MURCIA. "Siempre que podía y estaba en casa, mi padre nos sentaba a mi hermana y a mí en su regazo, o en la cama, y nos contaba historias de terror; no nos dejaba dormir ninguna noche. Nos moríamos de miedo", recuerda con cariño el cineasta Alejandro Ibáñez, hijo del inolvidable Chicho Ibáñez Serrador, quien este miércoles asistió a la inauguración en la Biblioteca Regional de Murcia de Historias para no olvidar. Memorias de un hito del fantástico, una exposición con la que Sombra, el Festival Europeo de Cine Fantástico de Murcia, le rinde homenaje a este creador que forma parte de la historia de la televisión española.
Alejandro Ibáñez explica que la exposición -que anteriormente sólo se ha podido ver en una muestra organizada por la SGAE en la Sala Berlanga de Madrid- repasa la carrera de Chicho Ibáñez Serrador a través de carteles, guiones originales, documentos personales y un sinfín de imágenes sobre las aportaciones que hizo a este país el creador del Un, dos, tres. "Incluye lo más importante y personal que tenemos de él", dice su hijo, quien también estará en el festival presentando su película Urubú dentro de la sección oficial del Sombra.
"Él siempre se definió como entretenedor", cuenta el hijo de Chicho Ibáñez, quien considera que "estuvo muchos pasos por delante de la televisión y el cine que se hacía en aquel momento. Viendo guiones que hizo hace 20 o 30 años te das cuenta de que son ideas muy actuales, que no se hicieron en su momento porque eran demasiado locas o demasiado innovadoras".
Así, por ejemplo, este genial realizador de televisión -además de guionista y director de cine y de teatro- consiguió acercar el género fantástico a todas las casas de España con sus Historias para no dormir, convirtiéndose en 'nuestro Alfred Hitchcock' particular, con puro incluido. "Hitchcock fue parte de su escuela y uno de sus referentes. Él venía de Argentina de hacer televisión y teatro de terror, y empezó con Historias para no dormir, que era un género que no se había tocado hasta entonces en la televisión nacional, rompiendo barreras en la manera de grabar. Porque él hacía cine en la tele, con exteriores, mientras que el público estaba acostumbrado a ver teatro, con un decorado y con una cámara fija".
Alejandro Ibáñez cree que se ha reconocido la figura de su padre "lo suficiente, aunque para mí no será nunca bastante. No todo el mundo sabe todo lo que hizo. A lo mejor se le debería recocer más, sobre todo en TVE, que fue su casa y a la que siempre fue fiel. La Academia de Cine reconoció su labor y le dieron un Goya con sólo dos películas, La Residencia y ¿Quién puede matar a un niño? Porque él trabajó, principalmente, para la tele".
El hijo de Chicho Ibáñez también recuerda su faceta interpretativa: "Fue un magnífico actor, aunque él lo negaba. Por eso, precisamente, fue también muy buen director de actores; sabía actuar y podía hablar de tú a tú con los actores. Fue un gran director".
El contador de historias también hacia acto de presencia en el ámbito familiar -"la familia era para él lo primero-, como recuerda Alejandro Ibáñez, quien añade que "sobre todo disfrutaba contándonos historias de terror cuando nos íbamos de viaje, en la habitación del hotel. Siempre buscaba hoteles que no tuvieran turistas, los hoteles más raros, en los que no había casi electricidad. Y aprovechaba esos momentos, ya que el entorno nos daba miedo, para contarnos historias que nos asustaban más". Inevitablemente, uno se puede imaginar escuchando esto una escena de Psicosis.
"De ahí mi afición por el cine de terror, y yo se lo agradezco", reflexiona Alejandro Ibáñez, que tuvo la oportunidad de mostrar a su padre el trabajo que realizó con Urubú. "Vio parte de la película. Terminé de rodar unos meses antes de su muerte y pudo ver algo de la edición y el trailer. Estaba muy orgulloso".
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