José María Aznar sigue cobrando de Rupert Murdoch. Se han cumplido veinte años de la guerra de Irak y ya nadie duda de las fake news que difundieron, no activistas ultras en redes, sino gobiernos para desatar una agresión militar con el apoyo de este magnate. Solo quedan saber los porqués de la operación. La figura de Murdoch en Gran Bretaña no se limitó a Irak, durante años fue un poder por encima de las instituciones capaz de poner o quitar gobiernos. Un neodictador
MURCIA. Esta semana han aparecido noticias relacionadas con la guerra de Irak. Se han cumplido 20 años de la invasión y siguen saliendo investigaciones que ponen en entredicho todavía más los discursos que se escucharon aquellos días y desencadenaron la guerra. Ahora que tanto se habla de las fake news de los movimientos populistas, paparruchas según la RAE, cabe recordar que las que se difundieron a principios de siglo fueron extraordinariamente graves, porque no provenían de ultras de distinto signo en internet, sino del gobierno. Primero, para justificar una invasión militar injustificable; Segundo, con los bochornosos sucesos inmediatamente después de los atentados del 11-M, que se prolongaron durante años y sigue habiendo gente que todavía se pone en evidencia sosteniendo las teorías ridículas que vertieron los medios afines a Aznar y el propio Aznar con sus "desiertos lejanos".
Es en Aznar en quien hay que pensar cuando recordamos la guerra de Irak. Por un lado, mintió y alineó a España con una actuación internacional criminal. Esa actuación inmoral e indigna también echó por tierra la mayoría que había construido. No escuchamos muchas voces lamentando su actuación por este motivo, se conoce que son sectores más bien acríticos, pero los ciudadanos de ideología liberal o conservadora que creyesen en ese proyecto deberían lamentarse de que él lo arruinase. Claro que también parece que el único que abanderó la oposición dentro del gobierno a la ignominia fue Rodrigo Rato, condenado posteriormente a cuatro años y seis meses por otros asuntos.
¿Por qué Aznar apostó de forma tan obcecada por esa línea? No sé si algún día llegaremos a saberlo a ciencia cierta. Habrá que confiar en que pasados los años quien más quien menos se va ablandando y los testigos directos acaban dando su versión de los hechos. Generalmente, cuando ya no interesa a poco más que cuatro freaks. Por lo pronto, lo que sabemos es que Aznar ha estado cobrando muchísimo dinero de Rupert Murdoch. En total, ha recibido 3,5 millones. El último año, en torno a 330 mil euros.
Rupert Murdoch no es un filántropo ni un mecenas asombrado por la capacidad analítica del vallisoletano. Con sus poderosos medios de comunicación, fue uno de los mayores difusores de las mentiras que se emplearon para justificar la agresión militar. Su imperio sufrió un grave revés la década pasada con la caída de News of the world al descubrirse sus métodos ilícitos para obtener información. Después de ese bache, más que por dirigir la geopolítica, se le ha escuchado más por sus recientes problemas sentimentales, acaba de aplazar la boda que iba a celebrar con noventa años, y sus peleas con Google por, en su opinión, silenciar las opiniones conservadoras. La guinda del pastel la ha puesto la serie Succession, una comedia de HBO inspirada en su familia y la pelea entre sus descendientes por heredar su imperio; grotesca situación alimentada por él mismo, ya que puso a sus hijos a competir entre sí en una especie de juego frívolo y cruel que solo él, un tiburón empresarial que ha sido todo ambición, podrá entender en su justa medida.
Sin embargo, al margen de las risas, lo que hay detrás no tiene ninguna gracia. Basta ver para informarse el documental La saga de los Murdoch que está disponible en Filmin. La mini-serie, de Jamie Roberts, autor del aclamado Huida de Kabul, consta de tres capítulos que son fundamentales para entender la Gran Bretaña del siglo XXI. No por casualidad, Jesse Armstrong, creador de Succession, fue guionista en The Thick of it, la serie que mejor retrató los años de Tony Blair, un personaje fundamental para explicar el poder de Murdoch.
Como bien explican los documentales de Roberts, Blair vendió su alma al diablo, es decir, a Murdoch, para gobernar. Estar a buenas con él suponía tener el apoyo de sus medios. Eso era, prácticamente, una garantía de triunfo electoral, pero también un caramelo envenenado. Las políticas, desde ese momento, quedaban en manos del magnate, que si retiraba su apoyo a ese gobierno podía hacerlo caer.
El truco del almendruco o fórmula de la Coca-cola no pasó desapercibido, aquí Zapatero tomó nota de él, aunque se vio obligado a meter su Nueva Vía, la Tercera Vía con características españolas, en un cajón cuando Aznar se alió con Blair. No obstante, tanto su relación con los medios, como su política a golpe de encuestas, era bastante parecida. Cabe recordar que bajaba los impuestos "desde la izquierda".
En Gran Bretaña, la mano de Murdoch fue fundamental para evitar la entrada en el euro. En el documental de filmin sale Niguel Farage admitendo que para poder sacar al país de la UE años después, sin el trabajo de Murdoch en sus medios y con los presidentes habría sido imposible.
En The thick of it ese laborismo se retrataba como una verdadera patochada. Algo completamente vacío de contenido, pasto de trepas, y muy bien jerarquizado desde arriba con el ordeno y mando. Sin embargo, el poder de Murdoch no se redujo a Irak y a su idilio con Blair, que fue padrino de una de sus hijas. Mediante la obtención de información personal de políticos estableció un régimen de terror con sordina. Cuenta el documental que a sus periodistas les bastaba con reunirse con un político para que estos les temieran. No hacía falta que dijeran qué sabían, solo que les citasen les aterrorizaba y les convertía en manipulables. Una verdadera mafia.
Llegó un momento en que un candidato no podía ni soñar con el gobierno si no era con el beneplácito de Murdoch, lo que le convirtió en un genuino neodictador. Lo mismo que las democracias sin separación de poderes no pueden ser tales, una situación de este tipo tampoco puede calificarse como tal. La degradación política de finales de los noventa y principios del siglo XXI, un capítulo que se cerró con las crisis de los años 10, aunque la corrupción haya continuado en diferentes formas, no se puede entender sin Murdoch. Como tampoco se pueden explicar muchos de los monstruitos que sobrevuelan la sociedad actual, que no se pueden entender sin aquellas componendas político-mediáticas-empresariales de principios tan flexibles y pragmatismos tan prepotentes.
A finales de los 90, una comedia británica servía de resumen del legado que había sido esa década. Adultos "infantiliados", artistas fracasados, carreras de humanidades que valen para acabar en restaurantes y, sobre todo, un problema extremo de vivienda. Spaced trataba sobre un grupo de jóvenes que compartían habitaciones en la vivienda de una divorciada alcohólica, introducía en cada capítulo un homenaje al cine de ciencia ficción, terror, fantasía y acción, y era un verdadero desparrame