MURCIA. Las elecciones. En los cuartes generales de las formaciones políticas no se habla de otra cosa. Conjuras electorales en municipios veraniegos, ruedas de prensa del líder arropado con todos los compañeros detrás, apuestas por candidaturas jóvenes... El curso político empieza esta semana y todos los partidos prenden la mecha de la maquina electoral. En nueve meses llega la gran prueba final, las urnas. Un error puede ser decisivo, máxime en una era en la que impera el presente, el tiránico día a día, sin memoria ni pasado. En este análisis, repasamos (sin negar una cierta subjetivad) el estado de los protagonistas de la arena de la Región de Murcia.
Si no fuera por que todavía arrastra una china en el zapato en forma de alcaldesa de Archena, se podría decir que a López Miras se le pone el viento a su favor. Afianzado en su recién renovado liderazgo, el presidente encara la carrera electoral en la pole position de las encuestas, que durante toda la legislatura han pronosticado el mismo escenario: victoria del PP y derrota de la izquierda, con una sola incógnita, la posición de Vox. Uno de los mayores temores en las filas del PP es la delicada salud del Mar Menor. Se temía, y se teme, por un nuevo episodio de anoxia que desembocase en la penosa imagen de peces muertos. De momento, el verano transcurre y la laguna, aunque malherida, da un respiro. Su situación ecológica, dicen, es mejor que el año pasado. Pero siempre conviene la prudencia ante un ecosistema dañado durante décadas y con el que resultan temerarias (y poco estéticas) las muestras de euforia. Sin ir más lejos, las posibles lluvias torrenciales propias de septiembre hacen imposible un pronóstico a corto plazo.
Sin embargo, septiembre arranca y López Miras arrastra la asignatura pendiente de la paz interna del partido. La tiene en su gran mayoría, con un aparato que le secunda y, recordemos, la gran masa (recordemos, obtuvo el 98% de los votos), pero no allende el feudo de Archena, donde su alcaldesa, Patricia Fernández, sigue esperando la integración. Aunque la regidora afirmaba tender la mano, el enfado fue sonoro. En aquel comunicado de julio en el que rompía su silencio, Fernández reivindica su derecho a integrar su proyecto ("formado por muchas personas, no sólo políticos", aducía), dejando claro que no le servía la oferta de López Miras. Resolver el delicado puzle es importante para el líder del PP regional: si no cose las costuras y soluciona el problema, podría transmitir debilidad en el peor momento de la contienda electoral.
El tiempo juega en contra del PSOE, pero Pepe Vélez no va a arrojar la toalla. Está más activo que nunca. Hace ya meses que dejó el corsé diplomático del delegado del Gobierno y aprovecha cualquier ocasión para atizar con dureza al Ejecutivo regional. No tiene otra que hacerse oír. Debe estar presente en el debate político. Su último balance del curso pasado lo centró en la gestión de López Miras y el primero de este año preelectoral repitió la misma diana. Haya o no primarias, se da por hecho que el calasparareño será el candidato del PSRM en 2023, salvo un giro radical de los acontecimientos.
El contexto económico también influye en sus opciones de llegar al Palacio de San Esteban. Con una inflación por encima del 10% y los precios desbaratados (hipotecas, alquileres, luz y carburantes, principalmente), se hace más complicada una campaña para el partido del Gobierno. Al menos, cuenta con Pedro Sánchez. Para bien o para mal, Sánchez lo es todo para el socialismo español. Si el PSOE llegó y se mantiene en el poder, es por su empeño. Y ahora, debates ideológicos al margen, no se puede decir que el Gobierno se muestre inmóvil e impasible. Reacciona, se revuelve y toma medidas (aunque algunas, como el IVA del gas, sea arrebatándoselas a la oposición). Y sobre todo, siendo un político que ha hecho de la resistencia su bandera, no se va a rendir. Pero el sanchismo no será suficiente para el PSOE regional, máxime cuando sus rivales hacen de la crítica a Sánchez su bandera. Lo cierto es que hará falto algo más que señalar las miserias del Ejecutivo regional, algo que el PSOE lleva haciendo 27 años sin éxito en las urnas. Necesitan un golpe de efecto que movilice al electorado, que haga dudar también al votante indeciso. ¿Se sacará Vélez un as bajo la manga?
