CARTAGENA. Desde hace ocho años, Manuel Aguado sale cada tarde a faenar acompañado por su padre por aguas del Mar Menor. Doradas, lubinas -el 95% de las capturas- y magres son la principal fuente de captura y desde este sábado los langostinos, que han dado esa fama a la laguna salada en la Región.
Los Aguado son una familia de tres generaciones de pescadores que las han visto venir de todos los colores. A finales del pasado año estuvieron 45 días sin salir a trabajar, tras el temporal de la DANA y el episodio de mortandad de peces muertos. Todo se fue al traste justo en el momento de 'la racha' (fruto de la bajada de temperaturas en otoño), que supone en torno al 30 por ciento de los ingresos de todo el año de la Cofradía de San Pedro del Pinatar.
La ruina acechaba la casa de las familias de más de 40 barcos, que no recibieron las ayudas de la Comunidad Autónoma y que se las vieron y desearon para pasar esas semanas, en uno de los peores tragos de su vida. A Manuel Aguado le acababa de coger pagando aún el traspaso del 'Chato Uno' un pequeño barco pesquero que compró a su antiguo jefe. Vislumbró, entonces, un pasado y un futuro muy negros. "Hemos tenido meses que sólo cobrábamos una vez -suelen liquidar cada semana-, porque la Cofradía de Pescadores estaba arruinada, y los gastos nos comían por todos lados", dice a Murcia Plaza el joven pescador a pie de su barco y acompañado por su padre, después de una gran noche de trabajo.
Ahora, a pesar de las circunstancias tan insólitas que nos rodean a todos, la situación ha cambiado radicalmente. Explica que, a pesar de lo que la mayoría cree, la laguna "tiene mucha vida" y para ello nos cuenta que ese mismo día llegó al puerto con una captura de mil kilogramos de pescado. "Los peces salen del mar con mucha energía, están sanos y no comen porquería, como alguien pueda pensar. El que diga que el Mar Menor está muerto es que no tiene ni idea de lo que habla", asegura el pescador.
José María Castejón arriba al puerto una hora más tarde en el 'Nuevo Porvenir' y viene a confirmar lo que dice su compañero de trabajo. "Nos estamos recuperando lentamente de aquellos días tan malos del final del pasado año". Cree que son demasiados los que opinan de la situación, sin haber pisado la playa o navegado junto a ellos. "Han sido muchos los que me han insinuado que la pesca debe llegar con mala calidad, pero solo hay que verla. El Mar Menor no está muerto, ni mucho menos. Es verdad que necesitará su tiempo para recuperarse, que no está como hace tres años, pero la calidad de las capturas es excelente".
Los arrieros, que compran y transportan las piezas del día, se arremolinan tras las cajas de nuevas capturas llegadas, pesadas y listas para salir a la venta. "Ha costado trabajo volver a colocar este pescado", dice uno de ellos. "Estuvimos cerca de tres semanas durante las que apenas -el producto- tenía precio y nos costó remontar. Ahora, la mayoría de lo capturado se marcha ahora para la exportación, principalmente Francia, Marruecos e Italia. Estos días, el precio de la dorada se sitúa entre los 13 y 14 euros el kilogramo, a lo que hay que añadir un 20% más entre impuestos y la comisión de la Cofradía.
La de San Pedro es única en el gremio en el Mar Menor. Ahí se reúnen 60 barcos de artes menores, 2 de cerco y 1 de arrastre, pertenecientes a diferentes poblaciones, desde Cabo de Palos hasta San Pedro. El dinero empieza de nuevo a fluir y eso se nota en la cara de todos los que trabajan aquí; saben que hubo tiempos mucho peores y aunque no lo olvidan, prefieren empezar a pensar que hay una salida para estas 162 familias que viven de los frutos del mar.
Verónica García se convertía en diciembre en la segunda patrona mayor. Es la primera vez que una mujer ocupa este cargo y además le tocó lidiar con una etapa peliaguda en el negocio. "Han pretendido tirar por tierra al Mar Menor y, por tanto, a nuestro trabajo", reivindica. "Este pescado tiene calidad y, como podéis ver, hay mucha cantidad. Entiendo que haya gente que sea aún reacia, pero solo tiene que venir y observarlo con sus propios ojos. Tenemos controles sanitarios más minuciosos y estos demuestran lo bueno de todo lo que sale del mar" explica García.
Natural de Los Nietos, lleva en el mar durante los cuatro últimos años. Ha decidido apoyar al nuevo equipo de trabajo que lidera José Blaya, patrón mayor, justo en el peor momento de la cofradía. "La gente estaba cabreada, sin cobrar y desunida. Nos tocó hacer frente a una enorme deuda y sabíamos que, sin el trabajo de los pescadores, esto tenía pinta de acabar cerrándose".
Sale a faenar con su pareja, José Antonio Tapia, cada día, al igual que otras cuatro mujeres más, una imagen muy poco habitual en un mundo eminentemente masculino. "En la mar no somos mujeres, somo marineros", añade Verónica, a la que todo este proceso de ocupar un cargo directivo le ha servido para reivindicar el papel femenino en la pesca. "Me he sentido muy apoyada. Además, fueron ellos los que me eligieron para que estuviera aquí representándolos", subraya.
Con la campaña del langostino encima y la incertidumbre de qué harán con un producto que tiene su venta principalmente en bares y restaurantes, la vida de la Cofradía de San Pedro del Pinatar continúa su ritmo. Lejos queda ya aquella tormentosa situación que los puso en un brete y cerca de echar la persiana para siempre.
Ahora son otros los inconvenientes que están en la mente de los trabajadores, como el furtivismo, un problema endémico que nadie sabe o quiere atajar y que sigue provocando acaloradas discusiones entre los pescadores mientras descargan el género del día.
El Mar Menor se levanta cada mañana manifestando su inquebrantable deseo por sobrevivir, de reivindicar su capacidad para resistir ante todo y contra todo y de pelear por la vida que lo rodea dentro y fuera del agua. Que nadie lo dé por muerto; eso es lo que piden sin cesar los que coexisten con él, aquéllos que lo sufren y lo saborean jornada tras jornada.