Álvaro Gago estrena con éxito de crítica esta historia esperanzada sobre el empuje vital de una trabajadora en precario en las Rías Baixas
MURCIA. El audiovisual patrio está viviendo en los últimos años una tendencia que podríamos llamar de versión extendida. Un grupo creciente de directores amplía sus cortometrajes galardonados al formato largo respetando el título original de la pieza breve de la que parten. Después de alzarse con los Goyas al mejor corto de ficción por Madre (2018), Cerdita (2019) y A la cara (2021), sus autores respectivos, Rodrigo Sorogoyen, Carlota Pereda y Javier Marco, decidieron desarrollar sus tramas. Los dos primeros, ya estrenados con resultados notables, mientras que el director alicantino está trabajando para que se convierta en su segunda película.
El último en sumarse ha sido Álvaro Gago, que tras alzarse con el Gran Premio del Jurado en Sundance en 2018 con Matria, acaba de foguear su versión escalada en la sección Panorama de la Berlinale. Su protagonista, inspirada en la cuidadora del abuelo del realizador, es una heroína de la vida cotidiana.
“Matria se inspira en la vida de Francisca Iglesias, que cuidó a mi abuelo durante los últimos años de su vida y con la que mantengo una íntima amistad. Una mujer con una vida compleja a la que nunca se le permitió mostrarse tal como es. En la casa de mi abuelo no encontró el hogar perfecto, pero sí un lugar donde ya no sentía la necesidad de protegerse. El formato corto nos obligó a enfocarnos en solo algunos aspectos de su vida y dejar a un lado un universo rico y convulso, que es en el que decidí seguir profundizando en mi primer largometraje”, argumenta el director debutante.
En el último plano del corto, su personaje está sentado en la escaleras del pabellón, viendo jugar a su hija al baloncesto. En ese momento, Gago tuvo conciencia nítida de que quería sacarla de allí. “Por justicia poética, tenía que darle razones para vivir, permitirle explorar su libertad. Ese fue el motor de esta película”, comparte el realizador debutante durante el festival de cine alemán.
Esta vez, el personaje principal está interpretado por una prodigiosa María Vázquez, “que lleva el personaje a otras cotas”, en palabras del director, y Francisca Iglesias hace un cameo como la propietaria del bar que frecuenta. El elenco de la película se completa con actores naturales de las Rías Baixas.
La intención de Gago ha sido traer el mito del matriarcado gallego al centro del debate. “Históricamente, en esta comunidad se ha considerado a la mujer una persona enérgica que se echa la casa cuestas y tiene influencia tanto a nivel político como social y familiar. En la construcción de ese paradigma ha tenido que ver la presunción de trabajar fuera de casa tienen cierto prestigio y poder, pero la realidad es que es un sistema muy castrante y patriarcal. Y eso es lo que buscamos desmontar y romper”, expone el cineasta.
María Vázquez había destacado en papeles secundarios de producciones como Mataharis (Icíar Bollaín, 2007), Quien a hierro mata (2019) del valenciano Paco Plaza, y recientemente, en dos capítulos de la serie de Movistar Plus+, Apagón. Matria es el papel protagonista que la eleva como firma candidata a los próximos Goya. Gago le permitió libertad para improvisar tanto en palabras como en movimientos. “Cartier-Bresson decía que toda la reflexión ha de venir antes: en el momento de filmar tiene que desaparecer y dar paso a la intuición. Así que en algunos momentos fui espectador de algo maravilloso que estaba sucediendo delante de mis ojos. De hecho, a María le di muy pocas marcas, y le pedí a la directora de fotografía, Lucía C. Pan, que la siguiera de manera reactiva”, revela Gago, que asegura que uno de sus valores es saber rodearse de profesionales con talento.
En esta versión panorámica, que llegará a los cines el próximo 24 de marzo, la protagonista continúa atrapada en una existencia de sacrificios, es una madre coraje gallega llamada Ramona que sobrevive con dos trabajos mal pagados, encajados en un agotador día a día como las piezas de un Tetris. Las groserías y los piropos que recibe en su entorno de trabajo, los lidia con retranca; las borracheras continuas de su pareja, con actitud esquiva; y la emancipación de su hija adolescente, con amargura. En suma, no dispone de un segundo en su ajetreada, físicamente demoledora existencia para pensar en sí misma.
“En su viaje de toma de conciencia hay una épica muy grande, porque es muy difícil romper con todo a la mediana edad. En la película, ella asume una posición activa e inicia un proceso de revolución personal”, avanza el director.
De hecho, en su fumar en serie, su pasear nervioso y su pronto, Ramona transmite que no es una mujer pasiva que acepte la maraña de reglas impuestas por la tradición. Cuando su empleador en una empresa de limpieza industrial trata de obligar a todo su equipo a volver a un salario mínimo después de ocho años de servicio, la protagonista decide que ya ha tenido suficiente. Aquí comienza la búsqueda de un nuevo trabajo, que pronto se convertirá en un acicate para cambiar su vida.
“Era importante llevar esta historia a la pantalla porque necesitamos que personas como Ramona den un paso al frente. Es a través de historias como la suya que tenemos que mirarnos al espejo y replantearnos nuestra realidad más inmediata. En Matria conviven el peso de la realidad y la influencia del mito, el carácter de una región y la universalidad de su naturaleza, la historia personal de una mujer y la historia de todo un territorio.
Cabe destacar que a diferencia de la palabra patria, matria no aparece en el diccionario de la RAE. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, reivindicó su uso el año pasado aludiendo que el término hace referencia a “algo que cuida, que trata por igual a todas las partes. Que le da territorialmente más al que es más desigual, que le da menos al que hay que darle menos".