MURCIA. "Perdone usted si me cuesta sintetizar, pero es que me apasiona tanto la música que cuando hablo sobre ella me desparramo un poco, como digo yo", confiesa con humor el compositor murciano y maestro de músicos Manuel Moreno-Buendía (Murcia, 1932) al otro lado del teléfono. Este Premio Nacional de la Música en 1958, que se trasladó con su familia a Madrid a la edad de diez años, está a punto de cumplir los noventa con el mismo amor por la música que se despertó en él cuando era un crío y que hizo que con solo siete años dijese: "Yo lo que quiero es ser músico". ¡Y vaya si lo ha sido! En Murcia, su ciudad, le han preparado el mejor regalo de cumpleaños que podría recibir: este domingo se le dedicará un concierto homenaje con el que se abrirá el ciclo los 'Domingos musicales' del Auditorio Víctor Villegas; y el próximo 1 de abril, el mismo escenario acogerá el estreno absoluto de la que dice es "mi obra más ambiciosa", un Stabat Mater para gran orquesta, coro y solistas.
"El mejor regalo que puede tener un músico es que su obra sea expuesta", asegura el maestro Moreno-Buendía, quien cumplirá años el 25 de marzo y quien tendrá la ocasión de volver a su ciudad natal para un estreno que le hace una especial ilusión. Por tratarse de una obra sobre el mayor texto dramático de la humanidad, que es el de una madre que pierde a un hijo, apunta. "Voy como sea al estreno", asegura el compositor, quien dice encontrarse bien de salud y a quien se le alegra la voz hablando de los michirones o el pastel de carne: "Me chiflan". Y es que el músico siempre ha tenido muy presente sus vínculos con Murcia y sus tradiciones. De hecho, cuenta que durante sus últimos treinta años, la que considera su etapa más fecunda, todos sus estrenos han estado relacionados con Murcia, empezando por el Concierto del buen amor, obra encargada por la Región de Murcia para la Expo de Sevilla de 1992 y estrenada por Narciso Yepes.
Recuerda el amable maestro que el gusanillo por la música le entró de escuchar junto a su hermano, "un melómano extremista", una de aquellas radios enorme que había por entonces en las casas. "Había una hora de música sinfónica. Empecé a escucharla y aquello me gustaba. Me volví tan chiflado de la música como mi hermano". Cuenta, además, que "después lo tuve fácil, porque una tía mía era profesora de piano". Lo demás ya es historia de la música española del último siglo.
"He procurado estar con la evolución de la vida y la música. He tenido una autolimitación, que ha sido no traspasar el entendimiento de la música. Siempre he compuesto una música -mejor o peor, eso ya lo dirán otros- que fuera entendible, que se pudiera comprender y seguir, teniendo en cuenta la fisiología del oído. El tiempo es siempre el gran juez", afirma Manuel Moreno-Buendía, entre cuyas muchas aportaciones destaca las realizadas en el marco de la zarzuela -tanto en la realización y producción de espectáculos, como en la revisión de antiguos títulos y en la dirección de numerosas representaciones, destacando su obra Fuenteovejuna-; un género que lamenta "está en trance de languidecer".
Se trata, defiende el maestro, del "género lírico nacional, el que nos representa" y que, además, es "totalmente exportable", asegura recordando las ovaciones que recibían con la Antología de la Zarzuela en países tan lejanos en la distancia y culturalmente como Japón o China. "Los 'bravos' que allí se escuchaban podrían haberse oído en cualquier ciudad española como Murcia". Y es que, añade, "cuando la música tiene fuerza y despierta pasiones en el ser humano, es igual en todas partes".
Explica Moreno Buendía que sus noventa años de vida se podrían dividir en tres tercios de treinta años cada uno. En la primera de estas etapas señala como un punto de inflexión el Premio Nacional por Suite concertante para arpa y orquesta. El segundo periodo estuvo dedicado a la lírica, con la zarzuela Fuenteovejuna a la cabeza, siendo el suyo el último estreno en el Teatro de la Zarzuela; mientras que durante los últimos treinta años ha vuelto a la música sinfónica, sobresaliendo la suite Celtiberia.
