exposición en su museo de murcia

Gaya regresa a Venecia 

10/11/2021 - 

MURCIA. Decía recientemente el nuevo director del Museo Ramón Gaya, Rafael Fuster, que habría que 'exportar' la obra del artista murciano, tanto plástica como escrita, porque en Italia, Francia u Holanda les sorprendería conocer lo que dijo y pintó sobre sus ciudades. Venecia fue una de ellas. Es por ello que, ahora, el Museo Ramón Gaya de Murcia muestra en la sala Velázquez un recorrido a través de la obra del pintor por la ciudad que más le inspiró. Se trata de un total de quince cuadros -diez pertenecen a los fondos del Museo y cinco a colecciones privadas- que ya están expuestos bajo el título La Venecia de Ramón Gaya.

Ramón Gaya visitó la laguna por primera vez el 13 de julio de 1952. Llegaba de México, de un largo exilio alejado de la pintura, y la ciudad italiana le inspiró de tal modo que llega a decir: "Después de Venecia soy otra persona".

El pintor murciano ofrece en su pintura y en sus ensayos una visión de la ciudad inédita, singular, originalísima. "No se trata de una de las visiones más importantes que pueda haber sobre Venecia por parte de un español, sino que se trata de una de las visiones más importantes, a secas, en términos absolutos", dirá Juan Manuel Bonet.

¿Qué le sucede al pintor en Venecia? Allí descubre -o más bien cristaliza una idea que venía fraguándose en él- que la pintura es siempre la misma. No hay más que una, y se sucede ininterrumpidamente como un río "sin esos apartijos que hacen los historiadores". Ramón Gaya sitúa el nacimiento de ese río, el brotar de ese manantial, en Venecia. "Al pintor se le revela ante sus propios ojos, de manera alegórica, el nacimiento de la pintura encarnado en el cuerpo de una mujer saliendo de las aguas de la laguna (una imagen tan icónica y gayesca como la copa). El sentimiento de la pintura, por tanto, vendrá a ser el mismo desde Altamira hasta nuestros días. La pintura única", explican desde el museo.

Así, "en estado de gracia, en un momento de lucidez único nacen páginas y pinturas inspiradísimas", añaden. Tanto es así que Gaya aseguraría: "Decididamente Venecia me produce un estado de embeleso único. Siento aquí una especie de mansedumbre que se asemeja mucho a la felicidad".

Así, desde el Museo, enumeran que en esta muestra: vemos al pintor solo en la ciudad. No sufre compañía. Pinta, escribe y camina sin descanso por ese laberinto de piedra y agua que es Venecia. Lo encontramos saliendo de la Galería de la Academia donde le sorprende la nieve; en el Museo Correr frente a Las Cortesanas de Carpaccio -"ese cuadro que funde el primitivismo y lo moderno en un tiempo único"-; comiendo en una trattoria; observando a la mujer que vende comida para las palomas en san Marcos; o de madrugada topándose con gentes que vuelven a sus casas, "restos de carnaval"; en el café Florián cobijándose de la lluvia y dibujando a las viejas señoras venecianas con "viejos abrigos de piel, joyas antiguas y sombreros reformados"; escuchando las campanas, o el sonido del agua golpear en unos escalones de mármol; asistiendo a un concierto en la Fenice; en la habitación del hotel escribiendo cartas y postales donde cuenta el milagro que está viviendo; viajando en vaporetto; o atravesando la Piazza de noche "con un poco de niebla iluminada por la luna"…

Tras esa primera visita, Ramón gaya volverá incansablemente a la ciudad y cada vez que se marcha de Venecia siente una "terrible angustia como si no fuera a ver más esta ciudad que es para mí como un... ser. Nunca acabo de consolarme de la falta de Venecia".

          

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