MURCIA. Es la primera vez que el artista jerezano Christian Lagata (1986) lleva a cabo una exposición individual en la galería murciana Artnueve -que dirige Mari Ángeles Sanchez Rigal en la calle Dr. Tapia Sanz-, hasta donde ha trasladado algunas de las obsesiones sobre las que ha estado trabajando durante los últimos cinco años. Bajo el título Una oscura euforia, el artista ha creado un paisaje propio a través de la recombinación espacial de distintas obras producidas especialmente para la ocasión.
El crítico y comisario Lluís Alexandre Casanovas Blanco -quien señala que el título hace referencia a una expresión tomada del novelista Don DeLillo- apunta que "a través de su constelación, Lagata esboza algunos escenarios distintivos del capitalismo tardío como los solares en desuso, el descampado urbano y las ruinas de la industrialización del campo".
Lo hace "acercándose al calor como evento fenomenológico, somático, político y cultural, Una oscura euforia desgrana lo que es, a la vez, una crisis estética y ambiental. A través de la conjunción de sutiles gestos escultóricos y espaciales, el ejercicio de memoria y paisaje que Lagata dispone para nosotros en Artnueve, nos induce, no solo a reflexionar de manera sosegada sobre las consecuencias estéticas y políticas de las múltiples crisis superpuestas que determinan nuestra biografía, sino a rescatar de ellas nuevas formas de experiencia comunitaria e imaginación desde el sur".
"Sin posibilidad de elegir, por el solo hecho de entrar en la galería, el visitante se incorpora a un enjambre de tubos, La serpiente es el camino (2023), que, alelados por el calor, avanzan a su vez hacia este sol siamés. Se trata de la última iteración de la serie Gran serpiente pequeña serpiente (2021-2023)", apunta el comisario. El diámetro de estas piezas oscila entre el de las tuberías de una caldera industrial y el de los colectores de escape de un tráiler o tractor. La superficie prístina del acero de los tubos se encuentra también teñida por la exposición a las altas temperaturas, al calor –una traza mnemónica de los procesos industriales para los que fueron creados–.
"Liberados del futuro alimentado de combustible fósil que la posguerra les había prometido, estos tubos reptan por el suelo de la galería como muertos vivientes, elevándose hipnotizados como serpientes encantadas al son de las siete trompetas del apocalipsis, enderezándose libidinosamente ante su nueva condición de libertad", describe.
"Los tubos navegan entre piedras de sal, cuya cristalización suele producirse por la evaporación agresiva debida a un aumento del calor ambiental. Algunas de las cuáles, como Sin título (una luz abrasadora, el sol y todo lo demás) (2022), se encuentran engalanadas con amuletos que atraviesan sus cavidades. De la loma de estas rocas, que pertenecen a la serie Sol de Fuego (2022), arrancan una serie de cardos secos: figuras totémicas que se esfuerzan en construir, de aquello arrasado, la posibilidad de nuevas mitologías. En medio de este espacio, el visitante podrá elegir si participa de la lúdica excitación de los tubos, de los rituales que los cardos parecen orquestar, o si simplemente condena el árido futuro apocalíptico que estos anticipan", añade Lluís Alexandre Casanovas Blanco.
La explicación al acercamiento al calor como evento fenomenológico, somático, político y cultural se produce en el trabajo de Lagata desde un posición biográfica, ya que "el artista creció en una de las regiones donde más horas luce el sol en toda la Península Ibérica, entre Jerez y Rota, cuya base militar americana constituyó uno de los principales puntos de desembarco del capitalismo moderno en España".