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Análisis mP  / OPINIÓN

Ayuso da un vuelco a la política española

Foto: EFE/MARISCAL
5/05/2021 - 

MADRID. La frase de esta campaña surrealista, totalmente controlada, de principio a fin, por el PP y por las temáticas y enfoques que pautaba Isabel Díaz Ayuso, la dijo una compañera de partido, Bea Fanjul: "¿Sabes eso que dicen que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer? Pues eso es Ayuso". Se podía permitir decir eso, porque una mayoría aplastante de votantes han dejado claro lo que querían: a Isabel Díaz Ayuso, mala o no, muy por encima de cualquier otra alternativa (el PP casi triplica a los dos partidos que le siguen en escaños).

Quedará para la historia del despropósito político la maniobra de PSOE y Ciudadanos para arrebatarle al PP la Región de Murcia y el ayuntamiento de la capital murciana. Una maniobra poco meditada, mal preparada y pésimamente ejecutada, que además tuvo una consecuencia inmediata de largo alcance: la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, aprovechó la oportunidad, que llevaba meses esperando, para librarse de sus molestos socios de Ciudadanos y convocó de inmediato elecciones anticipadas.

Dos meses después, los resultados no pueden ser más elocuentes. Si atendemos a los porcentajes de cada bloque, izquierda y derecha, la subida del bloque de la derecha es pequeña, aunque significativa; pero dicha subida se la apropia, íntegramente, el PP de Isabel Díaz Ayuso. El PP más que dobla sus escaños (65) y se ubica, en solitario, al borde de la mayoría absoluta, con casi el 45% de los votos. De hecho, tendrá una mayoría absoluta oficiosa, porque no necesita a Vox, sólo le hace falta su abstención (que indudablemente tendrá a cambio de nada). El PP ha vencido en todos los municipios de Madrid, salvo dos. El cinturón rojo también es azul. La victoria es aplastante, e incontestable.

Pablo Casado y Díaz Ayuso, en la sede del PP. Foto: EFE/DAVID MUDARRA

Podemos buscar muchas razones de este tremendo éxito, y tiempo habrá para analizarlas en profundidad, pero cabe destacar una por encima de todas: el rédito de encarnar, desde los inicios de la pandemia, la oposición al Gobierno central y a Pedro Sánchez. La misma fórmula que tantos éxitos le dio a Aguirre contra Zapatero, pero haciendo más hincapié en la "excepcionalidad madrileña" frente a la izquierda española y su manera de plantear las cosas en los más diversos ámbitos de la vida, pero sobre todo en la gestión de la pandemia.

Es difícil saber si el 'modelo Ayuso' es exportable al resto de España. Probablemente no; de hecho, es muy posible que Ayuso genere en la España periférica un rechazo similar al que provocan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en los votantes madrileños de Ayuso. Pero, aunque el modelo no fuera exportable, lo que sí es exportable es el vuelco total que darán estos resultados a la correlación de fuerzas en la derecha. Hasta ayer, la derecha estaba compuesta por tres partidos. Uno de ellos, Ciudadanos, ya estaba medio muerto en noviembre de 2019 por las decisiones de su primer líder, Albert Rivera; pero los errores estratégicos, palmarios, de su sucesora, Inés Arrimadas, han acabado por rematarlo. Ciudadanos es un partido que se ha quedado casi sin votantes porque, por su historial y sus vaivenes, carece de sentido apoyarles para la inmensa mayoría de los que le votaron; y casi todos los que le votaron han vuelto, o volverán, al PP, que para algo es, indiscutiblemente, el partido más fuerte de las tres derechas.

Otro partido, Vox, el representante de la ultraderecha, es una escisión del PP que por momentos ha amenazado su hegemonía y que ha logrado superar a este partido en graneros electorales como Murcia (en noviembre de 2019) o en las recientes elecciones en Cataluña. Pero, aunque Vox tenga una base de votantes mucho más sólida que la de Ciudadanos, es dudoso que logre crecer mucho más allá, frente a un PP tan sólido como el que hemos visto en Madrid.

Ángel Gabilondo. Foto: MARTA FERNÁNDEZ/EP

De manera que Ayuso no sólo ha vencido con claridad, de forma aplastante, en estas elecciones. Ayuso, sobre todo, ha cambiado el horizonte de expectativas de su partido, consumando la desaparición de Ciudadanos y limitando el crecimiento de Vox. La derecha, a partir de ahora, estará compuesta por un partido grande, el PP, y uno pequeño: Vox. Es decir, la misma situación de partida que tuvo el PSOE en las elecciones de abril y noviembre de 2019 (acompañado, a mucha distancia, por un segundo partido, Unidas Podemos), lo que le permitió rentabilizar mucho más sus votos en escaños.

