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Dresde, la ciudad que surgió de sus cenizas

La capital de Sajonia exhibe con orgullo sus joyas monumentales y los nuevos hitos de la ciudad

30/04/2023 - 

MURCIA. Por un Sant Jordi un amigo me regaló Un elefante en el jardín, de Michael Morpurgo, para que leyera en inglés y conociera Dresde, ciudad de la que solo sabía por el cuadro de Canaletto. A través de esa historia narrada por Lizzie y protagonizada por la elefanta Marlene conocí de la manera más dulce posible la, quizás, noche más apocalíptica de la historia de Europa: los bombardeos realizados por las fuerzas aliadas angloamericanas el 13 y 14 de febrero de 1945. No mucho después, el escritor Kurt Vonnegut, con su Matadero Cinco, me refrescó aquellos hechos —fue prisionero de guerra en aquel tiempo— y me dejó con la tarea pendiente de visitar la capital de Sajonia. Hoy, muchos años después, observo la ciudad con mis propios ojos, sentada en la orilla del río Elba, en el mismo punto —eso creo— donde Canaletto plasmó la belleza de Dresde.

Sin embargo, lo que dibujó el artista veneciano quedó sepultado bajo las cenizas de un gran incendio, y lo que hoy tengo ante mí es una reconstrucción de lo que hubo, gracias a que se decidió reedificar la urbe siguiendo los planos originales, para no alterar la estética de la ciudad. Sobre ese enclave histórico en el que se volvieron a levantar iglesias, palacios y casas, dirijo mis pasos. Lo hago cruzando el puente de Augusto, nombre dado por Augusto el Fuerte, personaje clave en la historia de Dresde al establecer aquí la corte de Sajonia, lo que contribuyó a promover el arte y la cultura del lugar. Por eso es también conocida como la Florencia del Elba.

Los andamios del puente me transmiten la sensación de que la ciudad sigue en su proceso de recuperación de su patrimonio histórico. Luego descubriré que es una realidad, pues se están llevando a cabo bastantes actuaciones para devolverle su esplendor y, de paso, recuperar su puesto en la lista de Patrimonios de la Humanidad de la Unesco. Un privilegio del que Dresde formó parte en 2005, pero la construcción de un puente llevó a la Unesco a quitarle dicho reconocimiento. 

Poco antes de poner mis pies en el casco antiguo me detengo para contemplar la plaza en la que se asoma la Hofkirche, la catedral barroca que fue construida en el siglo XVIII y es el mayor templo religioso de Sajonia. Sin embargo, otro edificio llama más mi atención, al que me acerco como una flecha para conocer hacia dónde conduce ese pórtico misterioso que veo de lejos. Es el Georgentor, al que me adentro por una de sus arcadas, mirando a la escultura de un señor barbudo que me intriga. Un paso más y accedo a una pequeña plaza en la que se asoma el patio porticado del Stallhof, las antiguas caballerizas del castillo y el Palacio Real (XV-XVII).

Si tienes tiempo y te gusta el mundo de las joyas, visita la Grünes Gewölbe (la bóveda verde), uno de los museos más antiguos del mundo situado en lo que fue la cámara de tesoros de Augusto el Fuerte (la entrada son catorce euros). Yo no soy muy fan, así que regreso a la plaza por la que venía para adentrarme en una calle en la que el sol alumbra al gigantesco mural del Fürstenzug (El desfile de los príncipes), realizado con 24.000 azulejos de porcelana que muestran a los gobernantes de Sajonia desde el 1127. Bueno, y al propio artista, Wilhem Walther, que decidió incluirse. El mural ocupa toda la calle y llama mucho la atención, casi tanto como que resistiera a los bombardeos.

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