Comienzo felicitándoles el año, y deseándoles que 2022 sea estupendo para todos ustedes. También espero que veamos en los meses siguientes el final de la pandemia, un anhelo que toda la humanidad comparte. El mensaje más viral en estos días, que ha ido circulando a toda velocidad por las redes sociales, ha sido este deseo ferviente de la superación cuanto antes de la peste. Mi cuñada Icíar, experta en la materia de salud pública, me decía ayer mismo que muchos científicos dan por hecho que el final de la epidemia mundial se aproxima, y que ómicron, que es más leve -aunque según para quién, dado que sigue habiendo personas graves y otras que mueren por su causa-, pero mucho más contagiosa, va a acabar con delta, y que gracias a ello le pondremos el punto final a esta pesadilla. Esta misma semana, en Nueva York se declararon más de 80.000 contagios, lo que ha de significar que efectivamente ómicron no es tan grave, porque en caso contrario esto sería una auténtica escabechina. Dicen ahora que lo que tendríamos que hacer es contagiarnos todos, para lograr de una santa vez la inmunidad de rebaño… Lo que funcionará, salvo que al virus le dé por volver a mutar, pero imaginemos por un momento que no.
Esto del contagio en grupo ya estaba más que inventado desde hace siglos y, aunque es un lío porque cuando enferma todo el mundo a la vez la atención sanitaria puede resultar caótica, una vez superado el momento de crisis la vida vuelve a ser lo de antes. Recuerdo que mi madre nos juntó a los cuatro hermanos cuando yo iba a hacer la primera comunión, y pasamos lo que podríamos denominar una varicela familiar. Una vez superada, todos inmunizados de un golpe. Sin embargo, hay un punto débil importante en esta teoría tan, aparentemente al menos, fantástica, que consiste en que, según el presidente del Colegio de Médicos, el 50% de estos profesionales está quemado como consecuencia de la situación vivida durante la pandemia y un 30%, si pudiera, se jubilaría en este mismo momento. Algo no estamos haciendo bien cuando estos profesionales, que por regla general tienen tanta vocación y están muy cualificados, se muestran tan hartos. No es justo y con palmaditas en la espalda o aplausos no se va a arreglar su situación. Tendremos que ver lo que hacer al respecto para dejar de exprimir tanto a los sanitarios, como se lleva haciendo desde que empezó lo del virus, hace ya casi dos años, y darles el reconocimiento que merecen en su cuidado de las personas.
Dado que he decidido arrancar el año, como les decía arriba, en plan positivo, tratemos de ver la botella medio llena con respecto a este tema que tanto nos ocupa y preocupa. Conste que también lo digo para que no me acusen de realizar únicamente predicciones apocalípticas y deprimentes. Ya lo decía Campoamor: "Que en este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira,/ todo es según el color/ del cristal con que se mira". Confiemos, por tanto, desde esta perspectiva de la botella medio llena, que, con la vacunación masiva, las medicinas y los contagios que van que vuelan con esta variante tan volátil, dentro de unos pocos meses habremos conseguido dominar este coronavirus tan odioso y la pandemia acabará convertida en poco más que una gripe leve. Por cierto, cuando esto suceda, ¿de qué hablarán en el telediario, puesto que llevan meses sin hablar de otra cosa?
Pensemos que la gripe que hace un siglo asoló el mundo, la mal llamada "gripe española", causó en nuestro país alrededor de 200.000 fallecimientos, sobre una población de alrededor de 21 millones de personas y, por tanto, se llevó por delante un 1% de la población. Esta cifra está muy alejada aún, por suerte, de la que manejamos en la actualidad en España -unos 120.000 fallecidos a causa de este coronavirus-, teniendo en cuenta la población actual, de unos 47 millones de personas. La gripe de 1918 fue una enfermedad que, al igual que sucedió en la primera ola de la actual pandemia, resultó imposible de contener. Sin embargo, en la actualidad contamos con muchos más medios para poder controlarla, si bien el progreso de las comunicaciones juega en nuestra contra. Es difícil contener la expansión cuando constantemente hay gente viajando por el mundo, llevando y trayendo los virus consigo.
Con la esperanza de la pronta superación de la pandemia, y el arranque de año que siempre nos permite empezar de nuevo, ponernos metas y propósitos y hacernos ilusiones diferentes de las que traíamos el año anterior, podemos encarar 2022 con el ánimo más alto y soñar en grande. Y ojalá que se cumpla lo que soñemos.
Mónica Nombela