ESTOS SON Los tesoros del Museo de la Catedral de Murcia (Fotos: Juanchi López)
ESTOS SON Los tesoros del Museo de la Catedral de Murcia (Fotos: Juanchi López)
ESTOS SON Los tesoros del Museo de la Catedral de Murcia (Fotos: Juanchi López)
MURCIA. "¿Es que en esta Catedral no hay claustro?". Esta es una de las preguntas más frecuentes que formulan los visitantes que se acercan a la Catedral de Murcia, a lo que el personal encargado responde que, "aunque mucha gente no lo sabe", esta obra clave del barroco español no sólo tiene un claustro -gótico para más señas-, sino que además éste acoge el Museo Catedralicio, que desde principios de junio, y tras un paréntesis de más de un año provocado por la pandemia, ha vuelto a abrir sus puertas al público. Se trata de un espacio que ya de por sí es un tesoro -remodelado en 2007 para convertirse en un referente museístico- y que alberga, a su vez, una serie de joyas relacionadas con la historia del emblemático edificio religioso que no dejarán de sorprender a quien emprenda por primera vez este viaje por el arte sacro.
Porque el visitante no sólo caminará sobre los pilares de la antigua Mezquita Mayor para adentrarse en el espacio del antiguo claustro, que conserva sus arcos góticos e interesantes restos de policromía; también podrá conocer la historia de la campana llamada La Mora y su papel en las ceremonias de conjuros; deleitarse con un San Jerónimo de Salzillo que está considerado como una de las cinco mejores obras del escultor murciano; ver reliquias como la que porta la Virgen de la Leche (leche materna) o el cráneo de San Prisciliano en el interior de un busto; y hasta contemplar un collar que le robaron a la Virgen de la Fuensanta y que a punto estuvo de convertirse en el regalo de una novia. Empieza la visita.
El visitante podrá conocer la historia de la campana llamada La Mora y su papel en las ceremonias de conjuros
Recibe a Murcia Plaza el canónigo Francisco Alegría, director del Museo de la Catedral de Murcia, quien además preside la Asociación de Museólogos de la Iglesia de España. Para empezar hace un poco de historia de este museo que abrió por primera vez al público en 1957 en el claustro gótico de la antigua Catedral, anterior por lo tanto a la actual construcción y siendo la parte más antigua que conserva el templo, ya que data del siglo XIV. Cuenta el sacerdote que el museo se mantuvo abierto hasta que cerró en 2004 para acometer unas obras de restauración y musealización que duraron hasta 2007.
Desde entonces, este museo aún por descubrir para muchos murcianos ha sufrido distintos avatares: unos económicos, que obligaron a cerrar de nuevo en 2012 (durante menos de un año) y otros sanitarios, ya que debido a la pandemia ha estado más de año sin abrir sus puertas. Con la nueva normalidad, el Museo de la Catedral ha vuelto a recibir visitas desde el pasado 1 de junio (la entrada cuesta 3 euros), aunque aún se nota, dicen los guías, el parón del turismo extranjero. Como curiosidad, muchos visitantes que solían acercarse a ver este tesoro murciano eran polacos.
Francisco Alegría destaca la importancia de este museo, tanto por el continente -ese claustro por cuyas galerías se puede caminar, contemplar los frescos que decoran sus muros (con los símbolos más antiguos del Cabildo, representado por un jarrón con azucenas), visitar las capillas más antiguas de la Catedral y hasta observar los cimientos de la Mezquita Mayor a través de un suelo de cristal-; como por el contenido: una colección de Bellas Artes de primer orden y la colección de arte orfebre y textil litúrgico más importante de la Región. Todo ello está acompañado por una museografía que se presta a un recorrido lleno de hallazgos y una musealización tras la que está el proyecto gráfico de la catedrática Concepción de la Peña. Se trata de un museo concebido con una visión moderna pero sin disonancias con la antigüedad del mismo.
Lo primero que se encuentra el visitante al entrar al museo es la campana llamada La Mora, una de las más antiguas de España y uno de los misterios de la Catedral de Murcia, ya que se la relaciona con las ceremonias de conjuros (que se realizaban para ahuyentar calamidades, catástrofes naturales o epidemias) y presenta el símbolo esotérico de la estrella de cinco puntas. La inscripción data de1383, según el cronista oficial de Murcia Antonio Botías, quien indica que la inscripción viene a decir algo así: "He aquí el signo (de la cruz). Huid enemigos (del alma, mundo, demonio y carne). Vence el león de la tribu de Judá (Nuestro Redentor) Cristo".
Otra de las curiosidades es un sarcófago romano con musas, la "CAJA DE ROMA" que trajo Gil Rodríguez de Junterón para su descanso eterno
Otra de las curiosidades que se puede contemplar al inicio del recorrido es un sarcófago romano, la "caja de Roma", como la llamaba Gil Rodríguez de Junterón, quien la trajo para ser enterrado en ella en la cripta de la Catedral, donde se veía tan sólo la cubierta de la misma. Cuál sería la sorpresa cuando, a raíz de unas obras llevadas a cabo en 1998, apareció intacto el majestuoso sarcófago decorado con musas, la obra de mayor antigüedad del tesoro catedralicio.
