MURCIA. Ahora puede parecer oportunista, pero la verdad es que hace años que llevo dando vueltas a la libertad como antónimo de la responsabilidad. Todo a cuenta de la anarquía, la acracia, el socialismo utópico y la teoría de que el consenso es mejor que la democracia, que es a los que nos dedicamos los que hemos ligado menos que un heterosexual disléxico en Tinder, según un estudio de la Universidad de Alicante. Con la anarquía sucede como con la ortografía, si no la dominas, suspendes los exámenes. Porque el ejercicio de la libertad sin gobierno exige una tremenda responsabilidad, al igual que un superpoder arácnido. Y sin tener en cuenta tus deberes con el vecino, no existe. En resumidas cuentas. Que la mejor manera de alcanzar un acuerdo es que todas las partes cedan, que las restricciones sanitarias no han sido una represión totalitaria, que la libertad no está en el fondo de una litrona de calimotxo y que mi vocación de nazi ortográfico llegó tarde a la irrupción de las redes sociales de encuentros fortuitos. Velay, que diría Forges.
"Con la anarquía sucede como con la ortografía, si no la dominas, suspendes los exámenes"
Sigamos con el flirteo. Me vi obligado a recurrir a la pose de poeta maldito durante mi juventud, porque entre las muchas virtudes que me adornan no se encuentra la del físico despampanante. Sé, por tanto, de la importancia de la actitud y del encanto de la mirada entrecerrada de miope que se relaciona con largas jornadas de lectura. Cuentan las leyendas que era uno de los hechizos de Marilyn Monroe, tan cegata como servidor, pero con mejores andares. Lo digo porque echar la culpa a Baudelaire y practicar como único deporte el spleen de París es algo que da muy buenos resultados a la hora de despertar cierto interés. Aunque, en el fondo, la única responsabilidad de tu atonía muscular sean las largas horas echadas frente a un reproductor de vídeo. Otra vez resumo cuentas. En esta ocasión, y pese a la interminable partida de pingpong a puerta cerrada en que se ha convertido la política, creo que no vamos a poder echar la culpa al profesor de que el examen de desescalada nos haya salido mal, independientemente de la edad que fije nuestro DNI. Tener algo de conciencia cívica entraba desde el principio en nuestros apuntes y si no lo hemos estudiado a fondo, ha sido por pereza. Porque, repito, el ejercicio de la libertad exige una tremenda responsabilidad.
Creo que ya aludí una vez a que nadie explica en las autoescuelas que las luces de los automóviles no se usan tanto para ver como para que te vean. Eso es algo que se aprende en el ejercicio de la conducción. Creo que con la normativa sanitaria del estado de alarma ha sucedido algo similar. No hemos sabido transmitir, me incluyo, como beneficiario de esta tribuna pública, que las medidas de prevención no se ceñían únicamente a nuestra posibilidad de contagio, sino a reducir el riesgo ajeno y, en gran medida, a aliviar la presión hospitalaria y la tensión arterial del personal sanitario, que se ha puesto al límite. Así que, ojo. Llevemos cuidado. Afrontemos la vuelta a la normalidad con calma. Porque, al contrario de lo que sugieren series como Anatomía de Grey, en las UCI se liga poco. Por mucho que uses Tinder y lleves el María Moliner bajo el brazo.