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el tintero / OPINIÓN

¿La historia? No, mi historia

Parafraseando la popular cita de Machado sobre la verdad, parece que la historia será la que diga el Gobierno y la libertad para estudiarla, interpretarla e incluso opinar estará circunscrita a lo que diga la ley recientemente aprobada

26/07/2021 - 

MURCIA. La crisis sanitaria o económica llena las noticias junto a otras historias como que uno de los magnates del siglo XXI ya ha conquistado el espacio y con todo ello dejamos de lado, e incluso ignoramos a veces voluntariamente, otro tipo de noticias que, pese a ocupar titulares se nos hacen bola, como cuando de niños tocaba comer carne y masticar y no sabías como tragarte ese trozo. Una sensación de hastío que, unido al calor y la vuelta a algunas de las restricciones, deja al ciudadano medio casi ko, sin ganas de nada, sólo de sobrellevar esta época realmente extraña.

La historia es una materia apasionante; de hecho, en mi etapa de estudiante de bachiller donde, además de la asignatura que todos estudiábamos, elegí en la rama de letras, historia del arte: otra forma de conocer y entender la historia realmente apasionante y que me marcó en mi visión del mundo. Aún recuerdo con cariño aquel maestro que con meticulosidad y verdadera devoción preparaba las diapositivas y nos enseñaba las grandes obras realizadas por el ser humano en disciplinas como la pintura, la arquitectura, la escultura y otras disciplinas artísticas. Imagino si cada vez que analizábamos una de esas obras, el docente nos hubiera dado su opinión o mejor, nos hubiera dicho que algunas obras no cumplían los requisitos para ser estudiadas y directamente las hubieran retirado del material académico.

La historia es la que es, pero la realidad es que no puede existir un archivo donde todo quede grabado tanto visual como testimonialmente, sino que son las personas y especialmente los historiadores y cronistas quienes a través de sus trabajos nos legan lo que ocurrió en tiempos pretéritos, con el paso del tiempo el estudio de dichos documentos se abre a interpretaciones y valoraciones de las generaciones venideras. Pero además de los textos o fotografías y vídeos en las épocas más recientes, está una de las formas de transmisión más antigua: la oral. El contar lo que uno ha vivido a sus semejantes y descendientes para que así se pueda transmitir de generación en generación, esto sucede especialmente con la cultura popular como son las tradiciones religiosas y festivas o los refranes.

La España de 2021 poco tiene que ver con la de hace 85 años, aunque como cualquier otra nación mantiene muchas de sus costumbres y tradiciones, pese a la tempestad de una modernidad bautizada como progreso y bendecida como positiva por el simple hecho de serlo. Cada vez más voces críticas con esa idea de que siempre vivimos mejor que antes, siempre somos más felices que nuestros antepasados y siempre hacemos las cosas mejor. En muchos aspectos sí y en otros no y afirmar algo así como hace la autora de Feria, Ana Iris Simón cuando dice que sus padres a su edad vivían mejor que ella, es tener la suficiente capacidad crítica para entender la realidad e interpretar la historia sin dogmatismos ni fundamentalismos.

La nueva ley que anunció el nuevo hombre fuerte del gobierno de España tiene mucho de ataque a la libertad de expresión como así reconocían las recomendaciones del Consejo General del Poder Judicial a dicho texto legal, además propone la creación de una nueva fiscalía adhoc para juzgar los hechos de hace 85 años con la visión y mentalidad actual, pero además la que la ley diga sin margen para la interpretación. Una ley que nace de un espíritu que combina lo trasnochado de sus postulados con un rencor y revanchismo inexistente en la calle, por motivos obvios cronológicos y generacionales. Una España del siglo XXI con gobernantes del siglo XIX empeñados en confrontar todo el tiempo a los ciudadanos a los que deberían ofrecer mayores espacios de libertad en toda su expresión y sobre todo ayudar a superar una de las mayores crisis. Ojalá pronto podamos hablar, como algunos auguraban de los nuevos y felices años 20 del siglo XXI y dejemos atrás este revisionismo perverso.

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