Vox está empezando a sentir los efectos de una excesiva dependencia del líder. Hay Abascaldependencia. Un Santiago Abascal activo espolea a sus bases, enardece el debate y mantiene viva la llama del partido. Un Abascal desaparecido (no puede ser omnipotente) diluye el mensaje, rebaja la tensión y, en suma, hace que Vox pierda nervio. Y luego existe otro factor nada desdeñable: el PP. Los populares son su mayor adversario. No la izquierda y sus proclamas antifascistas (que a Vox nunca le han inquietado lo más mínimo) ni tampoco un PSOE fortalecido (no le importa, su programa es "derruir las políticas de la izquierda"), sino un PP sólido que le arrebate todo resquicio del votante conservador. Y actualmente la tendencia demoscópica favorece a Feijóo. Mala señal para Vox, que necesita crecer al abur de un PP débil. Con todo, Vox tiene armas valiosas en la Región, tierra fértil para sus ideas, como ya demostró en las elecciones de 2019. Sus arengas surten efecto en un territorio tradicionalmente conservador e ideológicamente conservador (el manido 60-40 del reparto de los bloques ideológicos), una tierra además marcada por la importancia de la agricultura, el eterno problema del agua y un cierto patriotismo desacomplejado, receloso de cruzadas independentistas.
Podemos afronta el último escalón de su etapa más difícil. Recordemos: el partido morado que inició la legislatura con un socavón enorme, por la marcha de su anterior líder, ha logrado recomponerse a base de un discurso firme y reconocido en la Asamblea. La labor de María Marín, que no ha dado un respiro al Gobierno ni siquiera en agosto, tiene mucho que ver. Pero ese esfuerzo queda a expensas del juicio de la ciudadanía. Las perspectivas electorales, con malos resultados en otros territorios autonómicos, no son halagüeñas. Y a ello se añade la dificultad de competencia en su espectro electoral: Izquierda Unida y Más Región. Si concurren por separado, el pastel será aún más difícil. Una candidatura, unida, con un discurso definido, aumentaría sus opciones en las urnas, fortaleciendo la utilidad del voto. ¿Serán capaces de concurrir juntos o quedarán condenadas a ir por separada? Esa es la gran incógnita de la izquierda.
Incluso en sus horas más críticas el relato se le vuelve cuesta arriba a Ciudadanos. Los propósitos de refundación no han contado con toda la unidad que cabría esperar, lo que le resta credibilidad. Por un lado, el manifiesto de cargos públicos y militantes naranjas que piden la dimisión de Inés Arrimadas y la convocatoria de un congreso. Si en la Región todavía no se ha sumado ninguna firma relevante, es porque en su día ya se dieron de baja del partido, tras la moción de censura. Pero también existen voces internas en las filas actuales. Martínez Vidal, otrora líder regional, cada día alza más la voz: un congreso extraordinario, un cambio de rumbo, autocrítica. Lo lleva diciendo tiempo. La apuesta por los jóvenes es loable, pero tal vez se haya incurrido en torpezas, al dar a entrever que la vieja guardia no tiene cabida. El municipalismo, con todo, es su última bala, habida cuenta de que forma parte de los Gobiernos de Murcia, Cartagena y Lorca entre otros. Obtener representación municipal los podría convertir en decisivos para la formación de los Gobiernos locales: sería un éxito dadas su realidad actual. Quién lo ha visto y quién lo ve a un partido que en su día soñó con ganar las elecciones (aquel Cemop de 2018...) y hoy se parte el lomo por sobrevivir.