MURCIA. Estar viva supone, como premisa básica, habitar un cuerpo. En concreto, el nuestro. Ya solo por constituir nuestro hogar fundamental debería bastar para mantenerlo a salvo de ataques y desprecios, ya vengan de terceros o de malévolos pensamientos propios. ¿Cómo permitir que se ponga en duda el vehículo que nos permite recorrer la existencia, sentir, vibrar, ser radicalmente una misma? Sin embargo, sabemos que nuestros cuerpos son campos de batalla, espacios en los que se desatan las violencias sociales que nos rodean. En el caso de las personas cuyos kilos exceden lo canónico, la escalada bélica se multiplica hasta el infinito. No en vano, los estigmas en torno a la obesidad siguen bien candentes en el imaginario colectivo y todo hijo de vecino se cree con la prerrogativa de opinar sobre michelines y muslos ajenos. El derecho de los cuerpos gordos a existir en plenitud sin tener que pedir perdón por su talla ni ser castigadas socialmente es la bandera que agita desde hace años Camen Godino Megía. Lo hace a través de talleres y conferencias, pero también mediante un surtido de fanzines (o fatzines si queremos hacer un guiño anglosajón) que abordan las implicaciones de menear una anatomía que dinamita la norma.
Educadora social, Godino es una de las responsables del colectivo Stop Gordofobia, que bajo el lema ¡Todos los cuerpos, todas las bellezas! lucha por acabar con las violencias que sufren las anatomías cuyo peso excede los cánones. “Es imprescindible reivindicar otras corporalidades, especialmente en el caso de las mujeres, que hemos crecido con un ideal estético imposible”, sostiene. Sus fanzines pueden comprarse por Internet y en espacios culturales de Valencia (La Rossa, La Batisfera, La Mandrágora, La Repartidora o Terreta Neta). “También lo he cedido a varios colectivos feministas para que recauden fondos con su venta en ferias o actos”, apunta la autora. En la actualidad, se encuentra reeditando sus distintos títulos, que contarán con contenidos ampliados y un nuevo diseño a cargo de Adnaloi Vila, también integrante de Stop Gordofobia.
“Escribo sobre estos temas en distintos medios digitales, pero quería tener mis textos también en un papel. Y poder ir haciéndolo poco a poco, de manera artesanal y a mi ritmo. Un blog requiere una actualización constante para que no se quede muerto, en cambio, los fanzines me permiten plantear un proyecto con un hilo conductor y un inicio y un fin cerrado”, explica Godino, quien se inició en el universo del zine como lectora y finalmente decidió dar el salto a la creación. “Hace unos años empecé a comprarlos e ir a ferias de autoedición y me aficioné al formato. Es una vía muy útil de leer sobre feminismo, racismo o antiespecismo desde diferentes puntos de vista, para conocer perspectivas que escapan de lo hegemónico. Producirlos te permite generar contenido desde otra mirada y con una inversión pequeña. Lo académico está muy bien, pero es importante aportar puntos de vista más cercanos y en primera persona”, sostiene.
Así nació Gordofòbia, una qüestió de pes, que reúne artículos divulgativos sobre la diversidad corporal o la relación entre capitalismo, patriarcado, presión estética y deseo. De hecho, Godino defiende que “el deseo es una construcción basada en unos ideales de belleza y hay que preguntarse por qué consideramos estéticas ciertas anatomías y no otras”. Las ilustraciones que recorren estas páginas llevan la firma de Rocío Godino, su hermana.
En esta ruta por las corporalidades divergentes llegamos a En una altra vida vull ser Beth Ditto, un homenaje a figuras públicas de distintas épocas y geografías o a personajes de ficción a los que Godino considera referentes “o, como mínimo, que me han ayudado o se han hecho cuestionarme asuntos relacionados con la gordura. Hablo, por ejemplo, de la cantante Rosa López, cuyo paso por Operación Triunfo se está volviendo a analizar últimamente como un caso de escarnio público. Pero también del cuento Malena Ballena, que, aunque está dirigido a una audiencia infantil, me parece una lectura muy tierna para personas adultas”, comenta.
En ese sentido, plantea la importancia de contar con representaciones en las pantallas y las revistas que trasciendan la anatomía normativa: “Cuando vi el videoclip de Bomba Estéreo de Soy yo, me emocioné muchísimo: una niña gorda bailando como le da la gana, con total libertad. Puede parecer que es solo una canción, pero pienso en lo acompañada y feliz que me habría sentido si lo hubiese visto de niña. No recuerdo a ninguna actriz gorda cuando era pequeña y si aparecían, su único arco argumental era su peso. Lo mismo ha pasado durante mucho tiempo con los personajes gays. Es esencial que en la esfera pública veamos a gente gorda haciendo cosas, no importa que no sean activistas, pero sí que se muestra que su vida va más allá de su talla, que su existencia no empieza y acaba en la gordura”.
Redonda supone un giro de guion en su trayectoria fanzinera, pues está compuesto por relatos de autoficción y poemas que pivotan sobre el cuerpo y nuestra forma de habitarlo. En breve saldrá a la venta la segunda parte de este fanzine, que tendrá por título Esférica, donde Godino convierte en literatura experiencias vividas desde la gordura. “Todo lo que narro parte de episodios que he me han sucedido y que forman parte del relato común de muchas mujeres gordas que estamos acostumbradas a sufrir en silencio todo tipo de vejaciones por nuestro físico”, expone.