Ahora estas alturas y con todos los reconocimiento recibidos, el maestro dice que no cree que vuelva a componer nada de la envergadura del Stabat Mater que estrenará en Murcia. "No quiero hacer nada que pueda rebajar el nivel", apunta. Aunque sin música no podría vivir; pero no solo él. "Imaginen un mundo en el que solo se escucharan ruidos, motores... Sería un mundo opaco". Porque para el maestro la música es una medicina para el alma, "nos evade de todo aquello que nos pueda pasar; no hace olvidar, porque eso es imposible, pero lo hace todo más liviano".
Pero qué pasa si a Manuel Moreno Buendía un nieto le pide que escuche música de Rosalía, por poner un ejemplo. El maestro dice con elegancia que se mostraría comprensivo. Una postura que cree que se debe adoptar ante la juventud, que aún no ha vivido la vida en su plenitud. También lo es con los distintos géneros, que "puede que a mí no me gusten, pero los respeto". Es más, considera que esta música moderna "es útil y necesaria". Y es que a este caballero, de educación y amabilidad exquisita, no lo gusta ponerle apellidos a la música: "O es buena o es mala".
Dos son los conciertos con los que la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (OSRM) rendirá tributo al maestro Moreno Buendía. Este viernes será bajo la batuta del concertino-director Miguel Borrego para interpretará las piezas del compositor murciano Salzillesca y Don Quijote Centenario, además de La música nocturna de las calles de Madrid, de Luigi Boccherini. El concierto comenzará a las 12 horas en la Sala Miguel Ángel Clares.
Por otro lado, el próximo 1 de abril, la OSRM, la Coral de Bilbao, la mezzosoprano María José Montiel, el barítono Javier Franco, dirigidos por Manuel Hernández Silva, llevarán a cabo el estreno absoluto de su obra más ambiciosa, un Stabat Mater para gran orquesta, coro y solistas.
Manuel Moreno-Buendía es ya un compositor de obligada referencia en la historia de la música española. Siendo joven, su familia se trasladará a Madrid, donde estudiará en el Real Conservatorio de la ciudad y tendrá como maestro de composición a Conrado del Campo. En 1957 pertenece al denominado Grupo Nueva Música, un grupo cuyo fin sería poner al día la música clásica española y al que pertenecen autores como Luis de Pablo, Antón García Abril o Cristóbal Halffter.
Entre 1970 y 1981 Moreno-Buendía ejerció de director musical del Teatro de la Zarzuela y desde 1980 trabajó en su cátedra de Armonía en el Conservatorio Superior de Madrid. Aunque en los 60 compuso piezas como Carolina cuando el género ya empezaba a languidecer, sería en la década siguiente cuando realizó una serie de zarzuelas renovadas (contenían elementos del musical, danza, los cantantes solo tenían un rol lírico), con La isla de los sueños imposibles (1971), Los vagabundos (1977) basándose en un texto de Máximo Gorki, y Fuenteovejuna. (1981).
Escribir libretos de música para escena, destacando el ballet Eterna Castilla para Antonio El Bailarín, que estrenó en 1964 en el Teatro Scala de Milán. También compuso música incidental para diversas obras como Ligazón (1969) o Antonio y Cleopatra. En el campo sinfónico, destaca la Suite concertanta para arpa y orquesta (1958) que le valió el Premio Nacional de Música y el Concierto del buen amor (1992) para guitarra y orquesta, obra encargo de la Región de Murcia para ser estrenada por Narciso Yepes en la Expo Universal de Sevilla.
Moreno-Buendía compuso también sendos conciertos para violín y para flauta respectivamente y la suite sinfónica Celtiberia, a partir del ballet Eterna Castilla, y que reelaboraría para una nueva versión dancística por encargo del entonces director del Ballet Nacional de España, Antonio Najarro.
Entre los hitos de su carrera cabe destacar que fue el último compositor en estrenar una zarzuela en el Teatro de la Zarzuela; fue con Fuenteovejuna en 1981, por lo que muchos musicólogos eligen esa fecha como el cierre de la creación de este género lírico escénico.