PRIMAVERA EN LA CÁMARA / OPINIÓN

Disciplina de partido o subordinación al líder

18/03/2021 - 

MURCIA. En la década de 1950, el economista Anthony Downs declaró la existencia de un mercado político, donde la competición electoral se imponía al resto de fines en este juego que es la política. Una corrupción desmesurada de este rasgo puede convertir y, en efecto, convierte a los partidos políticos en los denominados «partidos-empresa» o «empresa electoral», nacidos para satisfacer el deseo propagandístico y de supervivencia de su líder, sin el cual el partido desaparecería.

Ana Martínez Vidal ha pensado que lo que queda de Ciudadanos en la Región de Murcia podría haber renacido bajo esta denominación, creando en ella una alegoría a la libertad y a la prosperidad, haciendo de sí misma el rostro de un futuro prometedor para todos los murcianos. Me temo, sin embargo, que, lejos de tan siquiera rozar la realidad con su fantasioso ideal, Vidal ha acelerado el proceso de muerte de Ciudadanos, sometiéndolo a una eutanasia agónica que ve su fin más pronto de lo esperado.

El portavoz de los restos de Ciudadanos en la Asamblea Regional, Juan José Molina, en una intervención soberbia y prepotente, parecía disfrutar mientras se regocijaba de los aplausos de la bancada socialista, encabezada por un imputado por corrupción, Diego Conesa, el único imputado de entre todas sus señorías del parlamento autonómico. El réquiem por esta muerte política emitió su más entristecedora y contundente melodía días atrás, cuando los representantes de Ciudadanos se mostraron ante la prensa desde los atriles, los escenarios y la propaganda de la sede del Partido Socialista de la Región de Murcia. En esto se han convertido.

Cabe reparar, aunque brevemente, que el relato de la dignidad ante la corrupción tiene así una legitimidad escasa y una coherencia pobre. ¿Ahora sí le conviene a Ciudadanos cambiar el Gobierno de la Región, tras dos años cogobernando con el Partido Popular y tras apoyarle en la anterior legislatura? Efectivamente, lo necesitan ahora, cuando sus expectativas electorales son demoledoras y cuando su única opción de ser visibles es hacer ruido, aunque suponga un gesto ruin e innecesario en estos tiempos de hoy. Son ustedes los indignos y los corrompidos, los que pactan con el PSOE de la Región de Murcia, un partido cuya cúpula está imputada. Y él se concede el derecho a distinguir entre ciudadanos honrados y deshonestos.

La actual lideresa de Ciudadanos, Martínez Vidal, ha pretendido someter a sus propios dictados el resto de miembros del partido en la Región, desde el más anónimo concejal hasta los diputados en la Asamblea Regional, sus compañeros, que no sus amigos, a quienes ella misma ha despreciado en numerosas ocasiones aun antes de este bochornoso teatro infantil que ella y no otra persona ha originado. En esta insensata e inmadura obra, Vidal ha encarnado un triste rol: el papel de la perdedora que sólo gana fracasos.

Así, ante este desolador paradigma, ¿dónde queda la disciplina de partido? Cuando el partido ve quebrarse sus cimientos, cuando se derrumba lentamente, el placaje más dañino es la hiper personalización del liderazgo, aun más si éste recae en alguien que no es líder ni lo será. Si bien sobre el papel puede decirse líder al jefe, no ha motivo para serlo en la práctica.

Es terriblemente complejo procurar gobernar una tierra desconocida e ignota que tampoco se quiere con el corazón, sino con la avaricia. Murcia y España han visto cómo el altivo y codicioso deseo de poder por parte de unos alevines del parlamentarismo se ha arrodillado a la matemática, a la mera suma, pero no a los sentimientos y a la dificultosa realidad que supone la política. Como siglos atrás escribió Maquiavelo a Lorenzo de Médici, la política ha de ir encaminada a la conquista del poder y a su preservación, pero hoy, en una democracia parlamentaria como la nuestra, tal ambición pasa por la estrategia, la negociación y el beneplácito de unos ciudadanos que otorgan su confianza, que no quieren resultar decepcionados.

De manera sutil, ha ido floreciendo una anarquía y una desobediencia contra la dirección errónea, contra un rumbo que sólo ha abocado al fracaso. ¿Se imaginan ustedes a los romanos abrazando el fuego que Nerón originó? Ellos amaban a Roma, y no por ello a su emperador. El fuego acabó con la ciudad igual que el arrogante ego de Vidal ha desencadenado en el fin de lo que pudo haber sido un día un proyecto político centrista, liberal e intelectual. Despídanse de Ciudadanos y observen cómo su fuego le devora.

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