En febrero de 2004 se produjo en Elche un accidente en un bar que causó la muerte de un niño de tres años. Se encontraba con sus padres en el establecimiento cuando jugando, le cayó encima una máquina de dardos con la mala suerte de que le aplastó la cabeza y no se pudo hacer nada por salvar su vida. Fue tremendo. La máquina cumplía todos los requisitos y había pasado una revisión recientemente. Era un local frecuentado habitualmente por la familia y nada podía presagiar el desgraciado accidente que costó la vida a este pequeño.
Recuerdo que se convocó una rueda de prensa y que los propios familiares nos explicaron cómo se había dado la situación. Fue la primera vez que me di cuenta que aunque estés en ese lugar por trabajo, el ser periodista no te da una coraza para no sentir. Acabé llorando. Los familiares del pequeño dijeron que aunque efectivamente, la máquina estaba instalada tal y como especificaba la normativa de entonces, iban a pedir que se estudiaran mejoras para que a nadie le pasara lo que ellos desgraciadamente habían vivido. Así se hizo y este tipo de máquinas ahora deben ir fijadas a la pared y al suelo. Siempre que veo una me acuerdo del niño.
A pesar de los avances en seguridad y prevención, es lógico que muchas veces se escapen variables que no son advertidas hasta que la casuística se produce. Hay miles de ejemplos. Se me ocurre el simple hecho de usar pintura en la calzada que no resbale cuando se moja o cómo en la última reforma del pavimento de la Plaza de Baix, se especificó que fuera a prueba de “resbalones”, después de que el ayuntamiento hubiera tenido que sufragar los gastos médicos ocasionados por varias caídas con el anterior diseño.
Hay cabos sueltos que hasta que no producen efectos no deseados es muy difícil atar. Y hay negligencias que ocasionan desgracias y que tiene culpables con nombres y apellidos.
Lo de las discotecas de Murcia es un ejemplo. Cuando vi la noticia me acordé enseguida del gravísimo incendio ocurrido en la discoteca Alcalá 20 cuando yo era pequeña. Ese incendio causó la muerte de 82 personas y puso sobre el foco varios problemas, el control del exceso de aforo de los locales de ocio, lo superaba la noche que pasó el suceso, la obligatoriedad de inspeccionar las salidas de emergencia, estaban cerradas con llave y nadie sabía cómo abrirlas, y el uso de materiales ignífugos en establecimientos de ese tipo, la discoteca estaba decorada con pesadas telas y tapicerías que alimentaron las llamas.
Se aprendió del error y se cambió la ley, los requisitos, normativa y las inspecciones pero, a pesar de ello, se vuelve a repetir la historia.
Vivimos otro grave suceso en una fiesta de Halloween en Madrid en 2012 con tres chicas fallecidas aplastadas al intentar salir de una discoteca. De nuevo por locales superando aforos y con irregularidades en los permisos y licencias por lo que son también fallos en el control de la administración. O el incendio en un restaurante de Madrid en mayo, también con víctimas mortales donde prendió la decoración del techo.
Recuerdo hace siglos estar saliendo de una conocida discoteca de Elche que ya no existe, Botti, y en el pasillo de acceso se produjo una situación que jamás se me ha borrado de la mente, y hablo de hace 35 años. Hubo unos minutos de gran tensión y empujones entre la gente que salíamos y los que entraban. Se produjeron gritos y lágrimas hasta que se despejó y afortunadamente no pasó nada, pero a mí me viene ese recuerdo con frecuencia y cuando voy a un sitio con mucha gente siempre tiendo localizar las salidas de emergencia.
Lo de Murcia es un desgraciado suceso, pero ya estamos viendo que a lo mejor no era tan imprevisible. Mal los que no cumplen las normas y mal los que no hacen por que se cumplan. En Elche y seguro que en muchas otras ciudades, se les ha erizado el vello de la nuca y se han puesto a revisarlo todo.