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'Sin huellas': mujeres que huyen entre la comedia y la acción

7/04/2023 - 

MURCIA. Está promocionando poco Prime Video Sin huellas y no se entiende el motivo, porque la serie bien lo merece. Acción, comedia, costumbrismo, reivindicación feminista sin tesis y mucho entretenimiento. Puede que quizá sea un poco repetitivo el esquema de encuentros, desencuentros y huida permanente, pero mantiene un ritmo excelente, sin desfallecer, y una química espectacular entre sus protagonistas, no solo las actrices. 

¿Y de qué va Sin huellas? Esta es la historia de dos asistentas, una gitana y otra inmigrante mexicana, en situación muy muy muy precaria que, un día, se topan con un cadáver en una casa a la que han sido llamadas para limpiar. A partir de ahí comienza una loca carrera en la que deben huir tanto de la policía, porque, mira por dónde, han limpiado el escenario de un crimen sin saberlo, como de unos sicarios rusos y una familia de millonarios nada edificantes que algo tienen que ver con lo sucedido.

A veces toman decisiones sabias, otras muy estúpidas y, mayormente, no saben ni por dónde les viene el ataque de cualquiera de sus perseguidores ni cómo han llegado allí. Reconozco que a mí también me sería muy difícil ahora mismo hacer un resumen del trayecto de ambas y sus idas y venidas, pero eso no es relevante, como en muchos relatos de acción. Aquí lo que vale es la relación entre ambas y el modo en que se van enfrentando con ingenio y una especie de inteligencia natural a gentes con las que nunca debieron haberse topado, que bastantes problemas tenían ya solo con conseguir llegar a fin de mes y pagar el alquiler. 

La serie, rodada y ambientada en Alicante, parte de una idea del cineasta valenciano Gabi Ochoa y de Héctor Beltrán, que forman el equipo de guionistas junto con Carlos Pando y Sara Antuña. No hace mucho aquí en Culturplaza explicaron cómo fue todo el proceso de creación y producción.

Sin huellas vuelve a ser una demostración, como lo es en otra escala The Last of Us, de hasta qué punto construir buenos personajes es imprescindible para que una serie funcione y mantenga el interés, aunque se mueva dentro de determinados parámetros del género de acción o de la comedia y tenga que cumplir con algunas convenciones. Si, además, estén encarnadas por dos actrices como Carolina Yuste y Camila Soldi, cuyas naturalidad y soltura, incluso en las situaciones más forzadas, son proverbiales, la serie tiene mucho ganado.

Pero es que aquí también hay un punto de vista que juega a la carta de cierta veracidad, aunque sea un mundo de sicarios, cadáveres debajo de las camas y cantantes de mariachi, que también hay. Me refiero al tratamiento de los personajes femeninos, una veracidad vinculada al hecho de que se trata de contar una historia de dos limpiadoras, de sus condiciones precarias de vida, del hecho de ser gitana y migrante y también lesbiana en uno de los casos. Esto impone cierta mirada de compromiso con la realidad. 

Si comparamos esta serie con Sky Rojo, que también tiene mujeres que huyen de hombres, en este caso prostitutas, sicarios, armas, disparos y persecuciones, la diferencia es enorme. La pretendida denuncia del maltrato y la violencia contra las mujeres que Sky Rojo plantea se pierde en cuanto se decide filmar a las protagonistas, o a cualquier otra mujer que aparezca en el relato, de forma hipersexualizada, y convertirlas, a través de la cámara, en puro objeto. Nada de esto hay en Sin huellas, ni el guion ni en la imagen. Y no porque no haya sexo o no se hable de él, sino porque la mirada que se aplica a estas mujeres las sitúa verdaderamente como sujetos. Algo que, oye, parece mentira, pero no es tan fácil de encontrar, y menos en series de este tipo, de las que juegan principalmente a la carta del entretenimiento puro, sin pretender sentar cátedra sobre grandes cuestiones. 

También es muy de agradecer, y tiene relación con lo que acabamos de decir, el modo en que se presenta a una de las protagonistas que es gitana y lesbiana. Esto forma parte del personaje sin que sea ni un drama, ni el todo que explica su personalidad. Es algo que forma parte de ella pero que no la define, porque su identidad está hecha de muchas cosas. El tratamiento de estas cuestiones tiene que ver con esa naturalidad de la que hablaba antes, esa condición de mujeres reales que nos trasmite la serie a través tanto del modo en que están escritos los personajes, como de la interpretación. Y es notable que funcione, teniendo en cuenta el tipo de historia un poco descabellada y enloquecida que nos está contando. 


Además, estas protagonistas, con su veracidad y su naturalidad, marcan una gran diferencia con la presencia de personajes altamente estereotipados, construidos así de forma deliberada, entiendo, como los sicarios y algunos de los millonarios. Se trata de jugar con los clichés del género de acción y el thriller para hacerlo chocar con el mundo cotidiano de las limpiadoras protagonistas. Y, también, claro, para hacer saltar el humor en ese choque, cosa que consigue con bastante eficacia. En resumen, un buen divertimento bien escrito e interpretado, que, dadas las características de sus protagonistas y parte del argumento, no renuncia a una mirada socialmente comprometida. 

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