MURCIA. Arranca The Souvenir con unas imágenes en blanco y negro de la ciudad de Sunderland, tomadas por la directora Joanna Hogg al inicio de su carrera, cuando empezaba a estudiar cine. Una población portuaria y obrera en decadencia que encierra muchas de las problemáticas sociales sobre las que ha basculado buena parte del cine británico. Esas fotografías del pasado sirven para introducirnos en una historia en la que la ficción y el relato autobiográfico se funden y se confunde. Es la historia de Julie, alter ego de la propia Joanna Hogg, y sus inicios como creadora, cuando todavía no había encontrado su manera de relacionarse con las imágenes ni tenía claro aquello que quería plasmar a través de ellas.
Muchos años después de que se tomaran esas fotografías y tras una carrera de escasos títulos, pero llena de riesgo y experimentación, The Souvenir (primera parte de lo que será un díptico) se convierte en la constatación de que Joanna Hogg por fin ha encontrado esa voz propia que buscaba a través de un equilibrio perfecto entre estilización formal y sinceridad narrativa. Y lo ha hecho dejando atrás las inclinaciones ideológicas y sociales de sus inicios y poniendo en el centro del relato su propio pasado que le sirve para constatar que el material más íntimo puede adquirir un profundo poder revelador.
La película está construida como un juego de espejos entre la memoria y la representación fílmica, entre los recuerdos reales e imaginarios. Hogg debutó con un cortometraje titulado Capriche en 1986 protagonizado por una entonces desconocida Tilda Swinton, que ahora aparece en un papel secundario interpretando a la madre de su verdadera hija, Honor Swinton Bryce, que también aborda su primer papel a la vez que se encarga de impregnar con su delicadeza expresiva la fragilidad y el carácter dubitativo e inocente que caracterizan a su personaje.
Nos situamos en los años ochenta, Julie mantiene un nivel de vida privilegiado gracias a sus padres, pero tiene cierta culpa de clase, y por esa razón quiere volcar sus inquietudes en su trabajo como cineasta a pesar de que sus profesores le insinúan que debería empezar por aquello que mejor conoce, por su propia experiencia.
La vida de Julie se desarrolla sin muchos exabruptos, entre fiestas entre amigos inundadas por la música de la época, las visitas de su madre y sus clases en la escuela de cine, hasta que conoce a un hombre de modales snobs, Anthony (Tom Burke), que despierta en ella un interés que termina convirtiéndose en amor. Comenzará así una historia marcada por las mentiras y el ocultamiento por parte de Anthony, yq que está enganchado a la heroína, una adicción que se irá convirtiendo en más y más poderosa hasta consumirlo por completo.
A lo largo de la película asistiremos al proceso de aprendizaje vital de Julie, del que irá contaminándose su aprendizaje como creadora. Es un viaje profundo e íntimo, repleto de decepciones y renuncias, de descubrimientos y dolor. Al mismo tiempo que va desarrollándose la relación tóxica entre Julie y Anthony la directora irá introduciendo reflexiones en torno a la estética del cine. ¿Tienen las películas que basarse en hechos reales para transmitir verdad? ¿Cómo conseguir autenticidad sin renunciar al estilo?
En cierto sentido, The Souvenir responde a esas preguntas. Joanna Hogg consigue alcanzar con sus imágenes un grado de intimidad estremecedor, al mismo tiempo que se aleja de las imposiciones del cine convencional para componer su propio universo en el que se impone la libertad. Así, sus imágenes se suceden de forma fraccionada, etérea volátil tras pasar por el filtro de una memoria errática que va generando una narración hipnótica a base de elipsis y espacios en blanco en el que la subjetividad cobra un nuevo sentido.
El título de la película se refiere a una pequeña pintura de Jean-Honoré Fragonard en la que una mujer talla un mensaje de amor un árbol. La pareja protagonista la contempla y cada uno de ellos ve en ella algo diferente. Julie cree que la mujer está triste, mientras que Anthony opina que parece decidida. Hay referencias al cine de Michael Powell y Emeric Pressburger, conversaciones sobre el montaje de la secuencia de la ducha de Psicosis, sobre la muralla de Jericó de Sucedió una noche o sobre la novela The City of Beautiful Nonsense, de Ernest Temple Thurston, mientras se escuchan canciones de The Fall, Robert Wyatt, Joe Jackson, The Specials, Gary Numan o Bauhaus.
No hay nostalgia en The Souvenir. De hecho, su espíritu es completamente contemporáneo. Tiene un aura distinguida que no se vincula con ninguna época. Una elegancia congénita y un aroma untuoso que se mezcla con la descarnada proximidad con la que la cámara se acerca a Julie, a su rostro que termina siendo reflejo de sus dudas y sus expectativas, de sus debilidades y fortalezas.