MURCIA. Son cuatro cartageneros que se juntaron para hacer la música que a ellos les gustaría escuchar y que en un tiempo récord, tan solo dos años, han conseguido estar en los carteles de los más importantes festivales e incendiar las salas de todo el país con su sonido potente, unas letras que hablan con rabia de las inquietudes de una generación y una voz profunda e inconfundible, la de Antonio García, que te atrapa irremediablemente. Ellos son Arde Bogotá, una banda de rock a la que ya se le ha quedado pequeño lo de grupo revelación y que se enfrenta a su segundo disco con madurez y, sobre todo, con mucho trabajo, "poniendo el corazón, pero también el cerebro" en aquello que hacen.
Este viernes, 10 de junio, Arde Bogotá actuará en el Festival Cartagena Suena, donde uno de los momentos más emocionantes se producirá, sin duda, cuando interpreten Exoplaneta, que se ha convertido en un auténtico himno a su ciudad. Murcia Plaza habla con su vocalista, Antonio, para que nos cuente un poco cómo han sido estos dos años de vértigo para el grupo... y lo que está por venir.
¿Qué tiene de especial para vosotros actuar en Cartagena, vuestra ciudad, después de estar agotando entradas en conciertos por todo el país?
Tocar en Cartagena tiene de especial la gente, las caras que te vas a encontrar en el público. Hay un deseo de mostrar lo que estamos haciendo a la que gente que nos es más cercana, de enseñar qué está pasando con el proyecto, cómo ha crecido... y la forma de hacerlo es encima del escenario.
Exoplaneta se ha convertido en todo un himno a Cartagena. Supongo que será uno de los momentos más emocionantes de este concierto...
Es uno de los momentos más emocionante de todos nuestros conciertos, sean donde sean. Y el hecho de estar en Cartagena, siendo una canción que habla de la ciudad, es algo que yo ya empiezo a visualizar... pensando qué va a pasar, qué voy a hacer, qué voy a decir, qué me voy a encontrar con esta canción...
Arde Bogotá es ya un nombre que suena con fuerza en los principales festivales y salas del país. Lo vuestro ha sido meteórico teniendo en cuenta que hace solo dos años que disteis la campanada con vuestro primer single, Antiaéreo. Después llegaría el EP El tiempo y la actitud y vuestro primer disco, La Noche... ¿Cómo estáis viviendo que haya sido todo tan rápido?
La velocidad a la que han pasado las cosas y a la que ha crecido la banda para nosotros se ha traducido en mucho trabajo, en ser capaces de rendir al nivel que el grupo está exigiendo; implica muchísima dedicación. Eso también ayuda a no creerse cosas que no son, a no ver fantasmas donde no los hay y a tener los pies en el suelo. A ser conscientes de que estamos aquí porque se han dado las cosas así, pero que es algo que lleva implícito mucho trabajo, sacrificio y responsabilidad. No hay una sensación en la banda de pensar que nos ha tocado la lotería, sino de asumir que cada vez hay más que hacer; y eso se traduce en mejores resultados.
¿A qué os aferráis para no perder el norte?
A la gente que nos rodea y al trabajo. Yo siento que al final nos metimos en esto porque a los cuatro nos parecía mejor idea hacer canciones que a lo que nos íbamos a dedicar seguramente si no nos hubiéramos reunido. El trabajo en la banda, como todos los del mundo, tiene partes tediosas y momentos aburridos o estresantes, pero al final, cuando ves la foto completa, es más gratificante que todo lo demás; y, entonces, da gusto y te apetece trabajar en ello.
¿Os ha costado tomar la decisión de abandonar vuestros trabajos u otros proyectos profesionales para dedicaros en exclusiva a la banda?
Yo siempre digo que la banda es como un monstruo de las galletas que te da más de lo que pide. Y ahora estamos en un momento en el que lo que nos pide es dedicación plena, aunque no quiere decir que el monstruo nos dé siempre lo que queremos cuando nos gustaría. Pero hemos dado el salto y hemos puesto todas nuestras fichas en este número, en el de la banda; es nuestra apuesta.
Ahora que lo de 'banda revelación' parece que se os queda pequeño... ¿dónde están los sueños de Arde Bogotá?
El objetivo va creciendo, lo vamos poniendo cada vez más lejos, pero hay uno principal que es hacer una carrera lógica, vivir de ello, que las cosas se asienten... Si ponemos el sueño cerca, que es donde creo que debe estar, es sacar un segundo disco que funcione y que nos permita seguir trabajando.
¿El hecho de que vuestro primer álbum haya tenido tanta aceptación hace que viváis con más presión todo lo que conlleva este segundo disco?
