MURCIA. Cuando Jo Nesbø escribe no piensa en sus lectores, pero sí en sus amigos. El rey del thriller piensa en dejar pasmadas a esas personas con las que habla sobre su cotidianidad, sobre las noticias del mundo, la filosofía, los deportes y la música, y confiesa que ni siquiera sabe si leen sus libros. Ellos tal vez no lo hagan, pero medio mundo sí, desde que publicó Murciélago en el año 1997 el noruego se ha convertido en una figura clave del mundo de la novela negra. La creación de su personaje Harry Hole, un detective problemático y autodestructivo, le ha llevado a dedicarle diez novelas y sumando, sin un final previsto a no ser que se canse.
El autor es cabeza de cartel del festival Valencia Negra, dedicado al género, en el que se puede encontrar con sus fans que están deseosos siempre de más sangre, y de más historias. Explica que por mucho que se lo pidan nunca promete una secuela, por mucho que la gente se lo espere, porque le gusta "sentir la libertad de decidir" y escribir cuando el cuerpo se lo pide: "Escribir se trata de sentir curiosidad y esperar que a los demás les guste y se unan a ti, a ese viaje”, explica concentrado a los medios.
De forma contraria a Charles Dickens, que esperaba a que sus lectores le dijeran por carta que querían que pasara, Nesbø escribe para él mismo y se aleja de los lectores, para no corromperse: “No le doy a los lectores lo que creo que quieren, sino lo que saben que les va a gustar”. De esa manera y mirando hacia su propio terreno el autor se centra en sí mismo a la hora de crear y queda totalmente ajeno a la polvareda que genera, y hasta se sorprende de esta. Le han contado recientemente que en Oslo se hacen rutas de Harry Hole, su personaje estrella, y que por lo visto han convencido a un vecino del barrio para que cuando se acercan a su domicilio y le llamen diga que Harry aparecerá más tarde. Lo sabe porque vive por la zona, y ve pasar los tours, escribe de lo que conoce para complicarse menos: “Vivo en el mismo barrio que mi personaje, era algo que me pillaba más a mano. Los detalles de los libros también forman parte de mi vida, escribo sobre mi propio universo y mi hogar. Hablo sobre lo que pienso, pongo la música que escucho y escribo sobre la comida que me gusta. Si al lector le gusta que siga leyéndome, si no tiene miles de opciones de dónde ir”.
Tras las preguntas de algunos fans y varios periodistas Nesbø conversa con Plaza sobre la cotidianidad que habita en sus historias.
-Lo primero de todo, ¿cómo te encuentras?
-Estoy muy cansado pero esto es parte de mi trabajo, y también lo disfruto. Me hice escritor para no tener que responder a ningún jefe, y además confieso que a veces soy un poco vago, realmente esta es la parte que más se siente como trabajo… la parte que diría que es más difícil es la de estar en varios sitios y hablar con gente. Pero no me quejo, tengo la suerte de tener el mejor trabajo del mundo.
-Sus novelas están plagadas de descripciones muy exactas: paisajes, movimientos y situaciones ¿Cree que concretar tantos los detalles es una clave en la novela negra?
-Diría que la forma de describir un lugar dice mucho de uno como persona, en ese ver en que te focalizas y ver que dejas de lado. Una descripción, ya sea de un lugar o de una persona, lleva siempre una toma de decisión casi política, y a la vez un punto muy visceral. Yo he encontrado algo fascinante en eso y se lo regalo al lector.
-En ese caso hablamos más de analizar que de describir, ¿no?
-No exactamente, sí que es verdad que con el análisis llegas a unas metáforas y a una retrospectiva. Pero si hago descripciones me centro en la música, lo que rodea al personaje y todo lo que se ve en la escena en un sentido mucho más amplio. Eso es lo que me gusta, dotar al lector de esas herramientas para construir el paisaje.
-Menciona la música, que curiosamente aparece mucho en sus libros… ¿Se debe a que es músico o es una herramienta más para construir "el todo"?
-Lo que escucha una persona la define, y yo como músico considero que tengo un abanico muy amplio. Podría meter en mi libro una canción de pop y no pasaría nada, aunque en lo que te refieres podríamos decir que a mi personaje Harry Hole le gusta más el indie o el rock, mientras que yo voy a algo más cursi… Yo sería más fan de The Beatles que Harry, por ejemplo.
