MURCIA. Todavía no se conoce si tendrá segunda temporada, pero Maricón perdido ya está en la carrera de ser de esas series que dejan marca social. Precisamente por ello, el sábado 30 de abril recibirá el Premio Conciencia en la segunda edición del festival Series Nostrum, en Altea. Carlos González, Gabriel Sánchez, Candela Peña, Alba Flores, Miguel Rellán o Carlos Bardem son algunos de los nombres que conforman un reparto tan humorístico como implicado. También se puede ver las caras de Pedro Almodóvar, Andreu Buenafuente y Berto Romero. A los mandos de la dirección, Alejandro Marín, en una producción de El Terrat, TNT España y WarnerMedia. Si todavía no sabes de qué trata, Bob Pop te lo explica. Él es el creador, el alma mater del proyecto y quien ha prestado algunos de sus episodios personales para guiar este audiovisual inconsciente y con estética retro pero realista. Además, se ha envalentonado a hacer un cameo de sí mismo delante de las cámaras.
- Maricón perdido es Premio Conciencia en el festival Series Nostrum. Es como el summum de la creación, ¿no? Por eso de que el arte busca remover conciencias y va tu serie y gana un premio tan social.
- Me parece precioso, sobre todo para mí que soy un inconsciente. De hecho, Maricón perdido es un acto de inconsciencia, de búsqueda, pero inconsciente.
- ¿A qué te refieres con una "búsqueda inconsciente"?
- Es una búsqueda de identidad, pero cuando empiezo a buscar me voy dando cuenta de cosas que ni siquiera me había contado a mí durante mucho tiempo. Cuando escribes, la creación busca despertar conciencias, pero muchas veces también te obliga a quitarle un poco de importancia a tu propia conciencia, a dejarte llevar y ver qué ríos subterráneos andan por ahí y dónde te llevan. Escribir siendo demasiado consciente de lo que vas a contar te limita demasiado.
- Al final, es la historia de una vida normal, de un niño que busca su sexualidad. Que parece que como espectadores estamos acostumbrados a que nos den lo más novedoso y nos olvidamos de que hay historias corrientes, reales, que está genial contarlas.
- Todas las historias normales son historias excepcionales, porque todos las hemos vivido de una forma diferente. Es bonito cuando consigues que esa historia que va desde lo personal, desde lo íntimo, sea para que mucha otra gente que a lo mejor no ha vivido exactamente eso, pero sí se siente implicada, llamada, referida. Eso me parece el auténtico regalo de la creación: ir de lo particular a una generalidad que, además, sea acogedora.
- Esta serie no le da un papel de gay al personaje gay. En el sentido de que la tendencia en muchísimos audiovisuales era (y en algunos sigue siendo) que al personaje LGTBIQ+ solo lo caracteriza pertenecer a ese colectivo. Aquí no. Aquí al protagonista le pasan cosas, muchas giran en torno a su orientación sexual, porque es importante, pero no se limita a ser el "personaje gay".
- Muchas veces, lo gay funciona como contraste. Es decir, si hubiera sido algo vivido con naturalidad, sin culpa, sin miedo, sin espacios clandestinos, probablemente no habría tenido que vivir esas otras historias. Es cierto que esta no es simplemente una historia de un chico gay, sino de un chico que se busca, en un mundo que le es raro, que está fuera, que no le pertenece y, a partir de ahí, intenta encajar en los dos mundos, en el que le rechaza y en el que cree que es el suyo, pero que tampoco lo es, porque no hay un mundo gay.
- Se busca, ¿pero se encuentra?
- Se va encontrando. Yo creo que nunca nos encontramos del todo; nos encontramos lo justo para rozarnos y viajar acompañados.
- Esta serie lleva bastante de ti. ¿Cómo ha sido bucear en episodios de tu vida, ficcionarlos y moldearlos en forma de serie?
- Ha sido muy divertido. Mucha gente cree que ha habido dolor, pero no. Yo me uso solamente como vehículo, como excusa para contar la historia que quiero contar. El material del que tiro es propio, pero edito muy bien ese material para conseguir el cuadro o la viñeta que quiero crear.
- ¿Piensas que hay algo de cliché en Maricón perdido?
