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Laura Ferrero: "La literatura es una gran conversación"

22/04/2023 - 

MURCIA. En la inmensidad del espacio exterior, cabe todo lo que no está en la tierra, en nuestro día a día. Incluso aquellas ausencias que son difíciles de reconocer. Laura Ferrero plantea esta sencilla metáfora como aparato literario en Los astronautas, una novela de ficción que tiene una chispa autobiográfica: la necesidad de hablar de su familia, desestabilizada por el divorcio de sus padres en la década de los 80. Ferrero atiende las preguntas de Plaza.

- Hay un momento del libro en el que planteas las diferentes formas de cómo se nombran los personajes, en qué terminos y cómo dependen de con quién hablan. ¡Qué potencia semántica tiene un nombre!
- Sobre todo para los que escribimos. Esas maneras son como declinaciones. Dicen que si no nombras, no existe. El nombre que nos damos está muy vinculado a cómo nos entendemos en el mundo. También a veces a los nombres les atribuimos posibilidades mágicas, como si pudieras cambiar si te cambias el nombre. Yo creo que aquí se habla mucho, ya no sólo de estos nombres que cambian, dependiendo de las situaciones, sino de los propios nombres que nos damos a nosotros. La niña que es Kuki, después la adolescente que es Amanda, una narradora que nunca se nombra…  Esta nuestro nombre de nacimiento y los que nos vamos poniendo. 

En toda esa infancia que se describe aquí, recuerdo mucho la incertidumbre, el no saber qué nombre utilizar. Si no sabes el nombre, no sabes a qué realidad te estás refiriendo. Para mí todo es el caldo de cultivo de la novela.

- ¿Has sido muy cuidadosa con las palabras por el hecho de meterte por primera vez en algo autobiográfico?
- Mucho más, aunque lo puramente autobiográfico tan solo es el hecho de que empiece por una foto. La novela está contada desde la ficción, desde este artilugio de la conquista del espacio. Es verdad que yo nunca había dado una versión previa a leer, por ejemplo, a mi madre, y en esta ocasión he ido pactando omisiones y silencios. Por primera vez he dicho “esto no lo puedo contar, me tengo que buscar algo que se parezca”, así que para mí ha sido un ejercicio literario muy interesante en el sentido de que me ha obligado a buscarme la vida porque no tenía la posibilidad de contar la realidad tal como yo hubiera deseado contarla.  

- ¿Y eso cómo acaba funcionando de cara al lector o a la lectora? La dimensión personal en tu proceso de escritura que se transparenta en el texto, ¿qué significa para el lector? ¿Es un juego, es para engrandecer un poco la puerta de la empatía hacia ti como escritora?
- Yo te puedo contar lo que a mí me sugiere. A mí me gustan las novelas y los textos que permiten entrar al lector. Que en los libros haya pocas certezas y más bien muchas preguntas.

Entonces, cuando tú te estás acercando a contar la soledad de tus padres, pero lo haces desde la figura de dos astronautas que nunca terminaron de llegar a la Tierra, para mí es mucho más sugerente que la literalidad de la soledad.

Yo he utilizado este artilugio porque no me quedaba otra. Mi idea al principio era hacer una investigación. Pero al final he estado tanto tiempo pensando en esta historia, que he entrado por otra puerta y a mí me ha resultado como mucho más enriquecedora.

- Cuentas que la novela ha estado en un cajón y ha salido varias veces. ¿Cómo ha ido evolucionando? 
- Las novelas y los libros tienen un momento para escribirse. A veces es demasiado pronto y después es demasiado tarde y la historia, de alguna manera, caduca. Esta novela la empecé a hacer hace cinco años y el tono no era el mismo porque yo en esos momentos estaba enfadada. Cuando intentas escribir una historia como esta sabes que es porque te falta información y porque necesitas justificar ciertas cosas. El objetivo era entender, pero desde otro punto. Ha pasado el tiempo y creo que esta novela está escrita desde el amor y desde la necesidad de comprensión.

Lo primero que escribí fue el primer capítulo, porque mi idea era hacer esa investigación, pero todo era mucho más crudo. Había más mala baba, que es una cosa que te sale al principio, y es normal, pero se va destilando con el tiempo. Yo ahora lo leo y lo siento más yo. Creo que no se puede escribir un libro desde el enfado, porque luego ese libro caduca o te caduca a ti. 

