MURCIA. Un superagente creado en un laboratorio en los años 50 por los servicios secretos franquistas, el hombre más fuerte del mundo, despierta, tras ser criogenizado en los años 60, en la España de hoy. Y este García, que así se llama el agente resucitado, resulta que es la herramienta idónea para combatir las cloacas del estado que, qué cosas, siguen controladas por los mismos que lo hacían cuando estaba en activo durante la dictadura y que están ahora empeñados en destruir la democracia y volver a otros tiempos indeseables. Todo esto es la premisa del estupendo cómic ¡García!, de Santiago García (guion) y Luis Bustos (dibujo), que se ha convertido en una entretenidísima y más que interesante serie (disponible en HBOMax), creada por Sara Antuña y Carlos de Pando y dirigida por Eugenio Mira.
¡García! triunfa allí donde El vecino, otra adaptación de cómic con superhéroe patrio en forma de serie, obra también de Santiago García, aquí con el ilustrador Pepo Pérez, se quedó a medio gas. No cabe duda de que era una propuesta mucho más costumbrista que ¡García! y no de acción, pero cierta modestia en la producción y falta de empaque visual le restaban efectividad, por más que el retrato de la precariedad de toda una generación fuera preciso. En ¡García!, por el contrario, los valores de producción brillan, hay una apuesta estética ambiciosa que nunca pierde de vista su origen, porque de algún modo sus imágenes consiguen un vínculo claro y fuerte con el cómic. Un vínculo que, conviene aclarar, no tiene que ver con reproducir con fidelidad algunas viñetas o páginas, aunque eso se haga alguna vez con las más icónicas, sino con determinadas formas de montaje, con la angulación, con el encuadre.
¡García! es, a la vez, una serie de superhéroes, un thriller de acción y aventura y una obra política. Y es que, aunque el punto de partida se preste a la ironía, la parodia o la caricatura (un superhombre franquista y un supervillano con capa), o que esté en el límite de lo verosímil, lo cierto es que se lo han tomado todo muy en serio y les ha salido bien. Con sus flaquezas y algunas debilidades, que las tiene, triunfa como entretenimiento. Tiene mucho sentido de la aventura y las escenas de acción son contundentes, efectivas y, a ratos, impresionantes, como todo lo que sucede en el Valle de los Caídos (varias persecuciones y enfrentamientos), un elemento no solo escenográfico, también profundamente simbólico al que se le saca todo el partido fotográfico, narrativo y discursivo.
La parte fantástica con su superhéroe y su laboratorio también funciona porque no se ha contemplado una opción, digamos, cañí o costumbrista. Es decir, no juega a lo cutre, ni apela a la complicidad del espectador cínico que no puede evitar una sonrisa de suficiencia ante la idea de un espía español en el Madrid del desarrollismo. Que no es Mortadelo y Filemón o Anacleto, agente secreto, vaya. Es, más bien, una mezcla de Steve Rogers, el superhéroe noble y puro, y Roberto Alcázar y Pedrín. Por supuesto, aquí sí hay una cierta ironía, que procede del cómic, en el modo en que evoca personajes del pasado y les da una vuelta.
Uno de los aspectos que ayuda a que todo este mundo tenga sentido es la dinámica de la pareja protagonista. No era fácil, especialmente, dotar de credibilidad y de sentido dramático a un García poderoso y profundamente desconcertado ante los cambios que ha sufrido España, pero pragmático ante los hechos; es un personaje que está en el límite. Una cosa es que funcione en el cómic, con los magníficos dibujos y el sentido de la composición de Luis Bustos y otra que, en carne y hueso, no resulte una caricatura involuntaria. Sin embargo, se ha salvado el peligro y el riesgo ha valido la pena. Su intérprete, Francisco Ortiz, y la concepción del personaje, resultan convincentes tanto cuando muestran su hieratismo, la inadecuación del personaje a su entorno y al tiempo en el que vive, como cuando se muestra resolutivo y encuentra su razón de ser y despliega todo su poderío en la acción física ejerciendo como agente.
A García le acompaña Antonia, una joven e inexperta periodista, con carácter y muy decidida, que inicia todo el lío al descubrir el laboratorio; ambos funcionan muy bien juntos y derrochan química y complicidad. Sí cabría objetar que este personaje es, a veces, demasiado expansivo y extrovertido, pero esa Antonia excesiva no tiene que ver con la actriz, Veki Velilla, que cumple sobradamente, sino con la concepción del personaje desde el guion y la dirección. El gran Emilio Gutiérrez Caba les acompaña con un personaje central y, como suele pasar, es un placer verle en escena.
Nos queda la parte política, que no se limita a la premisa que ya hemos contado y a la conjura política que pretende acabar con la democracia, también el ambiente político actual está reflejado en el cómic y, por ende, en la serie. Un partido de ultraderecha que no duda en mentir y conspirar, un partido a la izquierda con un líder carismático al que se intenta callar, y los esfuerzos de los de siempre para evitar gobiernos verdaderamente de izquierdas. No es difícil pensar en algunos nombres concretos viendo la serie, pero especialmente leyendo el cómic. Y en medio de todo eso, las cloacas del estado tienen su punto central, claro, debajo del Valle de los Caídos.
Es muy interesante el modo en que los personajes utilizan esa palabra que en nuestro país ha sido capturada por la derecha: patria. Para los conspiradores, defender la patria supone volver a las esencias franquistas, a la defensa de los valores ultracatólicos y patriarcales, nada que no le oigamos cada día a la carcundia. Pero para García (recordemos: un agente secreto franquista), la patria es el bien común. Él nunca olvida que está al servicio de la sociedad (es esa parte noble y puroa a lo Steve Rogers) y si la sociedad ha cambiado y tiene otros valores, por más que a él le cueste adaptarse a algunos de ellos, entiende que es su deber defenderlos. No me digan que no es bonito esto.
Y no me digan también que no tiene narices que sea un cómic de acción y fantasía (superagentes, supervillanos, supertecnología futurista), el que nos cuente estas cosas que no se están contando, o no todo lo que se debiera, y que son las que explican parte de la realidad política y social que vivimos. ¿Fuerzas reaccionarias antisistema operando en las cloacas del estado desde el franquismo para eliminar derechos y cambiar gobiernos y leyes? ¡Cuánta imaginación! Eso son cosas de tebeo.