Podría haber sido cosa de Rossellini o Satyahit Ray, pero era el barrio de Watts en Los Angeles y la película la rodó un estudiante negro de UCLA. Era su proyecto de fin de estudios. Charles Burnett hizo todo. El guión, la cámara, la fotografía, la dirección, el montaje... los actores eran gente del barrio. No había grandes ambiciones, pero ahora se considera una de las 100 películas esenciales de la historia. Contar, no contaba nada, por eso contaba mucho. Era la vida, sin más, en ese barrio obrero
VALÈNCIA. Ha estado seleccionada como una de las mejores cien películas "cultural, histórica o estéticamente significativa" de Estados Unidos por el Registro Nacional de Cine la Biblioteca del Congreso. Killer of Sheep también fue distinguida entre el centenar que la Sociedad Nacional de Críticos de Cine considera esenciales de todos los tiempos. Sin embargo, su presupuesto fue de 10.000 dólares y los actores no eran profesionales, su autor, un chaval joven de nombre Charles Burnett, tuvo que rodarla durante fines de semana. Aun así, se llevó el Premio de la Crítica del Festival de Cine de Berlín de 1981 y una versión restaurada en 2007 también ganó el Premio Especial del Círculo de Críticos de Nueva York.
¿Y de qué trata semejante obra maestra? De nada. Un par de semanas en una familia de clase obrera del barrio de Watts en Los Angeles. Él trabaja en un matadero de ovejas y ella es ama de casa, los niños están sueltos por ahí. No hay narración tampoco, es un mosaico. Las escenas no responden a un argumento lineal, son independientes unas de otras. Simplemente, en cada plano se aborda un instante de la vida de estas personas. Para el espectador convencional, ver algo así es un infierno. El teórico del cine David Bordwell considera que este es un estilo generalmente reservado a los documentales.
Además de su faceta contemplativa de la vida ordinaria, hay ecos de cineastas españoles como Basilio Martín Patino. Al menos, en el uso de la música. Si el autor de Canciones para después de una guerra utilizó imágenes de archivo para jugar con la letra de las canciones populares de la época a la que pertenecían y así denunciar y mofarse irónicamente de la dictadura franquista, aquí hay canciones de blues y jazz, artistas como Paul Robeson, Dinah Washington, Louis Armstrong, Scott Joplin o Earth, Wind & Fire, que realizan la misma función. En este caso, mostrar de forma agridulce la vida de una familia de clase trabajadora negra en Los Ángeles y subrayar su alienación. De hecho, la gran influencia que recorre Killer of Sheep es Tiempos Modernos de Chaplin.
Precisamente, fue la música lo que condenó a la película. Por no tener dinero para pagar los derechos de autor, no pudo exhibirse mínimamente y cayó en el olvido. Se quedó sin lanzamiento comercial. Con los años, mucho después, cuando la fueron viendo estudiantes o académicos alucinaban. El director de fotografía Tim Orr dijo que cuando dio con una copia en 16 mm. en la escuela de cine de Carolina del Norte creyó haber "encontrado oro". Era una rara avis para un país dominado por la industria cinematográfica de Hollywood: "Nunca había visto una película estadounidense como esta... una sencillez cruda y honesta, me dejó en el sitio, emocionado y en silencio".
Aunque la película no tuvo recorrido por los derechos, tampoco era realmente lo esperado. Killer of Sheep era la tesis de Charles Burnett para la Escuela de Cine de UCLA. Artísticamente, estaba encuadrado en el Movimiento Independiente Negro, muy influenciado por el cine neorrealista italiano de los años 40 y el llamado cine del mundo, con maestros como Satyajit Ray, autor de la maravillosa Trilogía de Apu, a la cabeza. Pero aparte de eso, otro espíritu que sobrevuela la cinta es el del punk. El do it yourself, eran finales de los setenta y Burnett fue guionista, director, cámara, fotógrafo, editor y productor de la película.
La vertiente de la alienación, la pobreza y la degradación es evidente en la cinta. El protagonista, harto de trabajar en el matadero a horarios intempestivos, que luego no puede dormir, está deprimido. Su tristeza está arrastrando a su mujer al pozo, ella intenta que sonría, que tengan sexo, pero él la rechaza de forma sistemática. Aunque le queda orgullo, al menos, para ver que se puede estar peor, y se refiere a uno que vive en un descampado alimentándose de frutos silvestres.
Los vecinos traman golpes, incluso asesinatos. Intentan convencer al protagonista de que se una a ellos. Los robos están a la orden del día. Da igual si se entra en casa de un anciano y se le quita la televisión, si les sorprende, le insultan. El barrio de Watts, que estaba habitado por mucha población de origen sureño, ya había protagonizado conflictos en 1965, con decenas de muertos y miles de heridos.
Hubo un gesto de rebeldía en el director difícil de encontrar hoy. En una entrevista para Filmmaker explicó: "La hice para mostrar cómo era la clase obrera. Había muchas películas de estudiantes sobre trabajadores y pobres, pero no tenían conexión. Mucha gente hacía películas en las que decían que si haces ABC entonces sucederá D, que habrá algún tipo de resolución. Pero la vida no es así. La mía fue un intento de hacer una película sobre las personas con las que crecí y sus preocupaciones. Esperaba que se proyectara en contextos donde hubiera conversaciones sobre la clase trabajadora, que sirviera como apoyo visual. Obviamente, no hay soluciones simples para los problemas, y eso es lo que quería señalar".
La cuestión es que, con perspectiva, aquello era un paraíso, aunque suene contradictorio. Pocos años después, cuando llegó la invasión del crack esas comunidades se vieron asoladas. La alienación laboral, los negocios ruinosos y las casas pequeñas para familias numerosas no tienen nada que ver con los tiros, la adicción salvaje, la prostitución de adolescentes y las penas de cárcel indiscriminadas. Uno de los mejores fotógrafos estadounidenses, Jamel Shabazz, tiene una amplia obra sobre estos años que, de hecho, se titula en uno de sus volúmenes A time before crack. La gente era pobre, pero había felicidad. Al menos algo. Con el crack ya no hubo nada durante muchos años. Solo el infierno.
El propio director fue perfectamente consciente. En la citada entrevista reconoció que sintió cierta nostalgia al volver a ver la película años después. La comunidad que aparecía reflejada, decía, "a lo largo de los años ha sido devastada de muchas maneras". Al citado crack, añadió la violencia de las pandillas de los años 80. Al mirar atrás, lo que le llamaba la atención era la "inocencia" de aquellos años en los que solo eran pobres y currantes.
Es triste, pero la añoranza por un pasado edénico se manifestaba de esa manera. Era un tiempo en el que se podía conseguir un trabajo manual, aprender un oficio de tus padres, pero esos pequeños asideros para la supervivencia ahora han desaparecido. Ya daba muestras su propia película, cuando una madre reprende a un niño por dirigirse a ella como "my dear", como hacían en el sur de donde provenían. Algo de lo que se querían desprender, una cultura que consideraban pueblerina. Su siguiente película, My brother´s wedding, de 1983, estaría totalmente enfocada en ese fenómeno. Sin embargo, de alguna manera, el LA de los 70 era muy parecido al campo. Los niños crecían al aire libre en la periferia de la ciudad y todo el que podía tenía gallinas o conejos en el patio trasero de casa. Los vecinos eran como la familia. La gran urbe se tragó todo eso. Hasta hoy.