- Precisamente es un libro que está escrito con muchos formatos diferentes: hay capítulos que son una cita, otros que cuentan la historia de los astronautas… ¿Era esta diversidad una manera de alejarse de lo más visceral?
- En esta novela no había una estructura preconcebida. Normalmente cuando tienes en mente una novela, ya sabes cuál es la historia, pero yo nunca supe cómo iba a terminar porque está muy pegada a la realidad. A veces pienso que más que una novela es casi una exposición artística. Hay una cita, después un cuento, después una reflexión… Para mí es como una constelación de textos que para mí son necesarios para entender una historia, pero que en realidad no responden a lo que típicamente entendemos por novela. 

- La novela podría pensarse que sobre una paternidad ausente, pero también habla de la maternidad, y las de una paternidad y una maternidad suplantada.
- Habla de que no existe la verdad, pero sí que existe la mentira. En el relato que todos tenemos de nuestra infancia, tenemos claro quién era tu padre, quién era tu madre… Es una novela sobre la incertidumbre.

También sobre todas estas separaciones de los 80, cuando no había referentes y no sabíamos cómo relacionarnos con lo que nos ocurría porque no les había ocurrido a otros. Para mí lo que es interesante es que, de alguna manera, empieza a hablar de estas ausencias de los padres, y termina preguntándose después por la presencia.

- Claro. Y un padre ausente en una estructura familiar tradicional en los 80 de alguna manera trastoca todo: cómo te relacionas con tus hermanos, cómo te relacionas con esas nuevas parejas de tu padre o de tu madre…
- La historia de un padre ausente en este caso es la historia de la falta de herramientas emocionales típica en la época y que muchas veces sigue siendo típica aún. Al final, el padre ausente forma parte de una cosmovisión, de una manera de relacionarse, de los vínculos de una propia familia. 

- ¿Qué ha quedado de esos divorcios de los 80 en 2023? 
- Pues afortunadamente no mucho, yo creo que si algo hemos aprendido es a separarnos.  Ahora mismo creo que hemos entendido que una cosa es una separación y otra son esas personas que quedan en medio de esta, que son los niños, a los que se les tiene que dar información y se les tiene que dar un apego seguro. Sigue habiendo malos rollos (los va a haber siempre), pero creo que la tendencia es mucho más positiva. 

- ¿Y cómo marca ese contraste entre el ahora y el antes la manera en la que has escrito la historia? 
- A mí me ha gustado mucho hacer esta reflexión desde el ahora porque comparas. Además, tengo a varios conocidos y amigos que somos hijos de ese momento y claro, entonces no podíamos hablar porque no teníamos la referencia de otras posibilidades. Ahora mismo que muchos también se han separado y lo estamos viendo, lo podemos comparar y me he sentido satisfecha al escribir, sentir que realmente ha habido un cambio.

- ¿Y de qué manera condiciona tu escritura el contexto de este boom de novelas que generan este debate sobre la familia?
- Nunca me planteo cuál es el lenguaje que utilizo. Me resulta muy difícil pensar en si condiciona o no el lenguaje porque nunca me cuestiono demasiado el estilo. Sí que siento que el hecho de que ahora mismo la familia sea un tema que se ha abordado en distintos lugares  nos sirve a los escritores, porque la literatura es una gran conversación. Cuando leo a Eider Rodríguez o a Sara Mesa, siento que se han abierto cauces nuevos y hay una nueva mirada, muchas veces femenina, sobre un tema que la mayor parte de las veces se ha abordado desde un punto de vista masculino.

- La protagonista dibuja a su padre como un astronauta. Y en esa referencia continua al espacio, hay un reflejo de esa voluntad de una contra el mundo, de intentar expandir las posibilidades de lo que está ocurriendo en la realidad.
- Sí, al final es la voluntad de contar su mundo de una manera distinta. Esta niña no tiene un padre en casa, y cuando en su entorno le preguntan donde está su padre, podría decir “mira es que mi padre pasa de mí” o podría decir “mi padre es astronauta”. Es una manera de adueñarse del relato, que de hecho, es lo que hacemos los escritores: decir “la realidad es esta, pero yo tengo las palabras o puedo hacer un dibujo que es una puerta de entrada a un mundo de la fantasía”, que de alguna manera te permite no contar la verdad. 

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