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como ayer / OPINIÓN

Cuando la plaza Santa Catalina fue el corazón de Murcia

8/12/2022 - 

MURCIA. La plaza de Santa Catalina fue el corazón de la ciudad de Murcia durante siglos. Tanto, que ya en la época musulmana era un espacio urbano destacado. Tras la Reconquista, aquel lugar, donde hubo una mezquita, pasó a ser presidido y nombrado por una parroquia dedicada a Santa Catalina de Alejandría, y se convirtió en plaza Mayor de la ciudad sin llevar nunca ese nombre.

Como tal, se convirtió en escenario de las grandes celebraciones cívicas y religiosas. La torre del templo, que principal atalaya de la ciudad hasta el siglo XVI, fue la encargada de avisar a los murcianos de los peligros y los fastos, y también de señalar las horas al ritmo que marcaba su reloj. En los inicios del siglo XVII se alzó en ella el gran edificio del Contraste de la Seda, que fue objeto de muy diversos usos a lo largo de su historia, como sala de contrataciones y de armas y hasta Museo de Bellas Artes hasta la construcción del actual.

Y aunque perdió notoriedad de forma manifiesta a partir del siglo XVIII, cuando la adquirió la dedicada con el tiempo al Cardenal Belluga, trazada durante aquella centuria dorada de la historia de la ciudad, todavía le cupo la distinción de acoger en su ámbito la sede del Banco de España, emplazada allí hasta su traslado a la Gran Vía. Y que en el solar que por largos años dejó el tristemente demolido Contraste de la Seda, se irguiera el gran edificio de La Unión y el Fénix.

Y aún antes de que la peatonalización propiciara la proliferación de bares y restaurantes en las plazas de las Flores, donde antaño sólo se existía 'La Tapa', con su privilegiada terraza, y de Santa Catalina, donde no hubo hasta la apertura de 'El Fénix', se produjo un nuevo hito para la larga historia del céntrico enclave, como la instalación en su centro del monumento a la Inmaculada Concepción, que hoy, como todos los años desde entonces, recibirá miles de visitas y devocionales ofrendas florales.

Fue inaugurado el 8 de diciembre de 1954, y la fecha no fue elegida al azar, pues se conmemoraba el centenario de la Proclamación del Dogma concepcionista por el Papa Pío IX (el que dio nombre a los 'piononos' granadinos).

Ya había un acuerdo municipal, desde el 14 de diciembre de 1949, de erigir un triunfo dedicado a la Purísima, como aquél que se colocó en el Malecón, cerca del convento franciscano, en la primera mitad del siglo XVIII.

Se ubicaba, en la descripción de una vieja edición de 1737, reproducida por Amanda Esclapez, "a 63 pies de distancia de la segunda entrada del Malecón, y estaba compuesto por dos gradas de jaspe negro sobre las que se alzaba una peana del mismo material. Sobre dicha peana, se ubicaba una columna labrada en forma cuadrada y con un capitel realizado también en jaspe, en el que había un gran escudo coronado en mármol blanco. En él estaban representadas las armas de León y Castilla y, a cada lado, un ángel con una palma en una mano y en la otra un gran farol, que alumbraban la imagen de María Santísima concebida en gracia realizada en alabastro y pintada al óleo".  

Lo cierto es que la construcción del nuevo monumento no se emprendió una vez adoptado el acuerdo, por lo que a fecha 29 de abril de 1953, una sesión municipal reiteró la voluntad de que el 8 de diciembre del año siguiente tuviera lugar la inauguración, coincidiendo con la efemérides.

Al principio, se habló de la novísima Gran Vía como emplazamiento, y mezcló con la voluntad de homenajear a los fallecidos en la campaña de Rusia formando parte de la División Azul, pero pronto se centró la cuestión, y en noviembre ya se anunció, a más de un año vista, que se colocaría en la plaza de Santa Catalina y que el proyecto aprobado era original de los arquitectos Carbonell y García Palacios y la efigie del consagrado escultor González Moreno, que se encontraba en la plenitud de su arte.

No fue unánime la aceptación de la decisión adoptada, y desde las páginas de la prensa se propusieron otros emplazamientos, como la plaza de Santa Ana, la 'sartén' del Malecón o la plaza central de la nueva barriada de Vistabella, a donde no fue a parar el triunfo inmaculista, como es obvio, pero sí la artística farola a la que éste desplazó, y que aún puede ser admirada en la popular barriada.  

Llegado el día, se celebró por todo lo alto, con misa pontifical en la Catedral, presidida por el obispo Sanahuja, en la que fueron ordenados 12 nuevos sacerdotes, y el Ayuntamiento renovó el voto de defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen, que sus antecesores realizaron el 22 de junio de 1623. A continuación, las autoridades civiles y religiosas se trasladaron en procesión hasta una plaza de Santa Catalina abarrotada, como en sus mejores días, donde tuvo lugar la bendición del monumento.

A las cinco de la tarde salió de la Catedral una solemne procesión, en la que, en una carroza simbolizando una barca, figuraba la imagen de la Inmaculada Concepción. Marchaban en el cortejo todas las congregaciones y asociaciones religiosas de la ciudad con sus correspondientes insignias. De la carroza pendían doce cintas azules portadas por los nuevos sacerdotes que habían sido ordenados en la Catedral.

Hoy se cumplen 68 años de aquel día.

 

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