En la izquierda está, sin duda, el otro gran perdedor de la noche electoral, junto con Ciudadanos: el PSOE. Gabilondo obtuvo 37 diputados en 2019 y dos años después se ha visto reducido a 24, menos del 17% de los votos. Un resultado paupérrimo, cuya responsabilidad le corresponde, sobre todo, a Pedro Sánchez. Por su brillante maniobra murciana y por no cambiar al cabeza de cartel del PSOE, dando por perdidas las elecciones. Gabilondo ha penado estos dos años en la Asamblea de Madrid, sesteando, desaparecido,... ¡Y eso que era el candidato más votado!

Es normal que los votantes progresistas, ante la tesitura de optar por algún partido de izquierda en una situación en la que cualquiera de los tres (PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos) entraría, con toda probabilidad, en el parlamento autonómico, no hayan primado al en principio más poderoso de ellos, el PSOE, para oponerlo a la amenaza del rodillo electoral de Isabel Díaz Ayuso y el PP. Es normal no sólo porque las dinámicas de voto útil quedasen en buena medida desactivadas por esta situación de partida; sino, sobre todo, porque votar al PSOE, con este candidato que no había hecho oposición durante dos años ni casi campaña electoral, podía ser visto por muchos de ellos como una forma de masoquismo.

Foto: EFE/ZIPI

En lugar de ello, muchos votantes de izquierdas han decidido primar a la opción electoral que han percibido como más combativa y más genuina: la de Más Madrid y Mónica García, que ha estado estos dos años fajándose contra Isabel Díaz Ayuso en el parlamento autonómico, y que además ha adquirido más prominencia, credibilidad y visibilidad públicas, por su profesión, en todo lo relativo a la gestión de la pandemia. La cosa ha llegado a tal punto que actualmente tenemos un empate a 24 escaños entre PSOE y Más Madrid, con una pequeñísima ventaja de esta última formación, un sorpasso, en votos. Algo que, que uno recuerde, no logró nunca Unidas Podemos en ningún proceso electoral, ni nacional ni autonómico, aunque a veces se quedara muy cerca.

Las consecuencias de esto, para la izquierda en su conjunto, están por ver. En mayo de 2019, tras un excelente resultado de Más Madrid, tanto en el ayuntamiento como en la comunidad autónoma, la formación de Íñigo Errejón decidió dar el salto a la política nacional. Un salto prematuro (sólo dos escaños, los dos por Madrid). Pero ahora Podemos está mucho más débil que entonces, y quizás el PSOE también lo esté. Además, Errejón ha tenido la inteligencia de resistir la tentación de echarle un pulso a Iglesias en la campaña madrileña. En lugar de eso, Más Madrid ha mantenido a Mónica García, y con ello no solo ha actuado con rigor, primando el trabajo y el medio plazo; ha ganado una líder solvente para Madrid, dejando las manos libres a Errejón para volver a dar el salto cuando se convoquen elecciones.

¿Recuerdan lo que comentaba al principio sobre la división del voto de la derecha en tres partidos? Dicha división otorgaba una ventaja comparativa a los socialistas, porque eran el principal partido, indiscutiblemente, en votos, y porque además no competían con tantas opciones en su espacio político. Pero de Madrid salimos con la derecha dividida en dos y la izquierda, probablemente, en tres: un PSOE en decadencia, Más País emergente, pero con muchas incertidumbres, y el socio menor: Unidas Podemos, que sale escaldado de estas elecciones, pero vivo. Y sale vivo gracias a lo que, tras su dimisión y su abandono de la política, definitivamente se revela como un sacrificio postrero del líder máximo de la coalición, Pablo Iglesias. Es difícil saberlo, pero es la explicación más plausible, que la decisión de Pablo Iglesias de presentarse como cabeza de cartel haya salvado a su partido, otorgándole suficientes votos para entrar en la Asamblea madrileña. Con ello, Unidas Podemos conjura el peligro de compartir el triste destino de Ciudadanos hacia la irrelevancia... Pero, como proyecto alternativo, capaz de disputarle la hegemonía en la izquierda al PSOE, queda definitivamente amortizado.

Pablo Iglesias, en el momento de anunciar su abandono de la política. Foto: I. INFANTES/POOL

Unidas Podemos abarca ahora, más o menos, el espacio electoral que tradicionalmente ha ocupado Izquierda Unida (no en vano, esta coalición está dentro de la "gran coalición" de Unidas Podemos). Con su líder de salida, y tras demostrar sobradamente sus carencias para hacerse valer en el Gobierno (donde hasta ahora no han pintado nada, a efectos prácticos... y es dudoso que pinten algo a partir de ahora), el techo electoral de Podemos difícilmente subirá del 10%... y puede acercarse peligrosamente al 5%, barrera con la que su número de escaños se reducirá drásticamente. Un contexto mucho más difícil para la izquierda en su conjunto que hace apenas dos meses. Por otro lado, han logrado recuperar el ayuntamiento de Murcia. Algo es algo.

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