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historias de un confinamiento

Los Alcázares, un municipio varado en una pesadilla perpetua

20/12/2020 - 

CARTAGENA. 'Seguimos esperando hasta cuando desesperamos'. Esta frase del novelista francés De Goumont calca fielmente la zozobra que está sufriendo Los Alcázares desde septiembre del pasado año y que no parece tener final. El pueblo, de casi 16.000 habitantes, y con una economía basada eminentemente en el turismo ha sufrido las plagas como si de una profecía apocalíptica se tratara. Dentro de ese desánino y desesperanza, el municipio ha tratado de sacar fuerzas para mirar adelante, restañar lo justo las heridas y seguir caminando, porque los lamentos no les ayudan a comer.

Después de sacar el agua y el barro que zarandeó sus casas y contemplar cómo su Mar Menor languidecía y con él sus esperanzas de recuperar las fuerzas perdidas en las inundaciones, el coronavirus les ha dado un mandoble que les ha terminado de descolocar. El pueblo, junto con Torre Pacheco, sigue en confinamiento perimetral, por lo que sus playas, su paseo marítimo, bares, restaurantes, hoteles y pequeños comercio tampoco pueden recibir la visita de los vecinos de San Pedro, San Javier, Cartagena, Torre Pacheco o el Pilar de la Horadada.

A unos pocos días de la Navidad ni tan siquiera saben qué planes preparar, qué reservas anular y qué comida comprar. Sin embargo, y pese a ese amargo sabor del desaliento, los vecinos y vecinas siguen esperando pacientemente a que todo vuelva a su sitio.

Esta burbuja en la que están metidos paraliza a unos, enfada a otros, turba a la mayoría y se convierte en el único tema de conversación en las plazas, las casas o los trabajos. Camareros, empresarios, ciudadanos y políticos observan con estupor y pavor cómo se les han ido restringiendo las libertades hasta consumirlos, pero siguen esperando hasta cuando andan desesperados.

  

El ‘Chinguirito’ o la pelea contra el miedo

Es eso, el miedo, uno de los conceptos que ha infectado a la sociedad, como si de un escudero fiel del virus se tratara, el que ha paralizado a gran parte de la ciudadanía. El estado de shock en el que se encuentra aún la colectividad nos ha privado de razonar, reflexionar y tomar las decisiones adecuadas. Así es, la alarma ha limitado nuestras libertades. Carmen y Lena saben muy bien de lo que hablo. Una, camarera, otra, empresaria; ambas cada mañana en el Chinguirito, un ‘chiringuito’ playero en Los Narejos que tiene como ventana un paradisiaco escenario frente al Mar Menor. El establecimiento, abierto todo el año, cumple el próximo 2021 su trigésimo aniversario y nadie duda que lo celebrará por todo lo alto: su dueña así lo confirma.

Pero este local, sus propietarios y sus trabajadores, tratan de pelear contra este sentimiento que nos atenaza. "Nunca hemos pensado en cerrar. Cuanto más nos pisoteen, más fuerza tendremos para seguir aquí", dice Lena Lydén, la empresaria de origen sueco, acento murciano y espíritu libre. "Es un palo tremendo el que hemos sufrido, no solo para nosotros, como dueños del Chinguirito, sino para nuestros empleados -hasta 20 en época estival-, la gente que trabaja con nosotros. Abrimos todo el año, ofrecemos trabajo y lo hemos conseguido con un chiringuito de playa; nuestra supervivencia está en juego", esgrime Lena. "Abriremos todo el tiempo que nos dejen, no me voy a rendir", sostiene.

A Carmen Luján se le acaba el contrato este mismo mes. La escasez de clientes lleva a la reducción de personal. Llegó en febrero y Lydén le dijo que aquí siempre han necesitado manos, porque nunca les han faltado clientes; luego llegó una desgracia indefinida en el tiempo. Ha sido una de las primeras que se puso a encabezar el pasado mes de noviembre las manifestaciones por el cierre de la hostelería en Los Alcázares, aunque nos reconoce que fue más un grito de desahogo "porque quien mueve los hilos no nos iba a escuchar. Éramos conscientes de que con nuestras protestas no íbamos a conseguir nada, pero si nos callamos y nos aborregamos, no volveremos a encontrar nunca la normalidad perdida", subraya Carmen.

"En Los Alcázares no se habla de otra cosa que de restricciones, cierres y coronavirus", añade Luján. "Todo esto de los horarios, la prohibición para venir y la contundencia en las medidas está fuera de toda lógica. ¿Por qué no puede venir gente de Torre Pacheco a pasear a la playa o nuestros clientes de San Javier a desayunar aquí? ¿Qué estamos haciendo mal?", se pregunta Carmen, quien reclama las libertades que se nos han ido cayendo por el camino y que nadie se encarga de recoger. "Déjennos vivir nuestras vidas; me siento maniatada. Me han quitado mi autonomía y la han sustituido por unas reglas que no sé en qué se basan todavía. Las personas sensibles no tienen miedo al coronavirus, sino a la contundencia con la que actúan las autoridades".