- Me imagino que hay cliché en todas partes. El cliché nos sirve para dar por explicadas cosas que si tuviéramos que explicar desde cero tardaríamos mucho tiempo. Además, el cliché está para romperlo. Maricón perdido juega con esa ruptura de cliché, pero, evidentemente, hay cosas que yo he vivido tal cual y que pueden parecer cliché. No sé si es difícil separar la realidad propia de la que hemos ido aprendiendo a través de la ficción, de los propios clichés, pero lo acabamos confundiendo todo y asumiéndolo como propia autobiografía.
- Lo preguntaba porque no está ambientada en el presente, sino que se mueve entre los años 80, cuando obviamente había una realidad distinta.
- He querido huir de eso. No quería mostrar esa época idealizada. El trabajo que ha hecho Marta Bazaco en arte es precioso, porque no ha mostrado unos 80 y 90 de tienda vintage, sino de verdad, con ropa de verdad. Escapamos de ofrecer unos años de nostalgia o idealizados. Trata de ser todo lo contrario y, en este sentido, estoy muy contento con el trabajo del equipo artístico.
- Es cierto que tiene una estética muy retro...
- Sí, pero con la estética de la memoria real. Yo no buscaba esa memoria que quiere resignificar o redignificar cosas que en su momento ya eran feas y que tienen derecho a seguir siéndolo. No quería adaptarla a los gustos actuales ni hacer que visualmente fuera más estereotipada, porque no hubiera sido verdad.
- Y desde esa época hasta ahora, ¿qué crees que perdura y qué ha cambiado en cómo se trata o la mirada que se tiene del colectivo LGTBIQ+?
- Yo creo que perdura la aceptación de pérdida y el miedo, no tanto a ser quiénes somos, sino el miedo a que nos odien por ser quienes somos. Y el miedo a que la gente que nos quiere no acabe de aceptar quiénes somos, no por lo que somos, sino por el terror que les provoca el odio que eso despierta. Y cómo eso confunde una sensación de protección con una sensación de rechazo. Creo que eso continúa, que el odio sigue ahí.
Por suerte, creo que han cambiado los refugios: las familias, los amigos, los colegios... Son lugares menos hostiles de lo que lo eran en su momento. Como sociedad hemos avanzado.
- Incluso da la sensación de que han cambiado los términos. En la serie abanderáis la palabra maricón; un término que históricamente se ha usado como insulto ahora se lleva con honor. Es darle la vuelta a la tortilla.
- Es un gran logro de los colectivos que han sido machacados, que se han apropiado del insulto y del término despectivo para convertirlo en una medalla, en un símbolo de resiliencia. Maricón ha dejado de ser algo que nos lanzan para ser algo que nos ponemos en la cabeza y con lo que paseamos con orgullo y alegría.
- Con el reparto que tiene, su humor bastante sutil… Contiene toques de humor, pero no se queda ahí, porque el primer plano es totalmente social. ¿Cómo se ha trabajado esto?
- Cuando yo la escribí y cuando luego la rodamos, estaba muy obsesionado no solo con que mi historia estuviera allí, sino mi propia voz. A mí el humor me parece inevitable, porque durante toda mi vida ha sido una herramienta de defensa, reacción y pensamiento; el humor te permite una visión un poco lateral de las cosas. Eso lo expliqué muy bien a todo el reparto para que entendiera que no estábamos haciendo una tragedia, porque yo no me lo tomaba así. Me parece que la única manera de ir hacia delante es mirarte un poco desde fuera, que es lo que provoca el humor, y encontrar la gracia que tienen las cosas.
- La primera temporada ha recibido unas críticas estupendas, nominaciones y premios. ¿Da miedo o es un reto lanzarse con la segunda?
- Todo: miedo, reto, sensación de imposibilidad... Todos los pánicos que te puedas imaginar. Pero esa es la vida.
- ¿Hay fecha de estreno?
- Todavía ni siquiera hay confirmación de que habrá segunda temporada.
- Pensaba que ibas a soltarme la exclusiva...
- Yo estoy trabajando en ella. Estoy en el punto en el que sé que es una temporada y sé por dónde voy, pero sigo explorando.