De gran interés artístico son, por otra parte, los retablos góticos de Bernabé de Módena, restaurados en El Prado, ya que son las únicas obras de este autor italiano que se conservan en España. Uno de ello se encuentra actualmente cedido para la exposición La Edades del Hombre de Burgos. Del Renacimiento, por otro lado, es la obra Esposorios de la Virgen, de Hernando de Llanos (siglo XVI), pintor valenciano que se formó en el taller de Leonardo da Vinci.
Tres son, por otra parte, las grandes obras de Salzillo que se pueden apreciar dentro de este museo catedralicio, siendo el San Jerónimo penitente, la 'joya de la corona' y una de las obras más importantes del escultor. También es autor de un Cristo de la Agonía y del altorelieve Virgen de la Leche, que también tiene su historia -como todo lo expuesto-, ya que durante su restauración se decidió dejar el pecho de la Virgen al descubierto, como estaba originalmente, a pesar de que en algún momento se había cubierto con pintura. También por allí revolotean mientras los dejan unos angelotes de Salzillo que acompañan a la Virgen de las Angustias en procesión.
Cómo se habrá podido observar, la Virgen de la Leche tuvo un gran protagonismo en tiempos pasados y hasta se hicieron procesiones cuando llegó a Murcia el relicario que se puede contemplar en el museo, donde también se encuentra un Lignum Crucis, utilizado en las ceremonias de conjuros que se hacían en la Torre.
Respecto a las custodias destaca la magnífica pieza que sale en la procesión del Corpus Christi, realizada en plata por Antonio Pérez de Montalto (taller toledano), en el siglo XVII, que dialoga con otra en oro y piedras preciosas que se encuentra en el piso superior (como si de un balcón desde el que ver la procesión se tratase), llamado De las espigas. Porque, dentro del recorrido del museo, se sorprende al visitante con detalles como éste o como el que ofrece una apertura a través de la cual se puede contemplar un mural (siglo XV) descubierto durante las obras de restauración del claustro, que representa la Virgen de la Misericordia y lo que podría ser la propia ciudad de Murcia, y que da idea de la riqueza cromática que tendría el claustro.
Todo esto y muchos más se incluye en un recorrido que no resulta cansado. Pero en estos tiempos que corren nunca viene mal hacer un paréntesis y disfrutar de unas vistas del edificio que no están al alcance del viandante. Para ello, hay dispuestas dos butacas frente a un mirador desde el que observar un trocito de historia en estado puro.
Los fondos del Museo atesoran un patrimonio destacado que han pertenecido a la Catedral durante siglos, pero entre el variado catálogo de piezas que puede disfrutar el visitante destacan varias que han vivido una historia de película.
Y es que tres de ellas pertenecen al conocido como 'Tesoro de la Fuensanta', que fue robado en 1977 y recuperadas entre 2015 y 2018. Dos de ellas se encontraron gracias a la intervención de dos jóvenes estudiantes, en aquel momento, de Historia del arte, Juan Manuel Rodríguez Cantero y Antonio Gil Gómez, que las localizaron en una web de subastas para que la Guardia Civil pudiera recuperarlas y volviesen a ser patrimonio de la Catedral.
Las piezas recuperadas por la Benemérita tienen su historia. En el caso de la cruz pectoral, popularmente conocida como 'Pectoral de Belluga', aunque no perteneció a dicho obispo, ya que este estuvo como responsable de la Diócesis de Cartagena en el primer tercio del siglo XVIII y la joya pertenece a finales del mismo siglo, fue una donación de Victoriano López Gonzalo, obispo de Cartagena de 1789 a 1805, y que donó, junto a su anillo pastoral y el alfiler de donde pendía el pectoral, en 1795. Así consta en las actas capitulares del Cabildo Catedralicio.
Otra de las joyas que se recuperaron y que están en la exposición del Museo es un collar de aguamarinas y diamantes, que la imagen de la Virgen de la Fuensanta llevaba en el fajín en los días más solemnes, al igual que el pectoral, también fue una donación, en este caso del murciano Laureano Andreu Piñero, que se realizó en el año 1849, según consta en su testamento, para la patrona de los murcianos, la Virgen de la Fuensanta. El collar fue vendido a un particular de Fuerteventura, que lo había adquirido para regalárselo a su futura mujer con motivo de su boda.
Sacra, la guía del museo catedralicio que acompañó a Murcia Plaza en su visita recordaba que hace unos años, el ya matrimonio protagonista de esta rocambolesca historia visitó la Catedral y se mostraron muy orgullosos de que la joya estuviera de nuevo en el lugar del que nunca debió salir.
La tercera joya recuperada es el denominado 'Pectoral del Obispo Alguacil'. Se trata de una cruz de oro y diamantes de la Virgen de la Fuensanta, que la Guardia Civil halló en Alzira (Valencia) en 2018, donde una mujer intentaba venderla.
Lo cierto es que tras su rocambolesca historia y su paso de unas manos a otras, como si de una situación de justicia divina se tratase, estos tesoros, junto a otros, como dos libros de los siglos XVI y XVII, han vuelto a su hogar. Ahora el visitante del museo puede disfrutarlos.