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el periodista publica 'la caja azul'

José Antonio Ponseti: "Cuando acabé la novela sentí que había hecho volver a mi abuelo a casa"

José Antonio Ponseti
16/11/2022 - 

MURCIA. El paradigma de una novela histórica que avanza con secretos familiares podría ser que no empezara como una novela. Es decir, que los hechos hayan sucedido en la realidad y luego se lleven al libro. Como una especie de crónica personal que se decide compartir con el mundo. Así es precisamente como se gestó La caja azul (ed. Suma), la segunda novela del periodista barcelonés José Antonio Ponseti, que teje la trama con una realidad familiar. Poco antes de morir, la madre de Ponseti le entregó una caja azul (de ahí el nombre del libro) donde reposaba lo que hasta el momento había sido un secreto de familia: la búsqueda de Antonio, el abuelo del periodista. Una historia que su nieto se ha lanzado a contar ahora, años después, por la sacudida emocional que supone y que, promete, no ha sido fácil de gestionar. Con esta publicación, Ponseti visitará Alicante para hablar sobre memoria histórica y la reconstrucción del pasado.

- El miércoles estarás en el Teatre Arniches, junto con Berna González Harbour, hablando sobre memoria histórica. Precisamente, tu segunda novela, 'La caja azul', está basada en hechos reales. ¿A ti te interesaba mantener esos hechos lo más reales posibles o te has permitido ficcionar algo más la historia?

- No me gustaría hablar de porcentajes, pero te diría que hay un 80 % de realidad y un 20 % de ficción, aproximadamente. A lo mejor un 70 % - 30 %. He conservado mucha parte real y he ficcionado donde yo no podía llegar, también porque me interesaba que fluyera la historia, que el lector se sintiera atrapado. La batalla del Ebro, por ejemplo, es totalmente real, porque quien conduce esa historia es directamente mi abuelo a través de sus cartas. Hay ficción en los diálogos, porque yo ahí no estaba, no puedo saberlo, por más que haya buscado y haya hecho el trabajo de campo tan fuerte que he hecho.

- No hay que olvidar que es una novela, si no sería algo más tirando hacia el documental...

- O un biopic mío. La vida de mi familia. Y no quería hacer eso; yo siempre pensé en novela.

- Además, en este caso tu historia ya parece una novela. O sea, normalmente las novelas históricas de secretos familiares las ves como eso, novelas, historias ficticias. Pero en tu familia pasó de verdad. O sea, primero fue el hecho y luego tú has escrito sobre ello. ¿Te ha costado dar el paso de plasmar esa realidad en un libro?

- Mucho. Mi intención era investigar y pasárselo a la familia. Pero en el camino me he encontrado a mucha gente que se ha acercado a mí, que me ha reconocido en los archivos de Ávila, Salamanca, Guadalajara, Cataluña... La gente se quedaba sorprendida de que un tipo como yo pudiera estar metido en la búsqueda de un abuelo. Les chocaba, porque me imagino que no me veían en ese perfil si también me escuchaban en SER Aventureros o en Carrusel deportivo. Esta búsqueda no deja de ser el cumplir con una promesa que le hice a mi madre.

- ¿Crees entonces que, como decías, al ser tú una persona más reconocible, esta historia va a tener mayor trascendencia?

- No lo sé, pero soy consciente de que a mucha gente le ha ayudado que alguien como yo esté en ese camino. Se han sentido un poco arropados, porque son muchos muchos, pero muchos, los nietos, bisnietos y familia en general que buscan a los suyos. Ya no hablamos solo de los muertos en las cunetas, de rojos y fascistas... Esta es una historia de una persona normal a la que le tocó en un bando porque estaba ahí y le mandaron a la guerra. Después de 84 años ya era tiempo de regresar, de volver a casa. Eso es lo que he querido plasmar y donde la gente se siente arropada, ver cómo sus familiares no pertenecían a nada ni tenían nada que ver, pero les tocó y desaparecieron en combate.

- Respondías antes que sí te costó plasmar esta historia en una novela. A la hora de escribir, ¿te ha sido difícil hacerlo? ¿Ha sido como volver a experimentar ciertas heridas o consideras que ya estaban maduras, ya estaban superadas, y por eso has podido dar forma a la novela?

Ponseti: "Lo que es alucinante es que 84 años después de la guerra civil estemos removiendo el pasado porque nadie ha hecho ese trabajo antes".


