SAN PEDRO. San Pedro del Pinatar es y ha sido un lugar lleno de vida. Con unas tierras asombrosamente medicinales, sus famosos lodos fueron foco de atracción a lo largo de los tiempos. Es el caso de Emilio Castelar, presidente de la I República, que, debido a una infección pulmonar, le recomiendan que se alejara de las urbes por su insalubridad y se acercara a sitios donde su inhalación fuera lo más pura posible, como es el caso de San Pedro. De ahí que el arquitecto Pedro Celdrán proyectara y construyera un palacete conocido comúnmente como La Casa del Reloj, de la que se decía que cuando éste se estropeaba algún alma se llevaba consigo.
La leyenda de la ciudad siempre ha estado presente desde el mismo momento de su fundación, que podemos situar en el siglo XVII con la construcción de una pequeña iglesia que los pescadores dedicarían a San Pedro Apóstol en el mismo lugar en donde existía una pequeña ermita. Un lugar que, precisamente por la existencia de esta ermita, era utilizado como camposanto y de ahí los restos del cementerio que aparecieron en 2019 cuando se realizaron obras de mejora y peatonalización en la actual Plaza de la Constitución.
Entre las historias más conocidas hemos de destacar la leyenda de la princesa rusa, donde encontramos dos personajes relacionados con la historia de la ciudad. Por un lado, el Barón de Benifayó, D. Julio Falcó d’Adda, nacido en Milán, quien tuvo sus discrepancias con Amadeo de Saboya y fue relegado a la zona de la laguna en las Islas Volcánicas (a las que daría nombre: La Mayor, La Perdiguera, La Redonda, La de Ciervo y la del Sujeto). Allí el barón construyó un palacio donde -se dice- solía realizar fiestas multitudinarias. De otro lado, una chica rusa, Natacha Seslavin, cuya familia pasaba por inclemencias económicas y que tuvo que aceptar el matrimonio de conveniencia y nunca encontró el amor. Se dice que el barón, cansado de estar con ella, ordenó acabar con su vida y fue enterrada en las mismas orillas en donde solía pasear desnuda a la luz de la luna.
Desde entonces son numerosos los testimonios de pescadores que aseguran haber visto a una mujer blanca, una especie de ser de luz pasear en la misma zona en donde se supone que se encuentra enterrada el cuerpo de esta princesa rusa.
A la muerte del barón de Benifayó, la isla fue heredada por su hijo Julio Falcó García, quien la vendería a Álvaro Falcó, conde de Romanones, a principios del siglo XX y éste la legaría a sus actuales sucesores. En el año 1878 hizo construir un palacete con sus almenas y torreones, a semejanza de un castillo, rodeado de un hermoso parque, donde convivieron en sus últimos años de vida el matrimonio cuyo destino era la desdicha y la muerte.
Este edificio de estilo neomudéjar, proyectado por el arquitecto Lorenzo Álvarez Capra, es una réplica del construido en la Isla del Barón así como del pabellón de España en la Exposición Universal de Sevilla en 1873 y actualmente es el Museo Municipal del Municipio. Un lugar donde podemos encontrar etnografía, arqueología, modernismo y una colección de más de 300 juguetes antiguos. Y desde el 1 de agosto hasta el 30 de septiembre una muestra en la Sala de Exposiciones Temporales sobre una selección de piezas del Museo Egipcio de Barcelona.
Tutankamon, imágenes de un tesoro bajo el desierto es el nombre de la exposición y en palabras de Marcos David Gracia Antolinos, director del Museo del Barón de Benifayó, "La vinculación y fascinación con Egipto en la localidad se remonta a 2002 con la primera exposición realizada conjuntamente con el Museo Egipcio de Barcelona. Prueba del éxito de esta fueron los miles de visitantes que pasaron por el Casino Cultural de la localidad. En esta ocasión, llega actualizada y con nuevos objetos que darán una alternativa de ocio y cultura a la zona en época estival".
Si ya de por si la calidad de la muestra sería más que suficiente para visitarla, no debemos dejar de ver "la máscara de 27x53 centímetros del periodo ptolemaico, seguido de la tapa de sarcófago de 1,92 metros x 54 centímetros", destacaba Antolinos.
