MURCIA. En el último artículo traté uno de los asuntos más comentados durante los últimos meses: el teletrabajo: los retos que presenta y sus posibles consecuencias.
Y no quiero terminar el año sin referirme a otro de los temas 'estrella' de este tiempo de pandemia: los webinars, término no admitido aún oficialmente en nuestra lengua, pero que el diccionario de Oxford define como "presentación o seminario que se realiza a través de Internet".
El pasado mes de marzo me parece que pocos -entre los que desde luego no me incluyo- habían oído este término. Sí nos sonaba la 'videoconferencia', aunque con una utilización marginal en el ámbito profesional; y quizá un poco más utilizada en el ámbito familiar, a través de aplicaciones como Skype o la videollamada de WhatsApp.
"Corremos el riesgo de caer en el síndrome de Google: creer que buscar en Internet nos convierte en unos expertos en la materia"
Era difícil imaginar que a los pocos meses muchos de nuestros queridos mayores –incluso aquellos a los que el teléfono móvil les sigue dando casi 'miedo'- manejarían con relativa facilidad aplicaciones a través de las cuales poder ver las caras y voces de sus hijos y nietos.
El avance que ha supuesto en nuestra vida y las posibilidades que abren estas nuevas formas de comunicación son desde luego innegables e irreversibles. Y también para el mundo empresarial, donde cada vez resulta más necesario el reciclaje y una formación continua que nos mantenga al día en las tendencias y nuevos conocimientos de nuestro propio campo de trabajo.
Porque si la formación siempre ha sido básica en el desarrollo de la vida profesional, se hace más necesaria hoy, en un contexto en el que el conocimiento -y en especial la tecnología- avanzan a un ritmo frenético.
Basta pensar por ejemplo que en poco más de 30 años hemos asistido a la aparición de 5 generaciones distintas de tecnología de móviles, cada vez con más posibilidades de comunicación y con una mayor velocidad. Aún recuerdo cómo en la primera empresa en la que trabajé –a finales de los 80- pasaron 2 o 3 años antes de que adquiriéramos el primer teléfono móvil. Y era una empresa que facturaba 12 millones de euros (bueno, por aquel entonces en pesetas…).
Pero quería reflexionar un poco sobre la expansión de las webinars. No sé si les habrá pasado a Vdes., pero la gran mayoría de personas con quienes lo he comentado coincidían en el 'bombardeo' al que han sido sometidas con ofertas de asistencia a estas sesiones virtuales: escuelas de negocios, colegios profesionales, asociaciones de todo tipo, bancos, instituciones públicas, redes sociales, etc., se han 'lanzado' a organizar estos eventos, la mayor parte de las veces con títulos muy interesantes.
Leía hace unos meses que "Google ofrecerá cursos por 300 dólares que se podrán terminar en seis meses y que -según ellos- se pueden equiparar a una carrera universitaria". Y en esta misma cabecera que "YouTube no tiene nada que envidiarle a la mejor universidad, pero sí al revés".
Aunque llevo unos años cursando un segundo grado en la UNED, no voy a hacer una defensa a ultranza de la Universidad, pues efectivamente me parece que en los últimos decenios su prestigio está en 'caída libre', en especial en España, y habría que hacer una profunda reflexión sobre su papel en la sociedad y sobre su propia gestión. Pero concluir que puede ser sustituida por cursos de 300 dólares o por una simple herramienta como YouTube, me parece que es dar un salto al vacío y sin red. El hecho de que -ahora que resulta mucho más fácil y económico- alguien se ponga delante una cámara no lo convierte en un buen 'enseñante'.
En estos meses he asistido a unas cuantas webinars que inicialmente me parecían interesantes, y mi conclusión es que no es oro todo lo que reluce. Más bien considero que, como siempre, el verdadero conocimiento escasea, quizás porque requiere esfuerzo. Mi experiencia es que, junto a unas pocas webinars interesantes, en un mayor número ocasiones he decidido desconectarme para no perder el tiempo.
A mi juicio, también en este nuevo 'mercado' corremos el riesgo de caer en el síndrome de Google. Como ya he explicado alguna vez, es ese síndrome que involuntariamente nos afecta, y nos hace creer que el hecho de buscar en Internet un concepto o un tema, y leer dos artículos, o incluso tan solo lo que dice Wikipedia, nos convierte en unos expertos en la materia. Y así, en esas webinars a que me refería, he sido testigo de cómo 'gurús' de Bolsa con puestos importantes en empresas de prestigio basaban toda su intervención en desarrollar dos titulares de periódico, o cómo economistas explicaban conceptos elementales como si estuvieran descubriendo la pólvora.
Así que termino el año animando a todos a destinar de manera habitual un tiempo concreto a nuestro reciclaje y formación. Pero antes, y más importante, contrastando la calidad de esa formación con alguien que nos pueda aconsejar. También en este mercado se puede aplicar aquello de que "muchas veces, lo barato sale caro".
Y si me permiten un último consejo: dediquen a diario un tiempo a leer un buen libro. Es la mejor forma de superar ese síndrome de Google.
Les deseo una muy feliz Navidad y un 2021 'normal'.
Economista
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