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El megayate Sailing Yacht A, del millonario ruso Melnichenko, arriba a Cartagena para ser reparado

Este barco es único por sus características como visión submarina, sistema de propulsión diésel-eléctrica y sistemas de navegación de última generación.

3/02/2021 - 

CARTAGENA. El megayate Sailing Yacht A volvió atracar ayer en el Puerto de Cartagena para someterse a tareas de reparación en Navantia donde permanecerá durante unos meses para alegrar la vista a los curiosos que se animen a ver de cerca la embarcación.

Con bandera de Bermudas, es uno de los veleros más grandes del mundo y tiene casi 143 metros de eslora, 25 metros de manga y una quilla de ocho metros de largo. Su construcción comenzó en 2013 en el astillero alemán Nobiskrug, proyectado por Philippe Starck, y fue uno de los grandes desafíos de la arquitectura naval, además de uno de los caprichos más caros de la historia. Su precio ronda los 400 millones de euros.

Se trata de un proyecto llevado a cabo por una alianza de grandes especialistas: el diseño de las velas, del aparejo y la ingeniería proceden del estudio holandés Dykstra Naval; la inglesa Magma Structures se encargó de los mástiles; la empresa de Valencia Futures Fibres, de las botavaras y la estadounidense Doyle Sails fabricó las velas.

Este barco, propiedad del millonario ruso Andrey Melnichenko, es único por sus características como visión submarina, sistema de propulsión diésel-eléctrica y sistemas de navegación de última generación. Los tres mástiles son la estructura composite autónoma de mayor altura instalada nunca. El mástil principal se alza 100 m sobre la línea de flotación. Cuando no navegue a vela la propulsión corre a cargo de dos motores MTU diésel de 3.600 kW y otros tantos eléctricos de 4.300

En la superficie, hay un helipuerto y tres piscinas, una de ellas con el fondo de cristal. En su interior, ocho plantas, visión subacuática, seis suites y una discoteca son algunas de sus instalaciones. Cuenta con cristales antibalas de 44 milímetros de espesor, más de 40 cámaras del circuito cerrado de televisión, sensores de movimiento, acceso a los camarotes a través de la huella dactilar. Su precio ronda los 400 millones de euros.


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