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Patricia Almarcegui: “Quizás hay que empezar a hablar de literatura del turismo”

La escritora, viajera y profesora de Literatura Comparada, publica en Candaya esta antología de notas inspiradísimas sobre el país del sol naciente que ha extraído de sus envidiables cuadernos

31/05/2021 - 

MURCIA. Las ideas apuntadas al vuelo, las que se atrapan en el aire y se bajan a la página, y allí se despliegan en su preciso esplendor, son la quintaesencia de lo bueno: son la droga más pura, menos adulterada por la necesidad de completar párrafos para llegar a ser, pongamos por caso, una novela al uso, un libro con una extensión estándar: en las notas reside la belleza más sobrecogedora, el instante más auténtico. El instante, claro, puede ser una observación detallada, una explicación, una cita oportuna que viene a cuento y que procesada de nuevo por quien anota, con una intención distinta, adquiere un nuevo significado, posibilita nuevas lecturas. Cuadernos perdidos de Japón (Editorial Candaya, 2021), de Patricia Almarcegui, tiene el espíritu del movimiento, la consistencia de lo que ha sido captado fuera [de casa, de una misma].

¿Cuánto tiempo has pasado en Japón?

Patricia Almarcegui: No llega a cuatro meses: fueron dos viajes, uno en dos mil ocho, de entorno a las siete semanas, y otro en dos mil dieciocho, cuando volví durante un mes. Cerca de cuatro meses en total, y lo que también es importante: como cuatrocientas cincuenta páginas en cuatro diarios de viaje, manuscritas, que es otra cosa [risas].

¿Percibiste Japón muy diferente a tu vuelta diez años después de la primera vez?

No lo vi demasiado diferente. Y no lo vi demasiado diferente porque lo que ha cambiado tremendamente en ese tiempo ha sido España. Diríamos que el shock es diferente, pero porque es mi contexto el que ha cambiado.

Al escribir sobre algo, lo entendemos mejor. Tú que has escrito de Japón quizás puedas responder a esto. ¿Hacia dónde se dirige Japón?

Uf. Se me ocurre que no sé si se le va a tener tanto en cuenta como se le ha tenido hace ocho o nueve años. También tiene unas desigualdades sociales tremendas, económicas, y además consigue tener el nivel económico que tiene también con un endeudamiento muy fuerte. Aquí nos vamos a pensar el tenerlo como un país al que seguir. Hacia dónde se dirige... es complicado. ¿Qué va a pasar ahora con las Olimpiadas, que aún no se sabe? Eso va a ser importante. Y también procesos, como el de ser una sociedad menos patriarcal y menos machista: eso en concreto ya está cambiando. Sobre todo, las diferencias con nosotros, y las nuestras respecto a ellos, van a ser cada vez menores. Se va a continuar en el conseguir unas políticas medioambientales más justas, una paridad mayor, e incluso se están replanteando ya el tema de los emperadores. Japón está cambiando porque no queda más remedio.

Dices que en un momento dado, tus cuadernos se convirtieron en diarios. ¿Cuáles son las principales diferencias entre las naturalezas de un cuaderno y un diario?

Hay diferencias. Creo que es mucho más sensorial y más emotivo hablar de la vida de diario —aunque cada vez hablo yo menos en mis diarios de mi vida de diario, porque creo que ya no tiene tanto interés—. Cuando viajas, apelas mucho más al exterior, a la descripción, porque lo que ves te asombra, y el día a día te asombra menos. Hay un yoísmo, un solipsismo mayor en ese diario íntimo, y en el otro lado, hablas de todo lo demás, es verdad que respecto a una, pero fijándote mucho más en el exterior. Por ejemplo: la descripción del palacio de Katsura.

¿Cómo han vivido tus diarios el confinamiento?

Como te decía, cada vez escribo menos en los diarios. He escrito cosas, muy pocas cosas, de una manera muy poética. Han quedado casi poemas en algunos casos. No he escrito demasiado, pero en lo que he escrito, hablo mucho de la necesidad de proyectar el futuro, que eso han sido todos estos meses. Había una cosa que me venía a mí del estómago: cuando empezaba a pensar en lo que querría hacer y lo que iba a hacer, no había manera de proyectarlo. El confinamiento ha sido el tiempo de la eternidad en La montaña mágica: cada día se hacían las mismas cosas a las mismas horas, y eso nos ha salvado. El tiempo eterno, que es el tiempo igual. Durante el confinamiento también he leído mucho, y mucho catálogo de arte. Estoy convencida de que como los catálogos de arte tienen descripción del cuadro, despertaba en mí algo de niña: me gustaba leer, ver la imagen y leerla. Me entretenía mucho.

¿Cómo se escribe de viajes en un mundo tan turistificado y tan conectado?

Bueno, quizás hay que empezar a hablar de literatura del turismo, y no de literatura de viajes. Quizás hay que cambiarle el término. En todo caso: la literatura de viajes es una literatura de una persona que escribe, es decir, no deja de ser algo literario; la literatura para cada escritor es diferente y única, por lo tanto, aún se le pueden dar muchas vueltas a la escritura, no tiene por qué aburrir, se le puede dar mucha vida, mucho cambio, mucho formato. Todavía está ahí y es lo que hay que hacer.

¿Cómo será la literatura de viajes postpandemia?

En primer lugar, dos cosas: la gente va a desear más viajar, ya no va a dejar pasar el tiempo; si uno ha querido viajar a Armenia, lo primero que va a hacer es viajar a Armenia; dos: yo quiero creer que una parte de la población se va a cuestionar a dónde va su dinero, los pájaros que está matando cuando coge un vuelo... todo eso ya está cambiando. Hay una responsabilidad en el viaje. Una parte cada vez mayor de la población va a ser responsable, va a apostar por un viajar ético. Una cosa de la que hablo en Cuadernos perdidos de Japón y de la que también hablo en mis ensayos, es que si algo ha cambiado la literatura de viajes, la crónica de viaje y la literatura en general, es que hoy el narrador es un narrador que ya no es inocente frente a lo que cuenta, y está cuestionándose todo el tiempo, ¿cómo voy a hablar de esto, cómo voy a hablar de lo otro? Hemos dejado de ser inocentes respecto al yo que aparece en el narrador.

Puede ser que como aparece en tu libro, te lo hayan preguntado ya varias veces: ¿ha muerto el viaje?

No, no, no. ¡Qué va! Gente famosa con la que he coincido en actos a los que me invitan, suele terminar la sesión yendo en contra del viaje, con eso de que el viaje ha muerto, y el discurso les acaba llevando a aquella vez que visitaron Las Vegas, y a ahora, que ya no es lo que era. El viaje no ha muerto. El otro día me hicieron una pregunta: ¿qué pasará con los sitios a los que íbamos antes, cómo nos los encontraremos? Esos sitios pueden ser una ruina o pueden haber desaparecido. Puede que no existan. Y puede que las personas hayan emigrado a otro lugar. Va a haber lugares que ya no van a estar. Pero el viaje no ha muerto. Mírame aquí.

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