MURCIA (EP). Una investigación de la Universidad de Glasgow (Reino Unido) ha descubierto que tener niveles bajos de conexiones sociales objetivas -como no ver a amigos y familiares con frecuencia- o sentimientos subjetivos de falta de conexión social -como la sensación de no poder confiar en alguien cercano o sentirse solo con frecuencia- aumentan el riesgo de morir, además carecer de ambos tipos de conexión social juntos incrementa aún más ese riesgo.
En la actualidad, se sabe que niveles insuficientes de distintos tipos de conexión social, como sentirse solo o no ver a amigos y familiares con frecuencia, se asocia con el riesgo de muerte prematura. Este nuevo estudio, dirigido por la Universidad de Glasgow y publicado en 'BMC Medicine', ha descubierto que carecer de múltiples formas de conexión social aumenta aún más el riesgo de morir prematuramente.
La investigación -que analizó a 458.146 personas con una edad media de 57 años- también ha descubierto que quienes viven solos, que además carecen de otros marcadores de conexión social, como tener un contacto poco frecuente con amigos y familiares o no participar en actividades regulares de grupo, pueden tener un riesgo de muerte especialmente alto.
Además, el estudio sugiere que los efectos de ciertos marcadores extremos de desconexión social, como las personas que viven solas y tampoco ven nunca a sus amigos y familiares, pueden ser lo bastante fuertes como para enmascarar los beneficios de tener algunas conexiones sociales positivas, como participar en actividades de grupo con regularidad.
"Nuestro estudio analiza varias dimensiones de la conexión social y ha descubierto que la combinación de distintas dimensiones podría afectar al riesgo de muerte prematura más de lo que se pensaba. Esto significa que, a la hora de abordar problemas como la soledad y el aislamiento social, debemos evaluar estas distintas dimensiones tanto por separado como combinadas si queremos identificar y apoyar a los más aislados de la sociedad", ha señalado el investigador clínico de la Escuela de Salud y Bienestar de la Universidad de Glasgow, Hamish Foster.