CARTAGENA. Se podría decir que este proyecto llegó a la arquitecta María José Peñalver como un regalo inesperado. Porque lo que a ella le pidieron fue que valorara la casa "vieja y abandonada" incluida en una finca que sus clientes habían adquirido en el Campo de Cartagena, por si merecía la pena arreglarla; por decirlo de alguna forma, la casa iba en el paquete, pero no había sido el objeto de interés principal. Sus nuevos propietarios, de momento, tan solo querían reparar las cubiertas para que no siguiera entrando agua al interior.
Pero la arquitecta enseguida se dió cuenta de que el orden de las preferencias estaba alterado: "Habían comprado una casa con una finca, no una finca con una casa". Y así, con este flechazo, empezó esta reforma de una vivienda solariega, típica construcción de principios de siglo XX en una zona rural como la diputación cartagenera de La Palma, que el paso del tiempo ha puesto en valor. El resultado ha sido el renacer de una vivienda con todo el encanto de lo antiguo y lo auténtico, adaptada a las necesidades actuales, en comunión con su entorno y en donde se pueden disfrutar de rincones exquisitos.
"Ha sido un privilegio poder intervenir en esta antigua casa rodeada de naranjos y limoneros", asegura María José Peñalver, quien señala que "se trata de una vivienda con grandes ventanales que conectan con los árboles que la rodean" y que "gracias a que sufrió pocas intervenciones, ha sido fácil su restauración".
La casa cuenta con estancias que apenas tienen jerarquía, que rodean un espacio a doble altura donde se encuentra el hogar (la chimenea). Ese espacio a doble altura recoge el aire caliente de las estancias y lo sube como una chimenea gigante hacia el cuerpo superior. "Esos muros de carga de gran espesor consiguen una inercia térmica fabulosa de tal modo que cogen el frío de la noche y lo van soltando poco a poco durante el día. Arquitectura pasiva local, con identidad, que sigue funcionando hoy día", manifiesta la arquitecta.
Asimismo, apunta que "la vivienta dispone de grandes ventanales con contraventanas, forjados en madera, muros de carga con piedra del lugar y baldosas hidráulicas; todos esos elementos se han recuperado y puesto en valor".
También destaca que se han recuperado las baldosas hidráulicas del pavimento, haciendo una exquisita selección y reubicación en algunas estancias, con objeto de colocar las nuevas en una única estancia. "La ventaja de la baldosa hidráulica es que se colocó sobre una cama de mortero de cal, lo que ha permitido un fácil levantado y su reutilización. Se ha recuperado toda la baldosa en buen estado y se ha buscado otra baldosa de diseño similar para colocar en la estancia que dejó la falta", explica.
Asimismo, María José Peñalver apunta que son muchos los espacios que mostrar en esta vivienda que ha renacido llena encanto, encarnando la imagen del pasado conviviendo con el presente y dándole una nueva oportunidad a la identidad del lugar. Pero ella destaca, sin duda, "el dialogo especial entre una esquina y un rincón de la casa, con orientación sur. La esquina como elemento exterior, es el lugar donde se originan encuentros alrededor de una mesa diseñada para esta vivienda y como elemento de sombra disfrutan de un frondoso árbol de la familia de las acacias".
Añade que "desde esta esquina se observa el rincón favorito de la casa. Se trata de un mirador en la planta superior. Es un caso evidente de destierro del rincón como castigo, entendiendo el rincón como el germen de un punto de contacto con el cuerpo, de espacio escondite, tranquilo, que invita a meditar, a leer o a pintar las preciosas vistas que ofrece sin perder de vista el rincón de la planta inferior".
"La esquina invita a la colectividad, al jaleo. El rincón invita a lo individual, a la paz. Se miran y se respetan", reflexiona la arquitecta. Con todo ello, se ha conseguido pasar "del deseo de parar el deterioro de la casa levantada en una finca de cítricos a la realidad de tener una casa con un rincón familiar en plena naturaleza mientras alguien lo disfruta desde un rincón…".