Hoy es 18 de noviembre

planeta publica su última novela

Fernando Delgado ficciona la Valencia corrupta en 'Todos al infierno'

24/03/2022 - 

MURCIA. En las páginas de una novela de ficción existe un lugar llamado Vallina. En él, hay un partido político de derechas que está perpetuado en el poder y cuyas dinámicas de corrupción se han sistematizado e incluso asumido por el electorado. El clero les acompaña en ese delirio que intenta hacer convivir compasión y ambición, frivolidad de clase y moralinas. Hay escuchas, trajes, una empresa pantalla con la palabra “Orange” en su nombre y apellidos parónimos a algunos de los grandes nombres de la política valenciana de los últimas décadas. Vallina no es un territorio inventado, sino más bien un espejo deformado que caricaturiza y lleva hasta las últimas consecuencias la postal del período del Partido Popular encabezando con mayorías amplias las principales instituciones valencianas como la Generalitat o el Ayuntamiento de Valencia.

El responsable de crear Vallina es el escritor Fernando Delgado, que publicó la semana pasada -a través de Planeta- Todos al infierno, un título que es otro espejo deformado, el de Todos a la cárcel de Luis García Berlanga. En común tiene la representación ácida y enfadada de una clase política a su afán y su ambición les ha carcomido cualquier resto de humanidad. “Era una sociedad pútrida. Bueno, no la sociedad, sino los personajes que dibujo. No era una ciudad putrefacta, sino una ciudad que algunos se empeñaban en manchar”, explica en una conversación para Plaza.

La voz principal de esta novela es la de Serafín del Río, un clérigo arrepentido que, con la ayuda de su amante y las confesiones que ha ido haciendo durante años a la cúpula del Partido Blanco. Delgado se resiste a confirmar los evidentes paralelismos de los hechos de la novela y la Valencia gobernada por Zaplana y Camps, si bien añade otros elementos ficcionados para añadir una sensación de autocracia y también trae a Vallina otros sucesos como el tamayazo que ocurrió en Madrid. “He escrito la novela y la historia de Serafín del Río y de Vallina, y a partir de ahí, yo me he desprendido de ella, no quiero hacer paralelismos. El lector puede tener memoria y yo excluirme de ella”, comenta. Entonces, una pregunta trampa: ¿hay ahora más esperanza en esa Vallina de la que habla? “Sí, yo creo que sí”.

El elenco: una tal Bárbara Ratú con voz ronca y aficionada al gin tonic, un Eduardo Zamorano de tez morena al que acompaña un cantante, los líderes nacionales José Mario Aznurra y Marino Bayón, o un Borja Pla acosado por unas grabaciones y una trama de trajes regalados. ¿Les suena de algo?

La novela —cuenta— se ha escrito desde su casa recogida en un pueblo del Camp del Morvedre, pero también la empezó cuando aún ejercía en Les Corts, donde aún se pueden respirar los años salvajes a los que se refiere en su trabajo. Ya habiendo abandonado la arena, Delgado no se corta en salvar a nadie, ni una oposición sin proyecto, ni una sociedad adormilada, ni un mesiánico nuevo líder de la izquierda alternativa (que el escritor define como “nebuloso” y “ambiguo”), ni por supuesto ninguna figura de la derecha. Tampoco el clero, que marida con el poder político y se sumerge en las corruptelas urbanísticas como unos más.

Los medios de comunicación tampoco salen bien parados, y en especial Patricia Corona, la directora de un diario llamado La Región que recuerda a la caricatura de María Consuelo Reyna, exdirectora de Las Provincias, con la que Delgado es especialmente beligerante. Él, que ha ejercido durante muchos años de periodista, no duda en poner sombra de duda ante personajes como el de ella, “que existen en la actualidad”.

El castillo de naipe del poder corrupto amenaza con caerse y resiste como puede. Su eminente caída sin alternativa real deja un panorama de importante desazón por la clase política:

- Con el panorama que dibuja en la novela, ¿usted se fía de alguna opción política?
- Ahora mismo, no. Y no creo que la sociedad de la novela se fiara, sino que se desdibujaba ante lo que ocurría.

- ¿Esta es una novela escrita por alguien con vocación política y profesión literaria, o por alguien con vocación literaria y profesión política?
- Serafín del Río, a pesar de ser cura y estar rodeado de políticos, no tiene ni vocación literaria ni política.

Refugiado en la lectura

La visión de Fernando Delgado en esta novela es tremendamente pesimista. Todos al infierno dibuja un panorama sin esperanza política, sin ideología operante. Por un lado, cree que València "ha recuperado luminosidad" (él, que ha estado de diputado por el PSPV durante la legislatura 2015-2019, ha sido testigo de primera mano); por otra parte, “ahora, con lo que está ocurriendo en otros países, aún me siento más afligido”, confiesa. Se refugia en la lectura, que sí le permite evadirse de una actualidad a la que tampoco renuncia. En los próximos meses, un poemario y un libro “que hará memoria” tienen previstos su lanzamiento.

Noticias relacionadas

next