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el festejo nació en 1851

Historia del Bando de la Huerta: de fiesta local de clase alta a tener 'Interés Turístico Internacional'

10/04/2023 - 

MURCIA. El del Bando de la Huerta es el día grande de las Fiestas de Primavera de Murcia junto con el Entierro de la Sardina. Celebrada en el Martes de Pascua, la jornada es en sí toda una exaltación de las tradiciones huertanas, tan íntimamente ligadas a la historia de la ciudad. La inmensa mayoría de los murcianos se echan a la calle durante todo el día, ataviados con el traje típico local. Pero, ¿cuáles son sus orígenes? Murcia Plaza bucea en la historia de esta fiesta, declarada de Interés Turístico Internacional.

Etapa 1851-1865: sus primeros años

El origen de la fiesta se remonta a 1851, cuando unos jóvenes de clase alta de Murcia que se reunían en la botica de Rubio (que abría sus puertas en la calle Vidrieros en San Antolín) acordaron darle vida al carnaval organizando unos festejos que serían el Entierro de la Sardina y el Bando de la Huerta.

Este grupo estaba compuesto por el cura Miguel Ortega, el boticario Miguel Rubio Arróniz, el médico Juan Antonio Serrano Hernández y el estudiante y panochista Joaquín López, que se vería acompañado en futuros bandos por el ingenio de otros como Pedro Aceña, Juan Esbry y Ricardo López.

El Bando nace como un pretexto para la diversión de gente acomodada, una diversión en la que se caricaturizaban expresiones y costumbres de las gentes humildes de la huerta y donde no se regateaba en exageraciones e incluso burlas sobre el modo de hablar de aquellos que acudían a la ciudad a vender sus productos y realizar compras.

En esta primera etapa el desfile salía de la plaza de toros de San Agustín, en San Andrés; se celebraba por la mañana y estaba ligado al carnaval. Si bien tuvo un buen comienzo, poco a poco fue perdiendo fuerza y desapareció durante un periodo de diez años.

Etapa 1876-1879: un desastre prematuro

Entre 1876 y 1879 se vuelve a recuperar, gracias al empeño del periodista Martínez Tornel quien, tras no poco esfuerzo, consiguió recuperar la colaboración de Joaquín López y de Chacón, entre otros. En esta segunda etapa la burguesía cede algo más de protagonismo a los huertanos que, a su vez, aprovecharon la oportunidad para ironizar sobre las costumbres de la ciudad. A pesar de ello, los pregones panochos de Joaquín López y Juan Porrones continuaron siendo los más populares. 

Esta etapa acabó abruptamente con la Riada de Santa Teresa, que provocó pérdidas terribles en vidas humanas (más de 700 muertos), en ganado (22.000 animales) y la destrucción de cientos de casas que dejaron sin hogar a miles de damnificados. Con semejante desastre gravitando sobre los ánimos y las vidas de todos, el Bando desapareció hasta caer prácticamente en el olvido durante veinte años. 

Etapa 1900-1936: extensión municipal y regional hasta la Guerra Civil

Durante esta etapa el Bando no sólo consigue reaparecer sino que alcanza tal renombre que atraía incluso a gentes de otras localidades considerablemente alejadas como Cieza, Lorca o Cartagena. Fue entonces cuando se desvincularon Bando y Entierro, de la mano de impulsores diferentes, claro está.

Díaz Cassou y Frutos Baeza son los panochistas preferidos del público con unos bandos ingeniosos y de gran comicidad que hacían las delicias de la gente.

El festejo alcanza tal popularidad y prestigio que otras poblaciones comenzaron a importarlo; fue el caso de Cieza (1910-1946); Las Torres de Cotillas (1916); Librilla (1925); Llano de Molina (1931); Molina (1941,1945); Archena (1942); Espinardo (1944); La Alberca (1945), Zeneta...

El perráneo en 1910 era Francisco Munuera, Facorro Rompeta. Pero en 1914 la organización del desfile reposaba sobre los hombros de la Federación Agraria de Levante que decidió como el día ideal para el desfile el Domingo de Resurrección. 

En la década de los años veinte, fallecido Frutos Baeza en 1918, los bandos panochos salían de la pluma de Paco Frutos y los hermanos José y Antonio Zamora, mientras que el pintor murciano Joaquín aportaba el diseño de carrozas. La organización había pasado a las manos del Círculo de Bellas Artes. El desfile salía de la Plaza de Santo Domingo. Entre los sucesivos presidentes de la Comisión en esta etapa, cabe mencionar a Juan Díaz, Juan Almarza y Santiago Martínez

Los años treinta comienzan como una razonable continuación de la década anterior en todos los aspectos del festejo, salvo en su organización, pues entra en escena un personaje que permanecería ligado al Bando hasta 1944: se trata de José Alegría. Consagrados panochistas eran en aquel momento Luís Fernández, Paco Frutos y el propio Alegría. 

