CARTAGENA. Harina, arroz, desinfectante, naranjas, huevos, pan del día, embutido o café para llevar. Esto suena a lo que siempre se llamó tienda de ultramarinos o colmado, dependiendo de la zona. Ahora, si a eso le añadimos el 'delivery' ¿cómo encaja? Probablemente esto les debería sonar a chino a Antonio González y Paqui Blaya a principios del mes de marzo, cuando atendían con paciencia las decenas de mesas en su negocio de restauración en Los Camachos.
La vida no deja de depararnos sorpresas y para ellos, como para todos, lo que está pasando nos ha hecho replantearnos muchos conceptos de la vida y la suya, la de ambos más bien, circulaba alrededor de un floreciente negocio hostelero, un sector que se ha ido a pique con el estado de alarma.
No obstante, ni ellos ni sus hijos son de los que se suelen rendir, por lo que desde el mismo momento en el que vieron lo que se avecinaba, los propietarios de la Taberna Los Camachos se adaptaron a las circunstancias tratando de proyectar una nueva fórmula para su negocio.
Curiosamente, el pasado y el presente se han dado la mano en su taberna y la fórmula ha encajado a la perfección.
Isidoro González, bisabuelo de Antonio abría a finales del siglo XIX, allá por 1889 la taberna en un sitio estratégico, como toda buena cantina, en el cruce del pueblo con La Unión y Los Beatos. Vendía harina, arroz, pan, embutido o un poco de vino para acompañarlo a modo de tapa. 130 años más tarde, nada ha cambiado. Los vecinos del pueblo se acercan para llevarse a casa estos y otros muchos productos más, servidos a través de una ventanilla para evitar el contacto directo.
A eso hay que añadir que en su esquina se encuentran a tiro de piedra de los polígonos industriales de Los Camachos, La Unión y Cabezo Beaza, por lo que no son pocos los trabajadores que aprovechan para llevarse un café, comprar un cartón de tabaco, un poco de pan y embutido, o bien llevarse directamente el bocadillo hecho en la taberna. De las siete de la mañana a las once el trasiego es mucho; la gente sabe dónde están y con un servicio ágil, se marchan con su pequeña compra al trabajo.
La idea de la vuelta al origen de la familia González no queda ahí, porque los tataranietos han transformado el negocio también en un 'delivery' o servicio a domicilio por venta telefónica, que funciona como un reloj bien sincronizado.
Reconocen que no tiene nada que ver, en cuanto a recaudación, con lo que hacían de caja cada día en la taberna meses atrás, pero que el nuevo modelo de negocio les da para mantenerse, justo ahora que son muchos los hosteleros que se plantean no abrir la persiana cuando todo acabe.
Dos coches reparten cada día a domicilio -hasta tres los fines de semana-, desde La Manga a Santa Ana, las comidas que les han dado su fama y que elabora Antonio, como siempre lo ha hecho. Los platos de puchero, los arroces, hasta las patatas con huevo y jamón ibérico y, en tiempos de lluvia, las migas, triunfan entre sus servicios. Más de cien clientes diferentes en un mes y pico de trabajo, de los que cerca de un 20% suelen repetir.
Dicen que algunas familias, ahora separadas por el confinamiento, comparten menú aunque sea desde la distancia. Ayer servían una paella con magra para una que celebraba el cumpleaños de la abuela. Cinco domicilios diferentes para festejar que la mayor cumplía años; todo por videoconferencia, pero con el mismo plato en cada una para sentirse un poco más cerca unos de otros. El 90% de sus clientes son familias, los jóvenes apuestan por otro tipo de menús más rápidos y menos elaborados.
Afrontan el futuro con optimismo, aunque son conscientes de que nada volverá a la normalidad tras esta pandemia. Habrá, de nuevo, que reconvertir el negocio, extremar las medidas de higiene y seguridad y buscar fórmulas para que todos sus clientes sigan atendidos como antes, quizá ampliando las zonas para comer. Eso sí, tras el fin del estado de alarma, los ultramarinos y los servicios a casa volverán de nuevo al cajón, porque han sido una solución provisional que ha salvado el negocio del cierre, pero que no lo convierte en una solución definitiva.