MURCIA (EFE) El cineasta Daniel Monzón (Palma de Mallorca, 1968) explica en una entrevista que su vida gira en torno al séptimo arte desde que vio King Kong con 8 años, que en su tiempo libre también le gusta pasear con su perra, Lluna, leer y escuchar música, y que necesita sentir el mar cerca para vivir.
-¿De pequeño era muy peliculero?
-Siempre lo he sido. De pequeño dibujaba películas en una cosa que se llamaba Cine NIC que ahora no existe. Eran una tiras de papel vegetal en las que hacías dibujos y los proyectabas en la pared y adquirían cierto movimiento. Yo grababa las bandas sonoras con mi propia voz, con efectos especiales, metía música y luego llamaba a mis vecinos de escalera y les proyectaba estas películas. Esos fueron mis primeros pasitos en el cine.
-¿De dónde cree que le viene esta afición por el cine?
-Desde muy pequeño mis padres me contaban todas las noche un cuento para que me durmiera. Yo procuraba no dormirme, así que no solo era uno sino que acaban siendo hasta tres. Les gustaba cambiar los cuentos, modernizarlos, meter elementos divertidos. Ese era el momento del día que más me gustaba y me convirtió en un narrador nato. Esto se mezcla con que mi abuela me llevó a los 8 años a un cine club que había en la Finca Roja de Valencia a ver King Kong, la antigua (1933). Fue una especie de epifanía, me trasladé a otro universo, viví la aventura, me identifiqué claramente con el gorila y salí de esa sesión completamente transformado. No sabía lo que había ocurrido ni lo que era el cine, pero sí que quería dedicar mi vida a eso. Fue una especie de llamada. Desde ese momento no cejé en mi empeño de hacer cine algún día.
-¿En su tiempo libre también le gusta ir al cine?
-Sí, sin duda. En mi tiempo libre escucho música, leo, me gusta mucho pasear, viajar y ver cine, tanto en televisión como en sala, aunque procuro ir mucho a la sala porque la experiencia inmersiva que te proporciona es diferente a verla en televisión.
-Dice que le gusta pasear, y creo que tiene una buena compañera de paseos.
-Me muevo mucho y viajo mucho por trabajo, pero también me gusta cierta paz y recogimiento frente a tanto tumulto. Venir a Rocafort (Valencia) -el lugar donde reside- es como un bálsamo, y pasear por la huerta y sentir el cambio de las estaciones me encanta, y especialmente hacerlo con Lluna, mi perra. Me ayuda mucho a pensar, a dar vueltas a historias que tengo en la cabeza, a sopesar alternativas y en ese momento entre película y película, en el que tengo que decidir meterme en algo que de verdad me gusta y apasiona porque me va a acompañar mucho tiempo de vida.
-Sus inicios fueron como crítico de cine. Después de eso ¿es de los que aceptan bien las críticas?
-Cuando te pasas al otro lado, no puedes estar en misa y repicando. No he vuelto a practicar la crítica. Sobre aceptarla, el haber sido cocinero antes que fraile te ayuda a entender que una crítica no deja de ser la opinión de una persona, y me interesan todas las opiniones pero no me interesa la del crítico más que la de una persona que me encuentro por la calle. La positiva siempre te hace más gracia pero lo suyo es procurar que ni la positiva te alegre demasiado ni la mala te hunda, porque no dejan de ser opiniones de una persona.
-¿Qué autor, actriz y director de cine clásico le habría gustado conocer?
-Mis grandes héroes de la infancia fueron Alfred Hitchcock, Orson Welles y Luis Buñuel. A cualquiera de los tres habría sido un sueño conocerlos. Un actor con al que me hubiera encantado conocer y trabajar con él es Pepe Isbert, creo que es una de las grandes figuras del cine español. Y una actriz... Estaba enamorado de Grace Kelly o Gene Tierney.
-¿Qué película de las que ha visto le gustaría haber hecho?
-El hombre elefante, de David Lynch, es una película que me emociona muchísimo. Me entusiasma.
-¿Cuál es la última serie que ha visto?
-La última temporada de Stranger Things. Es excelente. Ha cogido una fuerza tremenda, los guiones están terriblemente bien concebidos y estructurados. (Los hermanos Duffer) han conseguido coger todo el universo que habían creado e insuflarle una energía y una capacidad de diversión y originalidad que me parece estupenda. Otra serie que me gustó muchísimo es una que tendrá ocho años, Bron. Un 'thriller' sueco que es verdaderamente ejemplar. Es tenso, fantásticamente realizado, interpretado y muy ingenioso.
-Si no se hubiera dedicado al mundo del cine, ¿qué le habría gustado ser?
-Si te soy sincero, creo que nací para esto. Es maravilloso, este oficio es el mejor del mundo y me siento un privilegiado por poder hacer aquello que me gusta. No le pongo ningún pero, y aunque muchas veces conlleva una carga de angustia y de lidiar con muchísimos problemas, todo esto me apasiona tanto que lo llevo con gusto. Con mi primera película me entró el miedo, no de hacerlo bien o mal, sino de pensar a ver si esto era todo una majarada infantil. Pero el primer día de rodaje sentí que había nacido para esto. Así que si no hubiera sido director de cine habría sido posiblemente un vegetal.
-¿Novela, ensayo o poesía?
-Leo muchas largas entrevistas o biografías de directores de cine, también leo revistas de cine. Pero la novela me encanta y leo mucha, y también leo ensayos y cómics. Cuando ruedo una película leo muchísimo. Procuro dormir entre siete y ocho horas y la única manera de conciliar el sueño es cogiendo una novela. En un rodaje igual me leo veinte libros. Mi mesilla tiene dos columnas de libros.
-Si se perdiera, ¿dónde habría que encontrarlo?
-Si me perdiera adrede, procuraría que nadie me encontrara.
-¿Con qué tipo de música se identifica más?
-Estoy abierto a todo. Soy un gran coleccionista de música de cine, de bandas sonoras, son parte la música clásica del siglo XX y aun del XXI. Los compositores rusos de música clásica me encantan, pero también el pop, el rock y el jazz. Conozco todo lo que es de mi generación en profundidad pero ahora afortunadamente mi hija, que va a cumplir 16 años este año y es muy melómana y con un oído y cultura musical sorprendente para su edad, me está enseñando muchas cosas de música de ahora que me mantienen joven y conectado con fenómenos actuales.
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El atleta de San Pedro del Pinatar y ex futbolista, de 45 años, completó 282 kilómetros y 60 metros en Taiwán en una prueba en la que quemó "entre 10.000 y 13.000 calorías" completando un día sin parar de correr a un ritmo de 5 minutos y 6 segundos el kilómetro. "Si nos hacen análisis médicos a los que acabamos la prueba nos dejan a todos ingresados", afirma quien acredita 1.12 en media maratón, 2.32 en maratón y 6.49 en 100K