MURCIA. La nueva apuesta de RTVE para seleccionar a su representante para el festival de Eurovisión, que llegaba con la intención de convertirse en la gran apuesta musical de la temporada, baja la persiana. El primer Benidorm Fest, ciertamente, ha conseguido volver a atraer las miradas de eurofans y escépticos, alejándose de los fantasmas de las preselecciones pasadas. Tal ha sido la conversación social que hasta los políticos se han mojado con sus favoritos. A pesar del éxito, no todo ha sido de color de rosa. Hoy repasamos los aciertos y errores de esta primera edición del Benidorm Fest.
¿De qué sirve un festival de la canción si nadie escucha las canciones? Esta es la gran cuestión para que el Benidorm sea o no un éxito, para que no caiga en la irrelevancia de los últimos años del extinto festival de Benidorm. El evento musical no puede funcionar si las propuestas no generan interés y en este 2022 lo han conseguido. Con la máquina eurovisiva a todo tren, y a pesar de contar con pocas semanas desde la publicación de las candidaturas, las canciones han acabado sonando por todas partes. Prueba de ello son los números. La canción de Rigoberta Bandini, 'Ay, mamá', superaba ampliamente los tres millones de reproducciones en Spotify antes de que se emitiera el programa, mientras que el ‘Terra’ de Tanxugueiras rozaba los dos millones, números que han subido sensiblemente con la celebración del certamen. También la propuesta de Luna Ki, que se retiró de la competición días antes, supera el millón. El Benidorm Fest quería generar conversación -y reproducciones- y lo ha conseguido.
No se puede decir que el covid haya sido una sorpresa para los organizadores del Benidorm Fest. En 2020 el festival de Eurovisión se cancelaba por primera vez en la historia a causa de la pandemia, dejando el ‘Universo’ de Blas Cantó en un cajón. Volvía, eso sí, en 2021 aunque con estrictos protocolos y planes A, B, C y D para asegurar su celebración. En el caso de que un artista diera positivo, se planteaban varias opciones, como el uso de una grabación previa -que cada país realizaba- o la emisión de uno de los ensayos. Tal fue el caso de Australia, que no pudo viajar a Países Bajos, o la banda de Islandia, que dio positivo durante la semana eurovisiva. Sin embargo, esto ha sido un tanto atropellado en el Benidorm Fest, que ha definido sus protocolos con tan poco tiempo de antelación que ha hecho que el espectáculo quedara un poco deslucido. En el caso de Gonzalo Hermida, que dio positivo ya en Benidorm, se tuvo que conformar con la emisión de un videoclip, algo impropio del gran despliegue técnico y económico (recordemos que las arcas públicas aportan hasta 1,2 millones de euros) del certamen.
Si algo ha demostrado el Benidorm Fest es que para hacer una buena preselección no había que inventar la rueda, sino mirarse en quién lo está haciendo bien. Se ha hablado mucho de San Remo o el Melodifestivalen, la antesala de Eurovisión en Italia y Suecia respectivamente, como fuente de inspiración para el nuevo proyecto de RTVE, pero en el fondo el Benidorm se ha mirado en el propio Eurovisión. El nuevo festival mantiene una estructura casi idéntica a la del certamen europeo, con dos semifinales y una final, y una estructura ágil dividida en dos partes: actuaciones en directo y el clímax de las votaciones, un formato reconocible hasta para el que se haya descolgado de Eurovisión en los últimos años. Además, la cadena pública ha optado por alejarse lo más posible de la imagen de talent show al uso, diferenciándose de Operación Triunfo o La Voz, para acercarse más a ese espíritu deportivo/eurovisivo centrado en artistas profesionales y no amateurs.
El reparto de entradas para acudir a las dos semifinales y gran final del festival ha sido uno de los puntos flacos de la organización de esta edición. A pocos días de su celebración, de hecho, poco se sabía sobre el tema. La propia RTVE admitía que la pandemia estaba retrasando el asunto, con lo que a dos semanas del evento todavía no sabían cuántas entradas iban a despachar. No se sabía el número ni tampoco el cómo. Primero iban a ser adquiridas por una plataforma de venta de tickets, con el compromiso de asistir a las tres galas, después llegaron los sorteos… una confusión que ha pasado factura en los días previos.
Una de las claves de Benidorm Fest ha sido que ha estado pegado a la actualidad tanto musical como socialmente, un reflejo que rara vez se ha visto en las preselecciones españolas, que parecían sacadas del baúl de los recuerdos. En este caso el nuevo certamen es una fotografía de su tiempo. Una de las figuras claves de esta actualización es, sin duda, la de Rigoberta Bandini. El proyecto de Paula Ribó empezó a rodar en 2020 y en poco tiempo ha acabado colgando el cartel de ‘no hay entradas’, una corta pero fructífera trayectoria que a priori no encajaría en esa visión antigua de ‘lo eurovisivo’. Su propuesta disruptiva y feminista ha sido clave para llevar a RTVE al siglo XXI, algo que solo podría remitir a esa estrella fugaz eurovisiva que fue La Casa Azul y su ‘Revolución sexual’. También han sido clave en esto figuras como Varry Brava, habituales de los carteles de festivales de música, o Luna Ki quien, a pesar de haberse bajado del carro días antes, ha generado conversación en torno a las nuevas (o no tan nuevas) de hacer música.
Mala decisión la de no aceptar la propuesta de Luna Ki tal y como estaba concebida. Hacerlo habría sido interesante a la hora de que Benidorm Fest se situara como marca independiente de Eurovisión, un festival con entidad propia y no solo una preselección. Además, de poco sirve hablar de cantar en directo cuando muchas de las propuestas que se vieron en el escenario contaban con voces pregrabadas que en ocasiones llegaban a ocultar la presencial.