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SILLÓN OREJERO

'Historias de la puta mili', un tebeo que parecerá ciencia ficción a las nuevas generaciones

Periódicamente se escuchan cantos de sirena sobre el retorno del servicio militar obligatorio. En Francia es constante, Letonia se está planteando reintroducirlo gradualmente, Noruega, Austria, Chipre, Grecia, Finlandia siguen con él, en Suecia volvió en 2017... En España se le dio carpetazo en los noventa con cientos de casos de suicidios de reclutas y muertes accidentales perdidos en los archivos. El reflejo de lo que era, si en algún lugar quedó plasmado, fue en el tebeo de Ramón Tosas Fuentes, "Ivá", Historias de la puta mili

25/07/2022 - 

VALENCIA. Empecé a leerle justo cuando se murió, pero en aquellos años, antes de meterme de lleno en El Víbora, las obras de Ramón Tosas Fuantes, alias Ivá, me parecían la expresión más elevada a la que había llegado el cómic. Además, comprando Papus antiguos en El Rastro de Madrid para reunir más obra suya, descubrí a Ja, que me parecía la sofisticación máxima dentro de lo mismo. Aunque si tuviera que mostrar debilidad absoluta por un representante de esta escuela, sería Calvo, pero esa es otra historia.

Creo que fue duro golpe para El Jueves su muerte, porque dos años después de su desaparición moriría también Perich. Si de algo se quedó huérfana la revista fue del sarcasmo y la ideología realmente ácrata o anarquizante de estos dos grandes dibujantes.

Hasta tal punto llegó mi pasión que un parche que dio la revista de un personaje de Historias de la puta mili barriendo me lo puse en la bomber. Ahora lo veo naif, aunque tenía 15 años, pero en esa época por eso, o por mucho menos, o porque sí, te podían dar una paliza en plena calle los llamados cabezas rapadas, luego skin heads. Todavía no me creo las situaciones de extrema violencia en las que me vi envuelto antes de ser mayor de edad por este auge neonazi, que nunca he agradecido suficiente que menguara, aunque desaparecer nunca ha desaparecido.

No le tengo un odio impenitente a aquellos chavales que me hicieron temer por mi integridad e incluso mi vida en unas cuantas ocasiones. La verdad, a esas edades a cualquiera le pueden meter cualquier cosa en la cabeza. Me podría haber pasado a mí, conocía a más de uno que de repente se había vuelto nazi y se había echado amigos muy chungos y parecía que se habían metido en rollos muy emocionantes. Sin embargo, era completamente imposible. Yo leía a Ivá. Todo ese espectro, desde exaltación nacionalista a no digamos ya la ideología nacionalsocialista, me parecía la mayor bajeza que puede expresar un ser humano. Me lo habían dicho las viñetas y, treinta años después, evidentemente, sigo creyendo que llevaban razón. Cómo te ibas a motivas con gritos de "¡España, España!" si estabas leyendo las hazañas del sargento Arensivia cada semana diciendo lo mismo para justificar sus borracheras, atropellos y sobre todo cutreces.

Durante los ochenta, Ivá creó esa serie que me parece indudable que tuvo mucha influencia en la juventud del momento, como prueba que luego fuese llevada a diferentes proyectos audiovisuales y su obra de teatro reventara allá donde fuera representada. Una historieta, por ejemplo, Los viejo sargentos nunca mueren, mostraba cómo un grupo de reclutas querían meterle un tiro a su chusquero, el mencionado sargento Arensivia, mientras hacían unas maniobras. El viejo truco, aunque al final lo cambiaban por envenenarlo. Darle de beber algo era muy fácil, se bajaba los vasos de Gordons de un trago. El error era que le daban las "pastillas de trempar". Algo curioso, porque todavía no existía la Viagra, pero al final del texto figuraba que era una historia basada en la mili de un tal JR Delgado, que se la había enviado. Como agradecimiento, Ivá le ofrecía "un caraja Magno pagao". 

Generalmente, lo que reflejaba el tebeo era la desgana, abulia y aburrimiento que caracterizaba la mili, sumada a la arbitrariedad en la que podía incurrir el mando. Las historias las podías leer de Ivá o te las podía contar cualquiera que estuviera en el cuartel en ese momento. En este caso, el sargento también destacaba por inútil y bocazas. El entonces Príncipe Felipe apareció varias veces, por supuesto, como enchufado, aunque es igual de patoso que todos los demás. En una ocasión, hubo un póster desplegable del príncipe vestido de soldado y, según reveló el dibujante Óscar, entonces propietario de El Jueves, en el periódico Sant Andreu Express de agosto de 1988, recibieron una carta de la Casa Real para darles las gracias "por lo mucho que le había gustado". En la misma entrevista, el dibujante aseguraba que en su revista no se podía hablar mal de la Monarquía cuando le preguntaban qué era lo único "intocable". Eso también debía gustarle al Príncipe.

En una ocasión, hubo una metahistoria que le sirvió a Ivá para hacer publicidad de la obra de teatro que Ángel Alonso, que iba en el coche cuando tuvo el accidente, llevó a los escenarios. El sargento, al enterarse, entraba en la sala pistola en mano como Tejero al grito de "cagon san peo, cagon san pavo, todol mundo al suelo, cagon to, vivas paña, viva lo militá, viva lo kaki". La entrada asombraba tanto a Ángel Alonso que lo contrataba para actuar.

Aunque, sin duda alguna, una de las historias más impactantes, fue la de Dominus Vobiscum, sobre una borrachera del párroco. También con ginebra, cuando salía de la cantina completamente ebrio, le encontraba una revista porno a los reclutas. Investigando, les encontraba un alijo de hachís, alcohol y más pornografía, y se lo quedaba como donación a la Iglesia. La historia se la había contado al autor Esteva "El cacahuetero". Ivá decía abajo, "tal como me la contó, la cuento". La relación con los lectores en la mili, en el intercambio de anécdotas, trascendía lo que se veía, y se sigue viendo en viñetas. Era una comunicación entre los que estaban pringando y el dibujante, cuya obra les servía como alivio y, a la vez, ellos le daban ideas. No hay que olvidar que Ivá, todo lo que dibujaba, antes lo había vivido o escuchado por el Barrio Chino, prácticamente igual que Gallardo y Mediavilla con Makoki. Todos fueron testigos.

Los asuntos de actualidad también aparecían con frecuencia, especialmente la OTAN, que fue el gran tema cuando arrancó la serie. Aunque lo más relevante era algo mucho más prosaico. El ejército cambió sustancialmente durante los años 80 y 90, pero el servicio militar no lo hizo tanto. Fue una de esas "continuidades" de la dictadura, quizá la más persistente y que afectaba a más población, pues durante muchos años todas las generaciones tenían que pasar por el cuartel, al menos hasta que entró a funcionar la objeción de conciencia. Ivá representó todo aquel esperpento que, a buen seguro, fue superado con creces por la realidad. Situaciones que hemos olvidado, pero que los adolescentes actuales difícilmente podrían creer.

 

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