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Isabel Díaz Ayuso: la derecha encuentra la némesis de Sánchez

13/04/2021 - 

MURCIA. Hace poco más de un año, poco antes de comenzar la pandemia, el director de Valencia Plaza, Javier Alfonso, ya lo avisaba: hay Pedro Sánchez para rato, aunque su posición pudiera parecer endeble. Tanto el triunfo de la moción de censura como la investidura en enero de 2020, tras su victoria electoral de noviembre, parten de guarismos escasos para el PSOE: 85 escaños en la moción de censura, y 120 escaños actualmente. Además, Sánchez lidera un Gobierno de coalición con un socio poco fiable, al que le gusta diferenciarse y, a veces, hacerse oposición a sí mismo. Sus apoyos parlamentarios en el Congreso son menos fiables aún.

Pero, con todo eso, Sánchez tenía, y aún tiene, todos los triunfos en la mano para seguir en el Gobierno hasta que se agote la legislatura. Porque no hay alternativa parlamentaria viable y porque, además, a estas alturas todos tenemos claro que Sánchez es tan resiliente como Rajoy, e incluso más: que a él nadie le mueve del sillón si puede evitarlo, y que es sumamente hábil para mantenerse en el sillón. Supera crisis de gobierno, pandemias, críticas durísimas de la oposición, crisis económicas... La geometría variable del Congreso no es tan variable, porque a la hora de la verdad la única alternativa, la del PP, no tiene ninguna posibilidad de hacerse con 176 escaños en una eventual moción de censura, cosa que Sánchez y sus asesores saben perfectamente. Así que, ante el espantajo de "que viene la (ultra) derecha", sus socios le apoyarán, aunque no quieran. Con lo que Pedro Sánchez puede permitirse actuar con gran libertad, contra la oposición y contra sus supuestos socios, como si tuviera mayoría absoluta.

Eso sigue estando claro. Pero lo que ya no está tan claro como antes es que, además, Sánchez seguiría mandando si hubiera elecciones. Posiblemente porque le pudo la avaricia. Sánchez vio la posibilidad de darle el golpe de gracia a la derecha española con la moción murciana, pero el fracaso de esta operación, en cambio, puede funcionar como el bálsamo que reviva a los conservadores españoles. Y no sólo por retener el poder en Murcia sino, sobre todo, por el adelanto electoral madrileño.

Durante la pandemia, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ha convertido en la principal opositora del presidente del Gobierno. Por el peso específico de Madrid, muy importante en lo económico y demográfico, pero más aún en lo político y mediático, Ayuso siempre ha tenido capacidad para aparecer en primer plano con todas y cada una de sus iniciativas, por desquiciadas que fueran a veces. Y de hecho, a menudo, cuanto más desquiciadas, mejor, porque la estrategia de Ayuso y su jefe de gabinete, el inefable Miguel Ángel Rodríguez (asesor de cabecera y secretario de Estado de Comunicación en la etapa inicial del gobierno de José María Aznar), consiste en dar continuas vueltas de tuerca para salir en la tele, al precio que sea.

Para ello, Ayuso ha convertido Madrid en un Gobierno que hacía y decía siempre sistemáticamente lo contrario que hacía y decía el Gobierno español, en una medida mucho mayor de lo que lo han hecho los supuestos independentistas catalanes o los nacionalistas vascos. Curiosamente, para emerger como gran esperanza blanca de la derecha española, Ayuso ha mimetizado e incluso llevado más allá las tácticas discursivas, y también las decisiones, propias del independentismo más enquistado contra el Estado español. Curiosamente... sólo para quien a estas alturas no sepa cómo se las gasta la derecha española y cuáles son sus auténticas prioridades, que pasan ante todo y sobre todo por alcanzar y retener el poder. Todo eso de España y su unidad en lo universal está muy bien, siempre y cuando manden los individuos correctos. Si no, es mucho más importante asegurar que vuelvan a mandar que cualquier otra consideración.

Así que, si es necesario, se negocia con Rusia para comprar vacunas (o se aparenta que se negocia, porque el objetivo de tal negociación era, sobre todo, poder decir que se había negociado, "no como el incompetente de Sánchez"). Se mantiene abierta la hostelería cuando todos los demás la cierran, se farda de los franceses que vienen a visitar museos con la litrona de calimocho en la mano, mientras se acusa al malvado presidente del Gobierno de dejarles entrar, o se exige que se abran las demás comunidades autónomas para que puedan ir los madrileños a pasar el fin de semana allí, "que, si no, aumentarán los contagios en Madrid".