- Me costó bastante. La novela arranca con la muerte de mi madre y, aunque han pasado más de 20 años, volver a ese punto que para mí emocionalmente fue muy fuerte porque al poco también murió mi padre, trasladarlo al papel en el arranque, fue complicado emocionalmente. No de escritura, porque escribía muchísimo. Pero terminaba de escribir cada noche y me hinchaba un panzón a llorar. También recuperar a mi abuelo, que yo no lo conocía, ni a gran parte de las tejedoras de memoria, que es como llamo a mi abuela, a mi bisabuela, a tía Teresa y a mi madre, que fueron las cuatro mujeres que durante todos esos años fueron guardando la información en la caja azul.

Mi abuelo tenía 32 años y desde abril hasta julio de 1938 su vida fue un infierno: perdió a su hijo de tres años por un mal diagnóstico médico -el hermano de mi madre-, lo mandaron al frente seis meses después de esta muerte, desapareció en combate, mi abuela se quedó sola con mi madre y embarazada de otro hijo en el final de la guerra y toda la posguerra... La caja azul es una caja de dolor y silencio. Yo tardé en abrirla porque tenía claro que la historia de esa caja no podía terminar bien. Yo sabía poquísimo de mi abuelo y cuando había preguntado alguna vez, pensaba que cuando fuera mayor ya me contarían. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué me he perdido este capítulo? ¿Por qué me he perdido a una persona tan absolutamente maravillosa? Porque cuando empecé a rascar, descubrí a un tipazo, a alguien alucinante. A él y a mi abuela les quitaron esta partida; es como si les hubieran dicho "esta vida ya no, ya la has perdido, te toca la siguiente".

- Cuesta escuchar este relato. No me imagino vivirlo y contarlo...

- Es difícil tener que transmitirlo en un libro, con la angustia de que lo último que quisiera es que la gente escuchara esto como si fuera una historia ñoña. Pero nada más lejos de la realidad. Mi abuelo era un tipo positivo y tremendamente activo. Él era el que mandaba las cartas desde el frente animando a mi familia.

- Con esta reapertura del pasado y este remover de emociones, ¿qué sentiste cuando acabaste la novela?

- Tuve sentimientos encontrados, pero todos en positivo. Me dio la sensación de que hice volver a mi abuelo a casa, que lo saqué de donde lo hayan dejado olvidado. También que había cerrado un capítulo con esa promesa a mi madre. Estoy seguro de que ella estaría fascinada por todo lo que hice, estoy seguro de que -como cuento en el libro- ella me ha susurrado por las noches para ponérmelo un poco más fácil, pero que estaría contenta. Este capítulo había que dejarlo hecho.

- Llama la atención cómo, casi 90 años después de la guerra civil, todavía siguen existiendo estos relatos, cómo casi un siglo después el conflicto y todas sus secuelas perduran. ¿Eres más de la opinión de no remover el pasado o de no olvidarlo para no repetir errores?

- Lo que es alucinante es que 84 años después estemos removiendo el pasado porque nadie haya hecho ese trabajo antes. Me han preguntado varias veces si he sentido odio escribiendo este libro. No lo he sentido. Pero entiendo, después de lo que he ido descubriendo, que la gente que todavía queda viva y que vivió muy de cerca esto, odie, porque se llevaron su vida entera. La guerra civil nunca se ha cerrado. Nos aferramos al mundo de rojos y fachas, de unos y otros, y no nos damos cuenta de que en mitad de esos extremos también hay miles que lucharon porque no les quedó otra. Que también habrá quien haya luchado estando convencido de que eso era lo mejor que podía hacer. Me he encontrado a mucha más gente buscando a desaparecidos del bando republicano, pero también a gente buscando a personas del otro bando.

Por eso nunca se ha cerrado. Porque siguen esos silencios. La caja azul es mi caja, pero en familias y casas en España debe de haber cajas de todos los colores con todo tipo de documentos guardados. O ni cajas, las deben de tener en paquetes. Y todo eso está lleno de dolor, por un lado, y de pena, tristeza y silencio, por otro. El silencio fue, para muchas familias, un arma de defensa, porque no contar nada en esos tiempos probablemente te salvaba la vida.

-Por cierto, repites con la misma editorial que en 'Vuelo 19', tu primera novela. ¿Qué tal es trabajar con Suma?

- Brutal. No solo tengo editorial, sino también editor, Gonzalo Albert y sin él no habría hecho esto. Con la carga tan fuerte de sentimientos que me arrastraban, hay un momento que le dije que no sabía si iba a ser capaz por lo que me estaba doliendo. Así que me recomendó parar de escribir e irme cuatro días sin pensar en el libro. Así lo hice, desaparecí unos días y luego lo retomé.

- Suena a que querrás publicar tercera novela con ellos cuando la haya. Si es que no has pensado ya en algo...

- Te juro que estoy recuperándome emocionalmente de 'La caja azul' y todavía no he pensado nada nuevo.

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