MURCIA. Galicia no está tan lejos de Murcia. Es cierto que unas elecciones autonómicas son, ante todo, una cuita estrictamente territorial. Pero a nadie se le escapa que toda contienda electoral entraña una lectura nacional. Los propios políticos no lo ocultan: "Desde Galicia España ha mandado un mensaje claro a Pedro Sánchez", reivindicaba el presidente murciano, Fernando López Miras, el mismo que en su primer tuit de la noche electoral escribía que "gana España". No, no son sólo unos comicios meramente regionales. Un día después, las resonancias gallegas llegan a la Región de Murcia. Solamente un partido sonríe, el PP, aliviado y reconfortado por una victoria que respalda a su líder nacional, mientras que el resto de formaciones se topa con una áspera realidad. No en vano, la batalla de Galicia se salda, a efectos de Murcia, con un único vencedor (aunque hay otro: el BNG, pero inaplicable en la Región) y muchos derrotados: PSOE, Vox, Podemos e incluso Sumar.
El triunfo de Alfonso Rueda y, por ende, de Alberto Núñez Feijóo deja más tranquilo a López Miras. Al barón murciano le convienen liderazgos sólidos en Génova, con interlocutores válidos para intentar plantearles su agenda -la gran cuenta pendiente de Murcia: hacerse oír en Madrid-. Un destrozo en Galicia habría provocado una situación muy incómoda entre los líderes autonómicos y habría obligado a López Miras a posicionarse, como en su día ocurrió con Casado y Teodoro. No es casualidad que Moreno, Mazón y el propio Miras aludieran literalmente a Feijóo en sus primeros mensajes de felicitación. El éxito popular, además, da alas al presidente murciano en su lucha sin cuartel contra "el sanchismo". Refuerza su oposición y sus argumentarios. Y aunque el mandatario regional siempre evita el choque directo con Vox, su hoy socio, en el seno de González Adalid también festejan el descalabro de Abascal en Galicia, donde no levanta cabeza. No hay que olvidarlo: el adversario que más temen en la Región no es el PSOE -al que respetan, eso sí- sino Vox, por la sangría de votos que le resta en territorios afines. Galicia no es comparable con la Región, pero queda nítido el mensaje de que un PP fuerte no concede ningún espacio a Vox.
El desastre del PSOE gallego es una advertencia para líderes autonómicos como José Vélez. Aunque la consigna sea hoy argüir que la amnistía no ha pesado -por el argumento de que los votos socialistas se han ido al BNG, partidario abiertamente de esta medida de gracia para los implicados del procés-, mal harían en Princesa si desoyeran las advertencias y despreciaran la autocrítica. Deben tomar nota de lo sucedido. En Galicia ocurre una tendencia política similar a la Región: hay un partido hegemónico (el PP) que gana casi por inercia y hay una alternativa (el PSOE) que no sólo se ahoga, incapaz, sino que encima empeora sus resultados. De mal en peor: pierde votos y escaños. Mal asunto. El PSOE murciano va camino de tres décadas en la oposición, con la honrosa excepción de la victoria de 2019 (aunque infructuosa por los pactos poselectorales), y el horizonte no vaticina tiempos halagüeños. No ayuda la pérdida de poder territorial del PSOE, que sólo gobierna cuatro comunidades (Asturias, Navarra, País Vasco y La Mancha, esta última con disonancias con Ferraz). El Gobierno de España es su gran bastión. Pero Pedro Sánchez no estará eternamente.
Puede que en Vox el chasco no sea tan sonoro ni tan doloroso porque en el fondo sus dirigentes interiorizaban que Galicia era una plaza muy difícil. Pocos albergaban esperanzas de lograr un buen resultado. Pero la previsibilidad del fiasco no debe ser óbice para actuar. Vox ya no es la novedad, lleva un camino andado y un partido con vocación nacional no puede aceptar que se quede fuera de parlamentos autonómicos como el gallego. Es un paso atrás. Su líder, Santiago Abascal, puso el acento en la "inexorable deriva del nacionalismo" como la principal causa del pésimo resultado. A priori, suena a análisis pobre, incluso como declaración para la galería. Hay más razones y lo saben. Por ejemplo, el punto de mira también debería dirigirse hacia ellos mismos: hacia la tesis de que ante un PP firme, apenas existe resquicio para Vox. José Ángel Antelo, que conoce bien Galicia, no puede relajarse ni un ápice si no quiere perder terreno en la Región.
Podemos se lleva un bofetón de realidad. Para un dirigente o un simpatizante morado no debe de ser fácil encajar que la fuerza que lideró la alternativa de la izquierda en 2015 obtenga ahora menos votos que el Pacma. Podemos se asoma al abismo. Hace tiempo que suena el temido tic tac de la política -que suele ser despiadado con los que tienen etiquetas lúgubres, Ciudadanos verbigracia-. Las elecciones europeas de junio, con la baza de una única circunscripción, serán la última gran oportunidad para tomar impulso. El último clavo ardiendo para sostener el aliento. Sánchez Serna, el líder regional, puede esgrimir que Podemos resiste en la Región y es cierto -sus dos diputados no dan tregua ni un segundo al Gobierno en la Asamblea Regional-, pero los partidos no son satélites ajenos a las corrientes nacionales. Y cada pugna electoral es otro afligido retroceso en votos para Podemos. Hay motivos para la preocupación. O al menos deberían tenerlos.
El otro gran derrotado es Sumar. Pero... ¿qué es Sumar en la Región? Si la formación impulsada por Yolanda Díaz adolece de falta de implantación local, todavía se hace más difícil analizar el caso de Murcia, donde sólo es -de momento- una marca que se presentó a las generales y cuyo escaño se evaporó -su diputado, el morado Sánchez Serna, se marchó al Grupo Mixto-. En cualquier caso, Galicia ha supuesto un varapalo para Díaz en su comunidad natal y deja la sensación de que es una formación que ha empezado la casa por el tejado. Los partidos nuevos beben mucho de los vientos de cola para crecer -una buena valoración del líder, un relato más o menos coherente, unos comicios esperanzadores...-. En el caso de Sumar, sus prometedoras expectativas de los inicios se difuminan, pues su primera lucha autonómica -su primer intento de organizarse en una región- no puede comenzar peor.