"Ayuso podría ser una líder mucho más eficaz que Casado para hacer en el resto de España lo que previsiblemente haga en Madrid: neutralizar a Ciudadanos y a Vox"

Una estrategia semejante a menudo ha dado la sensación de que Ayuso iba como un pollo sin cabeza, sin rumbo, pero a estas alturas está claro que le ha salido bien. En Madrid, Ayuso ganará, sin ninguna duda, las elecciones del 4 de mayo, con un resultado mucho mejor que el que obtuvo en 2019. Lo hará porque ha conseguido encarnar la oposición a Pedro Sánchez y al Gobierno español, objeto de los odios y el desprecio de la derecha española y, en particular, madrileña, mientras la presidenta autonómica se erige en defensora de su derecho a recuperar cierta forma de normalidad, que incluye mantener abiertos comercios, hostelería y espectáculos en una medida mucho mayor que en el resto del país. Esto ha tenido un precio en términos de contagios y fallecidos, pero no tan alto como muchos nos temíamos. Y, con ello, se ha ganado a muchos ciudadanos que un año después del inicio de la pandemia ya están comprensiblemente hartos de todo; por no hablar del sector de la hostelería en su conjunto, que Ayuso ha cuidado como nadie estos meses. Todo ello tendrá réditos en las elecciones.

 

Efectivamente, Ayuso se ha puesto en primer plano de la política española, oscureciendo tanto a su supuesto líder, Pablo Casado, como al principal rival del PP: Vox, que en la Comunidad de Madrid es mucho más débil que en el resto de España en relación con el PP (salvo en Galicia, donde Núñez Feijóo también retiene el voto de los conservadores sin dejar que asomen ni Vox ni Ciudadanos). Ayuso ha logrado difuminar por completo a Vox, porque sus potenciales votantes no tienen ningún problema en votar a la presidenta madrileña.

De hecho, algunas encuestas indican que no sólo Ciudadanos, sino también Vox, podría quedarse fuera de la Asamblea madrileña; los cálculos electorales de la izquierda para recuperar la Comunidad de Madrid (desde 1995 en manos del PP) pasan por ahí. Personalmente, dichos cálculos me parecen ensoñaciones; creo que Vox logrará entrar sin demasiadas dificultades y sumará con el PP una mayoría absoluta. Si es así, Ayuso saldrá muy reforzada e incrementará las posibilidades de constituirse en alternativa a Pablo Casado, un líder endeble que ha perdido claramente dos elecciones generales. Además, dará la impresión de que es Casado quien va como pollo sin cabeza, sin saber muy bien qué hacer para desactivar a Ciudadanos y a Vox.

Esto podría llevarnos, a su vez, a otra ensoñación, que ya vivió la derecha española hace unos años con Esperanza Aguirre: a pensar que para ganar en España basta con ser popular en Madrid. En principio, esto parece una posibilidad remota. Como el de Aguirre, el de Ayuso es un PP muy antipático, con poco vuelo fuera de Madrid y las Castillas, entre otras cosas porque su oposición al Gobierno de Sánchez a menudo se ha confundido con oposición a otros territorios españoles, como es el caso de los valencianos, pérfidos egoístas que no queremos garantizar el derecho constitucional de los madrileños a disfrutar de unas cervecitas en la playa con su ración de calamares por esa tontería de la pandemia. Pero no conviene menospreciar la potencia de fuego de la derecha madrileña para irradiar su discurso hacia el resto de España, porque medios (en el sentido más amplio de la palabra) no le faltan: ¡incluso merchandising! Y, sobre todo, Ayuso podría ser una líder mucho más eficaz que Casado para hacer en el resto de España lo que previsiblemente haga en Madrid: neutralizar a Ciudadanos y a Vox como alternativas al PP y recuperar una sólida hegemonía de la derecha española.

Este escenario de un PP "antipático", pero que aglomere casi todo el espacio electoral de las tres derechas, sí que podría ser suficiente, no sólo para vencer al PSOE en unas elecciones, sino para alcanzar la mayoría absoluta en unas circunstancias en las que la izquierda iría dividida en dos candidaturas (como así ha sido históricamente), mientras que la derecha llegaría unida bajo la égida de Isabel Díaz Ayuso. No es sencillo que todo esto suceda en los dos años que restan hasta las próximas elecciones generales, pero no descartemos que salgamos de ellas con Ayuso liderando el PP (tras una eventual tercera derrota de Casado) y con esa hoja de ruta.

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