Al parecer, hubo un momento en que el desfile degeneró adquiriendo un cierto cariz que se calificó de 'plebeyo y chocarrón', motivo por el que la Comisión se puso manos a la obra para eliminar esos aspectos de fiesta bufa. Aquel año, Joaquín, Garay, Nicolás Martínez y Moreno diseñaron ocho carrozas y aparece por primera vez el periódico anual titulado El Bando de la Huerta bajo la coordinación de Paco Frutos Rodríguez. En la edición siguiente, bajo la presidencia de Lorca Marín, destacaron las soflamas de Luis Fernández y Emilio de los Muebles. La celebración seguía vinculada al Domingo de Resurrección.

Etapa 1939-1944: el Bando en la posguerra

Tras la Guerra Civil, el Bando volvió en 1939, pero en circunstancias muy distintas en septiembre y por la tarde, saliendo el desfile del Jardín de Santa Isabel, acompañado de la Banda de Música de Beniaján. No se celebra en 1940 ni en 1941, pero reaparece en 1942 gracias a los desvelos de José Alegría, quien logró erradicar aquellos aspectos que avergonzaban y molestaban a la huerta. Se volvió a celebrar en Domingo de Resurrección, pero pasaría al Lunes de Pascua en 1943 con la participación de nada menos que de siete carrozas. De nuevo comenzaron a sentirse las colaboraciones de pedanías y de poblaciones próximas como Alcantarilla. 

Las Reinas de la Huerta de este año. Foto: OMEGA

A partir de 1944 la Reina de la Huerta desfiló con carreta propia, correspondiendo semejante honor a la joven Carmen Nicolás, de Javalí Viejo. La Reina de la Huerta fue una novedad, obra de José Alegría. En estos años de posguerra los desfilantes cobraban por hacerlo 150 pesetas y los trajes se traían alquilados de Valencia, labor que correspondía a Manolo Medina Vardón. Y destacaron como panochistas Pedro Barba y Rafael García Velasco.

Etapa 1967- Actualidad: el crecimiento del Bando como fiesta de Interés Internacional

A partir de 1967 el Bando da un giro en positivo, siendo uno de los artífices Francisco Galera del Cerro, creador de las juntas locales de pedanías que darán origen a las Peñas y posteriormente  a la Federación.

Nace un año después la revista anual Bando y, sucesivamente, se van otorgando Panochas de Oro a los mejores bandos, correspondiendo a Diego Ruiz Marín, Antonio Piñero, Francisco Rodríguez, Encarnación Alcaraz', mientras siguen con su buen hacer otros panochistas como Pepe Ros, Nicolás Rex o Emilio Martínez, Paco el Niño, Agustín Sánchez o Vela Urrea. 

Entre tanto veía la luz el nacimiento de la Federación de Peñas, entre finales de 1974 e inicios de 1975. Le seguirán, en cuanto a iniciativas, la aparición de publicaciones periódicas en torno al Bando: Aldaba (1986), El Murmullo de la Cieca (1987), El Panocho (1988), o el Primer Certamen de Habla Murciana (1988).

Foto: MARCIAL GUILLÉN (EFE)

Aldaba, con carácter cuatrimestral, la editaba la Federación, siendo coordinada por José María Martínez Corrental. El Murmullo veía la luz gracias al empuje de la agrupación cultural Almajara, con Diego Ruiz Marín al frente. En cuanto a Panocho, tipo hoja parroquial, anual, estaba escrita por José María Vela

En 1972 nacía, en Los Alcázares, la Semana de la Huerta, como un homenaje a los miles de huertanos que durante dos siglos acudían en romería, con sus carros y su música, a aquellas playas a realizar el novenario del mes de agosto.

Actualmente el Bando de la Huerta es una de las fiestas más populares de Murcia y, junto con el Entierro de la Sardina, es el evento que más espectadores atrae de todas las que se celebran en la ciudad. En 2012 fue declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional. Su contenido, aunque respeta la tradición, se renueva un poco cada año y siempre deja una pequeña reserva a la sorpresa y la originalidad. Y hasta en años tan duros como los de la pandemia, esta fiesta siguió celebrándose.

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