"Desde el 13 de marzo", fecha en la que se decretó el estado de alarma, "pienso mucho, y el único miedo que he tenido es al colectivo, a la sociedad, no al coronavirus" apostilla Lena. "He podido ver en mis amigos, mis clientes o mis conocidos mucho temor e incertidumbre. Este sentimiento nos ha anulado".

Explica la empresaria que tras un temporal que arrasó Los Alcázares y una catástrofe medioambiental en el Mar Menor, habían logrado volver a sacar la cabeza. "Antes estábamos tocados por la crisis y ahora estamos sin perras y sin libertades" y añade: "no queremos que nos busquen soluciones, queremos trabajar. Aquí no hay culpables".

Culpas y no culpas

El restaurante La Encarnación es un establecimiento alcazareño de casi 120 años de historia y creado como balneario. Tal fue la actividad turística a comienzos del pasado siglo que el número visitantes en verano llegaba a superar a los residentes, que se reducían a unos sesenta vecinos durante el resto del año.

El establecimiento hotelero y hostelero muestra su sintonía con el mar con una terraza repleta de clientes. Alfonso Jiménez es uno de los tres propietarios y afirma con rotundidad que desde septiembre de 2019, con la DANA y luego con la pandemia de marzo, "llevamos un 2020 increíble. Si me lo cuentan no me lo creo, pero lo estoy viviendo y es una pesadilla". 

Cree que la gente que vive y trabaja en Los Alcázares tiene un mérito increíble "nos dan un palo y tratamos de levantarnos, pero llevamos tantos que si seguimos así estamos abocados a lo que nadie quiere, que es el cierre definitivo".

La apertura de la hostelería en Los Alcázares, limitada de momento a las terrazas y restringidos los accesos al municipio no hace otra cosa que ahogarlos. "En el hotel somos 28 personas trabajando y tenemos 48 apartamentos turísticos cerrados junto con el hotel, porque nadie puede venir de otros lugares y aunque la gente del pueblo nos ayuda, nuestro establecimiento está enfocado al turismo", subraya Alfonso.

"Vamos a intentar que todos podamos vivir", reclama el dueño de La Encarnación y que no sea el suyo, su sector, el centro de todos los males y el culpable de todos los errores "ya que se ha localizado perfectamente el origen de los contagios, que se pongan las soluciones adecuadas para encauzarlo. Aquí, en Los Alcázares, somos muchos los que vivimos de esto y todo está enfocado a que en los meses de verano no falten bares, restaurantes u hoteles. Si nos cierran entre pueblo y pueblo se nos hace imposible sobrevivir". De ahí su frustración e impotencia ante lo que les ha llegado "que tú quieras trabajar y no te dejen es difícil de digerir, aunque luego, los impuestos sí que hay que pagarlos".

Reconoce que hay mucha gente en el sector que lo está pasando mal "porque todo sigue: alquileres, agua, impuestos, etc… Poco a poco te vas metiendo en un pozo sin salida, a pesar de que has guardado todas las medidas que te han impuesto para mantener abierto el negocio. Somos el sector que más está haciendo y el que más palos se está llevando".

Quiere que las administraciones empiecen a tomar medidas allí donde se sabe que pueden venir los contagios "no puede ser que la hostelería esté cerrada en Los Alcázares cuando aquí se están cumpliendo las medidas. Ellos pueden ver los números y observarán que hay otros sectores donde ha incidido más. Alfonso se guarda mucho de enfocar a nadie, no es su competencia, pero si que es meridianamente claro. "Al sector que esté afectado hay que ayudarle a que guarde sus medidas, pero no señalarnos a nosotros".

A un paso de iniciarse la Navidad, Alfonso Jiménez, prefiere no hacer cuentas. "No hemos salido de la segunda ola y ya estamos pensando en la tercera. Hay clientes que nos llaman anulando sus reservas para esta época ‘no podemos entrar en Los Alcázares’, nos argumentan algunos, ‘nos tenemos que quedar en el Pilar de la Horadada’. Aquí nuestras mesas son de 6 y en el Pilar de la Horadada diez personas; o aquí los aforos al 30% y allí un 50%. Si somos todos españoles ¿qué es lo que pasa?".

Tres veces, tres, las reaperturas de La Gonga en este año

Santiago Fernández no olvidará nunca el día que abrió su bar La Gonga. Bueno, Santiago no olvidará ninguna de las tres veces que ha abierto su establecimiento en este 2020. Aquel 27 de febrero afrontaba un reto empresarial lleno de sobresaltos, pero este sanjaviereño afincado en Los Alcázares no es de torcer el gesto ante la adversidad. "Rendirme no era una solución", explica. "Se ha convertido en un reto y voy a sacar el negocio adelante como sea", añade Santiago, quien es muy consciente que los clientes que llegan de fuera aportan el 90% del trabajo en su negocio. "Y llevan sin poder venir dos meses", explica mientras prepara una tostada de tomate y atún a una clienta. 