-Harry es un personaje que comienza como muy autodestructivo pero que poco a poco va huyendo de alguna manera de la muerte, y se siente más cómodo por lo que le rodea… ¿Diría que hay una tendencia a la autodestrucción en la novela negra?
-Sin duda, cuando vas a la dicción criminal contemplas autores como Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Jim Thompson que tienden a hacer lo mismo. Al final la novela negra va sobre conflictos y personajes autodestructivos. Generalmente necesitamos un conflicto interno para construir la novela negra, este puede estar en el entorno o dentro del personaje principal. Últimamente me está gustando plantearle dilemas morales al personaje, para que tenga una lucha interior. Podríamos hablar de alcoholismo y vicios o podríamos poner al criminal muy parecido al investigador, que simpaticen. Cualquier conflicto es útil para construir una buena historia.
-Tus novelas muchas veces se ven tildadas de “demasiado violentas”, ¿qué opinas sobre esto? ¿Nos estamos volviendo más sensibles con el paso del tiempo?
-Por un lado se podría pensar que nos estamos volviendo menos sensibles a la violencia porque la vemos constantemente en el cine y la literatura, pero no creo que esto sea cierto. Sí que siento que la violencia en la vida real está disminuyendo, la gente se porta mejor por alguna razón, pero si miras la violencia en la ficción ves relatos de todo tipo. En Noruega hasta los cuentos de hadas son violentos, extremadamente violentos [ríe] y tampoco hay un sentido en dejar de representar esto.
-Ahora surge el dilema ético de desplazar esas partes violentas de las historias, al igual que sucedía con la traducción de los libros de Roald Dahl, ¿qué opina de esto?
-Considero que la violencia hay que contextualizarla en el tiempo. Lo que se escribió en los años 50 y 60 no es igual de violento que lo que se escribe ahora. Sí que es verdad que en la novela negra hay una fascinación por la violencia en sí misma, y que sirve en cierto modo para involucrar emocionalmente al lector y mostrarle lo que está en juego.
-¿Siente que alguna vez se ha pasado de la raya en alguno de sus libros?
-Sí, en Fantasma me dejé llevar demasiado y me rendí a mi mismo. Es como cuando eres guitarrista y te dejas llevar en el momento del solo, tú igual ahí quieres mostrar tu brillantez con la guitarra y eso no ayuda a la canción. Con este libro me pasó algo parecido, escribí demasiado intensamente sobre la tortura y el horror, pero sigo pensando que la violencia es un ingrediente importante en mis novelas y lo seguirá siendo.
-Comentabas en la rueda de prensa que escribir se trata de sentir curiosidad por la vida y por uno mismo, y si a alguien le gusta pues genial… ¿De qué siente curiosidad ahora?
-Ahora mismo siento mucha curiosidad por las normas morales que rigen el mundo, lo que permite que la sociedad funcione correctamente. Creo que es el momento de progresar como comunidad, y de tener a gente joven enfadada, como los que llaman wokes. Nuestra moralidad ha cambiado mucho y tenemos que aprender de los jóvenes, y de lo que nos rodea constantemente. Tenemos que educarnos también sobre lo que es bueno y lo que no, y comprender todo dentro del contexto.
-¿A qué te refieres ahora mismo con el contexto?
-Tenemos que construir nuestra moral leyendo todo, viendo todo y comprendiéndolo en el contexto adecuado. Hay que saber leer los libros que se crearon hace años y leerlos desde ese momento, comprendiendo cómo pensaba la gente en ese momento. Esos son los dilemas que ahora mismo me generan más curiosidad, es mi hija la que me está enseñando todo esto.
-¿Qué le queda por aprender?
-Mucho de mi hija [ríe] Si crees que no puedes aprender nada nuevo a una edad adulta estás muy equivocado, y en veinte o treinta años lo que hayas aprendido ya estará obsoleto y tendrás que renovarse. Crees que tu moralidad tiene que ir ligada a pensar que tienes siempre la razón, pero no hay nada más inteligente que seguir aprendiendo.