Mentiría si dijera que no. No tanto ahora como hace unos meses, cuando nos enfrentábamos al momento de la página en blanco, de plantearnos qué íbamos a hacer. Ahora ya ha avanzado la cosa, tenemos material y sentimos mayor confianza. Podemos decir que la banda sigue en forma.
¿Cómo será ese nuevo trabajo?, ¿se va a notar una evolución en el grupo?
Como compositores yo creo que hemos madurado. Todavía no está cerrado, pero yo no siento que a nivel sonoro haya una evolución. Sí que las canciones se componen desde un punto de mayor madurez; están compuestas con el mismo corazón pero algo más de cerebro. Y eso es positivo y hace que las canciones sean mejores.
Vuestras letras son muy generacionales y conectáis con un público joven... pero también con sus padres. ¿Os habéis percatado de eso?
¡Total! El público que viene a vernos a los conciertos es muy variado y eso me hace mucha ilusión. Vienen desde niños hasta gente muy mayor. Sin ir más lejos, el otro día en Alicante me encontré en primera fila a un señor mayor que mi padre, con todo el pelo blanco, saltando a muerte; se sabía la canción entera... Me da mucha alegría, porque demuestra que no estamos haciendo algo como muy de nicho o dirigido solo a los que son como nosotros. Estamos haciendo algo con mayor alcance y eso a mí me gusta.
¿Qué sientes cuando te subes a un escenario?
Cuando todo funciona -porque hay que tener en cuenta que es un trabajo muy físico y a veces no estás del todo bien- lo que yo siento en el escenario es muchísima libertad. Es un sitio en el que puedo hacer lo que me dé la gana, soy el dueño de situación y elijo esa libertad para pasarmelo bien y que la gente se lo pase bien conmigo. Y eso es inigualable, no lo he experimentado en ningún otro sitio.
¿Qué tres cosas se llevaría Antonio a ese planeta 571-/9A que está por colonizar?
Me llevaría un poco de ensaladilla rusa de mi madre, algo donde poder escuchar música y, a poder ser, una bengala o algo para que me encuentren pronto. Llevo bien la soledad, pero tampoco tanto. No me importaría quedarme allí, pero que venga a alguien a acompañarme y hagamos una fiesta.
Además del sonido potente de la banda, la actitud sobre el escenario, las letras generacionales... Arde Bogotá se caracteriza por tu voz rota y profunda. ¿Cómo cuidas tu instrumento?
Desde que la banda empezó a correr me he dedicado mucho a conocer mi instrumento, a estudiarlo, a cuidarlo y a recibir clases para aprender a utilizarlo bien. Y me he encontrado con que es muy complejo, más de lo que yo pensaba. Desde luego que hay un miedo a que te pueda fallar, que supongo que es igual al que pueda tener cualquier músico con su instrumento. Pero cuanto más estudio y conozco mejor lo que hago, más disfruto cantando.
¿Cómo son los cuatro de Arde Bogotá cuando se bajan del escenario?
Muy distintos y eso es un poco la clave. Yo en el escenario soy lo contrario que fuera: me paso la vida hibernando, me subo al escenario que es mi pico de energía y luego ya vuelvo a hibernar. José Ángel (Mercader) es exáctamente lo opuesto: tiene muchísima energía y lo dinamiza todo muchísimo, aunque también lo piensa todo doce veces más de las que harían falta. Pepe (Esteban) es una persona súper sensible y eso le permite ver las cosas que no están a simple vista, que están en los sentimientos y en otra capa de la realidad. Y Dani (Sánchez) es una persona muy sesuda, de pensarlo y carcularlo todo.
¿La amistad, como base o como complemento de la banda?
Hay un punto esencial que hay que entender y es que es un trabajo en grupo. Arde Bogotá no puede sobrevivir si no hay comunicación, compañerismo, una base de confianza sobre la que trabajar... Eso en nuestro caso, por suerte, se traduce en amistad. Tengo la suerte de trabajar con mis amigos. Pero más allá de la amistad tiene que haber respeto y admiración por el compañero y pensar: qué suerte tengo de trabajar con ellos porque hacen mi trabajo mejor y espero que ellos sientan lo mismo por mí.
¿Qué ha sido 'lo más' que habéis experimentado en estos dos año de emociones?
La reacción de la gente. Ninguno nos esperábamos encontrarnos con todo esto al subir por una escalerita a la tarima y asomarnos al cielo del escenario. Desde este sitio hemos visto cosas que no esperábamos niguno. Y eso es porque la gente ha agarrado la música, la propuesta, y la ha hecho suya, y nos devuelven una entrega y un agradecimiento que es inmenso. Significa que lo están disfrutando que es lo que nosotros queríamos.