MURCIA. Hace unos días vimos en los medios la noticia de una ambulancia que había tenido que ir abriéndose paso a lo largo de toda La Manga en mitad de un monumental atasco. Un atasco que, según relataban los sufridos conductores en redes sociales, coloreaba en rojo casi toda la antigua restinga de arena en el Google Maps, añadiendo una hora y media a la travesía calculada. Y lo peor es que no era debido a un accidente o a una problemática excepcional: era el tráfico de salida que se ha consolidado para una tarde de domingo cualquiera en verano.
Así pues, las colas kilométricas de coches en La Manga se han convertido en una postal habitual del estío murciano. Seguramente no será el último episodio de este tipo que tengamos este verano, lo cual lastra sin duda este idílico paraje como destino vacacional. Esta problemática suele reavivar periódicamente el debate de construir un acceso norte en La Manga en las conversaciones a pie de chiringuito. Un debate que, por lo general, decae a mediados de septiembre cuando los resignados turistas vuelven a sus quehaceres laborales.
La historia del acceso norte viene de lejos. Hubo un anteproyecto en la segunda República que ya planteaba esta idea. Tomás Maestre estuvo incluso a punto de empezar a urbanizar La Manga por ahí. Sin embargo, la azarosa negociación de la compra de terrenos hizo que empezase por el sur finalmente. Desde entonces, la idea de esta obra ha sobrevolado durante muchos años el imaginario murciano, hasta el punto que Valcárcel ordenó en su día realizar un estudio a la Consejería de Fomento para valorar su viabilidad. Dicho estudio planteaba diversas alternativas, definiendo como las más viables la ejecución de un viaducto desde el puerto Tomás Maestre hasta la zona del aeropuerto o desde Veneziola hasta San Pedro del Pinatar.
Dicho estudio no llegó muy lejos entre otras cuestiones porque, hoy por hoy, dicha obra es inviable desde muchos puntos de vista. El principal: el medioambiental, y es que el elevado número de figuras de protección que posee toda la zona a atravesar, sea cual sea su trazado, hace imposible que una obra de esta envergadura supere cualquier tramitación ambiental. Por otro lado, actualmente se enfrentaría a una controversia social importante, pues la situación del Mar Menor no invita precisamente a este tipo de aventuras. Y por último, una cuestión que muchas veces se obvia, es su viabilidad económica. Estamos hablando de una obra que fácilmente superaría los 100 o 200 millones de euros, y que, sin embargo, no tendría una demanda sostenida más allá de tres meses al año a causa de la elevada estacionalidad de nuestro turismo, lo cual va contra toda lógica en materia de planificación de infraestructuras.
Otra iniciativa que, sin embargo, sí me pareció razonable fue la que planteó el actual alcalde de San Javier Jose Miguel Luengo (hace ya casi una década) de realizar una pasarela peatonal de madera desde Veneziola. Esta actuación, más que generar una infraestructura de comunicación, lo que buscaba era hacer visitable turísticamente la zona. La propuesta (que tuvo en la Asamblea Regional el apoyo unánime de PP, PSOE y IU), naufragó cuando se le encargó a la Universidad de Murcia un estudio de alternativas (con el cual discrepé bastante tanto en su metodología como en sus resultados), que básicamente la única alternativa que ofrecía era ir en barco (para ese viaje no hacían falta esas alforjas).
Pero un problema sobre el cual habrá que empezar a reflexionar en La Manga tarde o temprano es, al margen de la problemática del tráfico, el de la seguridad. Tenemos miles de personas viviendo más allá del puente del Estacio, con la espada de Damocles de un incendio o una urgencia hospitalaria permanentemente a punto de caer, como demuestra la ambulancia del otro día abriéndose paso entre la interminable fila de coches.
Pero volvamos a la problemática del tráfico. Sobre esta cuestión han seguido habiendo más propuestas en los últimos años (tranvías elevados por arriba, metros subterráneos por abajo, etc. todo con escasa viabilidad). La más peregrina, sin duda, fue la que hizo el entonces alcalde de Cartagena José Lopez de MC que dijo que quería "ensanchar La Manga" para meter más carriles a la carretera central. Bromas aparte, hoy en día, incluso aunque fuese viable meter más carriles a la carretera, todos los consensos técnicos en materia de movilidad sostenible se orientan, en casos como este, más a una mejor gestión de las infraestructuras existentes que al incremento de su capacidad.
El fortalecimiento de los carriles bici y la posible ubicación de un gran aparcamiento disuasorio a las afueras de La Manga, combinado con mejoras en el transporte público como promueve el Ayuntamiento de Cartagena ahora con Noelia Arroyo, es una opción viable que va en ese sentido. Sin embargo, se trata de actuaciones que atenúan más bien el tráfico que genera el turista ocasional (vamos, los que llamamos 'domingueros'). Esto hace que el impacto de la medida sea relativo, pues La Manga mayoritariamente posee un turismo de segunda residencia.
Una medida que permanece pendiente de que alguien se atreva con ella es la anunciada, en varias ocasiones, puesta en marcha de los carriles reversibles en La Manga
En este sentido, una medida que permanece pendiente de que alguien se atreva con ella es la anunciada, en varias ocasiones, puesta en marcha de los carriles reversibles en La Manga. Una actuación que parece de perogrullo (pues basta con ver, en los episodios más críticos de colapso de la Gran Vía, la típica imagen de dos carriles cargados de coches hasta las trancas en un sentido, y los otros dos del sentido contrario vacíos). Sin embargo, es bastante más compleja de lo que parece, pues requiere instrumentación tecnológica, sistemas de gestión y monitorización del tráfico poco habituales y acertar a nivel urbano con la integración de los puntos de intercambio del flujo de tráfico. Mientras tanto, solo nos queda resignarnos y seguir armándonos de paciencia los domingos por la tarde cuando haya que salir de La Manga…
Salvador García-Ayllón Veintimilla
Profesor Fulbright del MIT e Investigador responsable del grupo de Política Territorial, Planificación Ambiental y de las Infraestructuras de la UPCT