacarlo. ¿Qué se valora más o menos? Ya se verá. Pero realmente es lo que sabemos hacer.
La nueva generación lo hace de otra forma. Y es igual de maravilloso. Con el anterior disco si sentía esa presión, ese complejo de tener que estar a la altura. Y con este disco quise hacer lo que siempre he hecho. Terminarlo, cerrarlo y respirar siendo feliz. Lo que pasé después ya se verá.