Al finalizar hace ya más de 100 años la Primera Guerra Mundial (IGM), se inventó un país quimera que se llamaba Yugoslavia. Bajo el nombre de la tierra de los eslavos del sur, se unieron por la fuerza de los hechos y armas (para muchos) y de iure (para pocos) diferentes etnias pero sobre todo religiones (origen del enconamiento de los enfrentamientos), que provenían de los rescoldos de esos dos grandes imperios colapsados por la derrota de aquella IGM: el imperio Otomano y el Imperio Austrohúngaro. Era cuestión de tiempo que al reunir bajo un mismo techo poblaciones enfrentadas durante casi 500 años, al menos, en multitud de guerras, tuviera un desenlace lúgubre. Ese es el motivo del título de este artículo, pues de nuevo vuelven las tensiones y posibles tambores de guerra a oírse en aquella península balcánica.
Porque hace ya tres décadas, tras liberarse de las ataduras de la dictadura comunista, que la República Socialista Federal de Yugoslavia del Mariscal Josip B. Tito saltó por los aires y produjo una serie de guerras civiles, que hasta que no vino el Tío Sam a poner orden en la Europa Balcánica, las instituciones comunitarias fueron impotentes, políticamente hablando, de llevar la paz a su propio territorio o vecindario. Ya entonces se escribió mucho de todos esos factores históricos globales enfrentados; desde el artículo de Francis Fukuyama de 1989 ¿El fin de la historia? hasta un más que acertado libro de 1993, y más focalizado en aquella área, La venganza de la Historia de Hermann Tertsch.
Hoy la combinación, otra vez, de múltiples factores endógenos (crisis económicas, egos enfrentados…) y exógenos (intereses económicos globalistas por una parte y de Vladimir Putin por otra…) está resultando fatal, provocando una nueva escalada, tras abrir en su momento la Caja de Pandora de separatismos, nacionalismos e independentismos; es decir, supremacismos y egoísmos con claro origen étnico-xenófobo. De las repúblicas que componían Yugoslavia, Eslovenia y Croacia son los países más estables y están integrados en la UE y la OTAN. Después, en cuanto a estabilidad (aunque con ciertos problemas de corrupción) le siguen Montenegro y Macedonia del Norte, ambos integrados en la OTAN. Después están los dos países que pudieran provocar, en un momento dado y con la oportuna e instigada por algún actor internacional interesado, una escalada de tensión, un nuevo conflicto en territorio europeo, como son Serbia y Bosnia - Herzegovina.
Serbia tiene el problema de que una parte importante de su territorio (que fue casi su origen, algo así como Kiev para los rusos) se ha declarado independiente, por primera vez en 1999 y por segunda en 2008. Esta región llamada Kosovo, en la que habitan un 90% originarios de etnia albanesa y el restante grupo mayoritariamente de origen serbio, está llevando a acabo una política de asimilación y homogeneización de forma bastante ruda. Por otra parte, Bosnia y Herzegovina -muchos ustedes la conocerán por las noticias en su momento por su dura guerra civil- está integrada por dos entidades: por la Federación de Bosnia y Herzegovina y por la República Srpska. En total, la mayoría, algo más de un 50% son de origen musulmán, un 30% de origen cristiano ortodoxo - serbio, y un 15% de católicos. Esta pluralidad étnico-religiosa desde su fundación y sobre todo desde la muerte de Tito ha sido el origen de innumerables conflictos.
Hoy el conflicto entre eslavos en el este de Europa, y que ha llevado, por ejemplo, a la escisión de la iglesia Ortodoxa de Ucrania del Patriarcado de Moscú, y éste a su vez, del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, ha tenido como una de sus réplicas: los temblores-tensiones entre los eslavos balcánicos. Ante movimientos oportunistas y algo aventureros de las autoridades independentistas de Kosovo, han provocado la reacción de los serbios del norte de esta región de Serbia. Y aún más, en las últimas horas Kosovo parece que ha provocado o instigado una incursión de tres de sus policías en territorio de la región limítrofe de Serbia. Fueron detenidos por las fuerzas de Seguridad de este país. Y, como comprenderán, esto ha llevado a todas las autoridades a tensionarse al máximo nuevamente. E incluso le Unión Europea envió una nota, ya veremos si algo más o no, a Prístina (capital de Kosovo), pidiendo la desescalada, y no realizar ningún tipo de acción que pueda provocar nuevas tensiones con Serbia, su metrópoli.
Ya ven: otra vez la diplomacia europea se ve en la tesitura de tomar medidas y exigir responsabilidad a las partes. ¿Estarán a la altura las autoridades de Bruselas, como Josep Borrell? O tendrá que actuar nuevamente el Tío Sam, y será verdad aquella frase de un político belga que dijo: "Europa es un gigante económico, un enano político y un gusano militar".