Cierra esta panoplia de papel grapado Sin lorzas no hay feminismo, (también con ilustraciones de Rocío Godino), que realiza un repaso del panorama activista sobre gordofobia en España y de sus antecedentes. “Cuando me empecé a interesar por este tema, me di cuenta de que conocía a algunos colectivos de otros territorios, pero no sabía qué personas estaban abordando estos asuntos a nivel estatal. Así que decidí confeccionar un volumen que recogiera, por una parte, a personas y grupos que están luchando por la visibilidad y dignidad de estos cuerpos no normativos, pero también a artistas que abordan en sus creaciones el peso y la corporalidad, ya sea de forma directa, como Arte Mapache o la ilustradora Paloma Pérez o indirecta, como la cantautora Road Ramos. También hay hueco para el youtuber Miquel Montoro o la actriz Itziar Castro, que han denunciado públicamente la violencia sufrida en distintos ámbitos de su vida debido a su aspecto”.
En los últimos años, los feminismos han logrado abrir el debate público en torno a la presión estética y la hipernormatividad que se exige a las mujeres que ocupan la esfera pública. Se habla de canones imposibles, de cosificación y de dictadura de la imagen, sí, pero en cuanto la conversación vira hacia el sobrepeso, surgen las barreras. Y es que, la gordura sigue instalada como estigma social, pecado a enmendar por la vía de las sentadillas o temor en el horizonte para aquellas que descuidan la báscula. Una maldición de la que huir como sea. ‘Quiérete, pero si eres abundante en carnes, tampoco te quieras tanto’.
¿Por qué en los discursos actuales de la autoaceptación y la belleza plural no acaba de encontrar su sitio el respeto a los cuerpos con sobrepeso? “Siempre se esgrime el argumento de la salud: se asocia la gordura a la enfermedad y se acusa a las personas gordas de no estar sanas. Por esa vía, cuando una mujer gorda se muestra, se atreve a existir en público, se la acusa de estar fomentando la obesidad – señala Godino–. Entonces, ¿si estoy gorda no tengo derecho a hacerme una foto y publicarla en mi Instagram porque significa que estoy romantizando y promoviendo algo insano? Si una mujer delgada sube una foto comiendo una tarta, no pasa nada, pero si lo hago yo, es casi un pecado. Parece que en el bolso tenga que llevar las analíticas para demostrar a todo el mundo que mis parámetros están perfectamente”.
El penúltimo episodio en esta dialéctica de las tallas, las barrigas y los michelines lo protagonizó la modelo y presentadora Adriana Abenia hace unas semanas cuando protestó en sus redes sociales por una campaña publicitaria en la que aparecía una mujer con sobrepeso en bikini. Según ella, efectivamente, el cartel fomentaba la obesidad e inducía a desarrollar malos hábitos alimentarios. Poco importó que la modelo en cuestión fuera una deportista laureada. “Hay casos en los que el peso puede ser un factor de riesgo para la salud, pero no se puede presuponer de forma automática y sin conocer el historial sanitario de esa persona. Lamentablemente, el vínculo entre estar gordo y estar enfermo permanece muy anclado en el imaginario colectivo”, subraya Godino, quien recuerda que a la gordura se le atribuye “todo tipo de cualidades negativas: pereza, dejadez, falta de atractivo físico, gula, incluso se nos acusa de ser menos inteligentes o no tener capacidad de decisión”.
También ahí hace acto de presencia la culpa: “desde un punto de vista muy moralista, se nos acusa de que no nos cuidamos, que somos vagas y, si nos esforzáramos, podríamos cambiar. Pero la gordura puede venir de muchos supuestos diferentes”.
Ahora, audaces lectores de Culturplaza, os proponemos un juego: en la próxima sobremesa poned en circulación el asunto de la gordofobia. Con bastante probabilidad, os rodearán las miradas de incomprensión, burla o recelo. Y es que, los movimientos que denuncian la opresión a estos cuerpos no canónicos todavía se encuentran con el desdén de una gran parte de la sociedad. “A menudo se niega que exista la gordofobia como problema generalizado. A mí me han llamado ‘gorda de mierda’ por la calle, es una violencia real que sufrimos, aunque cuando lo contemos no nos hagan caso o lo minimicen. También es cierto que, aunque en los años 70 ya existían en Estados Unidos algunos grupos que trabajaban este tema y en los 90 lo abordaron las Riot Girls, se trata de una lucha bastante reciente, nos queda mucho por caminar”, apunta Godino.
En este sentido, Godino plantea su trayectoria fanzinera como una forma de ejercer el activismo desde la creatividad, pero también como una manera de convertir sus vivencias íntimas en una postura política. Así, afirma que “es importante formarnos, pero también contar nuestra experiencia y generar un relato colectivo de las situaciones comunes que hemos protagonizado. Un clásico es ir al médico con cualquier problema y que lo achaquen a tu peso o recibir comentarios despectivos en el entorno laboral, especialmente en los trabajos de cara al público. Yo he llegado a escuchar que siendo gorda no podía ser una buena educadora social porque era un mal ejemplo para los demás en programas de alimentación saludable. Esos comentarios están completamente normalizados, todo el mundo cree que puede opinar sobre nuestra talla y nuestros kilos”.
Ideados con voluntad divulgativa, estos fatzines se han convertido en material para la reflexión y el debate en grupos feministas valencianos, catalanes y andaluces. “Les resultó un contenido muy novedoso, porque no hay tantas publicaciones sobre este tema en el ámbito español y, además, se trata de una cuestión poco conocida”, relata Godino, quien en sus charlas parte de estas hojas grapadas para abordar la gordofobia en todas sus vertientes, de las más evidentes a las más sutiles: “es un asunto que llama la atención, aunque incluso ahí he tenido algún momento en el que me han acusado de estar defendiendo la obesidad”.
Mientras sobre ellos se despliegan artillerías y se encadenan los combates, los cuerpos gordos siguen vivos. Gozan, padecen, se ilusionan, se frustran y existen en un mundo que también les pertenece plenamente, sea cual sea su talla de pantalón.
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