Aunque quizá lo que más le duele es estar en esta burbuja en la que ha acabado convertida Los Alcázares, sin poder salir para juntarse con sus amigos o ver a su madre. "Es mucho tiempo ya así. A mi madre le gusta venir al bar y echar una mano y ahora ella tampoco puede pisar el bar".

"No es lógico todo esto que nos está pasando y nada tiene sentido en estas decisiones que se han tomado", aclara. "Creo que todo es mucho más fácil de lo que nos están haciendo ver".

La Tropical es otro de los referentes gastronómicos de Los Alcázares, pues sus orígenes datan de 1936. Casi desperezándose tras un mes cerrado, este restaurante que en una temporada de trabajo normal tendría a 14 empleados y en el que ahora solo están seis, está a la espera de poder abrir la parte interior del establecimiento, aunque no les falta ni un solo detalle navideño. "Vamos a tener una Navidad complicada, porque no sabemos si vamos a poder meter a la gente dentro del restaurante. Además, el tema de las reservas está parado, ya que los que puedan venir tienen la incertidumbre de si habrá libertad de movimiento o no", explica Cristóbal González, encargado del establecimiento.

Recuerda que otros años en esta época no habría posibilidad de reservas porque tendrían casi el cartel de completo. "Pero se han anulado mesas grandes de Murcia o San Pedro porque no podíamos darles servicio", por lo que pide que las administraciones competentes abran cuanto antes la mano. "Quedan unos días para la Nochebuena y no podemos coger reservas porque desconocemos qué ocurrirá en los próximos días", argumenta.

González añade que una vez que se sabe de dónde procede el foco de infección, no se puede sacrificar ni un minuto más a la hostelería. "Sabemos que es el sector primario de donde vienen los contagios. Nosotros no tenemos nada que ver, por lo que no entendemos mucho qué tenemos que ver nosotros en todo esto".

Este año han sido demasiados meses con el servicio interrumpido "cuatro meses entre el primer confinamiento y éste, por lo que mantener un personal y un negocio así es realmente difícil".

Mario Cervera: "El problema no está dentro del municipio"

El alcalde de Los Alcázares, Mario Cervera, ha tratado de estar en todo momento con los empresarios y trabajadores hosteleros de su municipio. Él mismo reconoce que el pueblo vive por y para el turismo, por lo que el cierre hasta la pasada semana y el confinamiento actual es otro guantazo más a la economía más que castigada desde la DANA del pasado año.

El primer edil lo tiene muy claro, porque él también reconoce que, localizado de dónde vienen los contagios, todas estas medidas restrictivas carecen de sentido. "Los Alcázares y Torre Pacheco tienen un problema identificado y señalado por parte de las administraciones. Estamos hablando de un sector concreto, que en el caso de nuestro municipio, no tiene ni tan siquiera incidencia aquí, porque son casos exportados de Almería, Lorca y contabilizan en el municipio por su lugar de empadronamiento"

Califica como "dramática" la situación de muchas familias en Los Alcázares vinculadas a la hostelería. "Primero fueron las inundaciones, en las que se obligó que invertir en los negocios. Luego, con la situación del Mar Menor llegó un descenso de turismo y menos ingresos y ahora la situación covid que les obliga a cerrar".

Cervera ha trasladado a los dirigentes sanitarios que las medidas de cierre perimetral y cierre de la hostelería "no están favoreciendo el descenso de los casos de infectados, por lo que proponemos coordinarnos para actuar de raíz para erradicar el problema en los lugares de trabajo, por medio de vigilancia y sanción a aquellas empresas que no cumplan. Los de siempre siguen incumpliendo y ponen en riesgo a los demás".

Añade el alcalde que no se pudo abrir por los límites, "casi por 0,004. Estamos en el límite, pero insisto en que no es que podamos cumplir o no, sino que el esfuerzo que estamos haciendo no está teniendo resultado porque el problema no está en Los Alcázares".

"Los hosteleros no quieren ayudas, quieren trabajar", explica Cervera. "Todas las ayudas que han sacado han castigado al municipio. Las ayudas por las Danas y por la situación del Mar Menor que iban a la hostelería y al comercio local ni han llegado y las que se sacaron por covi-19 perjudicaban los intereses del municipio, porque si hacemos una comparativa con 2019 en este último cuatrimestre los bares y restaurantes estuvieron cerrados, con lo cual los ingresos fueron cero. Si los comparamos los ingresos de ahora con los del año pasado, no vamos a poder acceder a esas ayudas. En los mismos meses del año pasado la situación fue peor, con lo cual se han quedado fuera de esas ayudas".

Este lunes vuelven a someterse al examen de las estadísticas. Aguantan la respiración porque están en juego muchas cosas, entre ellas la posibilidad de volver a pasear junto al mar en un paraje idílico atrapado en un bucle temporal que no se detiene.

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