De Franco decían los marroquíes (y después sus muchos propagandistas) que tenía "baraka" (suerte, fortuna), por cómo había logrado escapar de la muerte en diversas ocasiones durante la guerra de Marruecos. Viendo su trayectoria posterior, habrá que convenir que sí, el dictador tuvo mucha "baraka" en la vida: ganó la Guerra Civil aliado con el fascismo europeo y después logró eludir sus evidentes y clamorosas vinculaciones con el fascismo europeo derrotado en la Guerra Mundial, lo suficiente como para mantenerse en el poder casi cuarenta años y morir tranquilamente en la cama (enriqueciendo en el camino a familiares, amigos, compañeros de viaje y, por supuesto, él mismo).
También el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atesora "baraka" en cantidades industriales: obtuvo la Secretaría General del PSOE casi por accidente, le echaron tras perder dos elecciones con los peores resultados de la historia del PSOE, volvió en una de esas historias de caída y redención ya muy trilladas en la ficción, pero por lo inverosímil, y luego también llegó a la Presidencia del Gobierno más o menos por accidente. A este hombre las oportunidades le han surgido de improviso y las ha sabido aprovechar cuando nadie daba un duro por él. Es normal, en ese contexto, que piense que esta vez también la suerte le vendrá de cara en algún momento y él podrá aprovecharla para continuar mandando, que es de lo que se trata.
Sin embargo, últimamente a Sánchez se le acumulan las malas noticias. El caso "Mediador", si se analiza pragmáticamente, no parece tener demasiado alcance. Las cantidades arrambladas por los integrantes de la trama se cuentan por ahora en miles de euros, no en millones. Pero, claro, eso es lo de menos, pues hacía tiempo que no nos topábamos con un escándalo de corrupción tan colorido: prostitutas, extorsión a empresarios, un general de la Guardia Civil guardando fajos de dinero en una caja de zapatos, un diputado del PSOE, "Tito Berni", que montaba cenas con dichos empresarios y con otros diputados del PSOE que ahora aclaran que ellos iban sólo a cenar, pero que luego se santiguaban y a casita a dormir, que nada de confraternizar con los empresarios ni mucho menos las prostitutas que venían luego (contratadas por su correligionario a veces en los mismos días en que su partido desplegaba encendidas soflamas en el Congreso contra la esclavitud de la prostitución), un señor "Mediador" al que no te puedes imaginar mediando en casi ningún sitio... Estos son los escándalos que gustan a la prensa y son la comidilla del público.
Es un escándalo que llega, para Sánchez, en el peor momento posible, pues enmascarará las revelaciones del caso Kitchen y otros asuntos que afectan al PP, sin duda de mayor calado, pero menor "glamour" de corrupción casposa. Y se suma a otras cosas que ya vienen arrastrándose desde hace meses, como el ridículo de la Ley del Sí es Sí, una ley elaborada desde la izquierda con criterios en algunos aspectos indistinguibles de los que aplicaría la extrema derecha (más cárcel y más dureza para afrontar la violencia contra las mujeres), pero que se aplica mal y consigue en algunos casos (cuantitativamente muy significativos) los efectos contrarios a los que buscaba. O como los preocupantes efectos colaterales de la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania (y de otros factores), fundamentalmente el crecimiento de la inflación desde hace ya un año y sus consecuencias económicas en órdenes diversos (incremento del coste de la vida, destrucción de empresas y empleos, incremento de las hipotecas y un largo etcétera). Por no hablar del misterio de la relación con Marruecos, que recordemos que ya nos ha costado la ruptura con Argelia y su gas natural (recurso cuyo valor se ha incrementado en este último año por razones obvias) y dejar definitivamente tirados a los saharauis después de décadas de marear la perdiz. Como en 1975, y a cambio de... ¿nada? Desde hace un año, la relación bilateral está planteada en unos términos tan insólitos que los rumores malintencionados sobre los contenidos del móvil de Pedro Sánchez que puedan tener los servicios secretos marroquíes se antojan cada vez más verosímiles.
Frente a esta situación, los medios de comunicación aportan insistentemente el dato de que, de producirse hoy las elecciones generales, el PP sin duda las ganaría y tal vez podría sumar mayoría absoluta con Vox. En el PSOE y la izquierda se aferran a la idea de que pueden darle la vuelta a estas encuestas y de que el PP no cuenta apenas con opciones para pactar, más allá de Vox. Pero, visto el contexto en el que nos movemos, tal vez haya aquí un componente muy grande de autoengaño, como lo hubo en los procesos electorales más recientes, en Madrid (donde la izquierda se presentó para parar al fascismo de Isabel Díaz Ayuso y fue arrasada electoralmente por dicho fascismo) y sobre todo en Andalucía, donde Juanma Moreno básicamente se ha apropiado de la centralidad que ostentó el PSOE durante décadas.
Con resultados así en Madrid y en Andalucía, sumados a la prima electoral que tendrá el PP (si, como sucedería probablemente hoy, es más votado que el PSOE) en muchas provincias poco pobladas de las dos Castillas, Aragón y Galicia, se antoja prácticamente imposible que Pedro Sánchez pueda revalidar su mandato, por muy buenos resultados que obtuviera hipotéticamente el PSOE en Cataluña. Y no parece que las elecciones municipales y autonómicas de mayo puedan enderezar esta tendencia (como mucho permitirán salvar los muebles). Desde luego, el pescado no está vendido aún, pero sí que da la sensación de que Sánchez puede creerse su propio personaje providencial, inmune al desaliento, a los hechos y a los números, y que resistirá en La Moncloa todo lo que pueda, a ver si otro golpe de "baraka" le apaña el panorama. Después de todo, así llegó Sánchez al Gobierno.