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'Arquitectura de sal' de Paloma de Andrés Ródenas 

Un sueño arquitectónico para las Salinas de Marchamalo: así es su proyecto de restauración

Imágenes del Trabajo de Final de Carrera de Paloma de Andrés Ródenas, de la UPCT y de ANSE

1/05/2023 - 

CARTAGENA. Cuando la arquitecta Paloma de Andrés Ródenas decidió en 2018 realizar su proyecto de fin de carrera en la UPCT sobre la recuperación de las Salinas de Marchamalo (situadas entre Cabo de Palos y La Manga) no se podía imaginar que poco después sería ella quien dirigiese la restauración de las balsas y las naves adquiridas por la asociación ecologista ANSE. Y es que lo que ella soñó para este espacio natural y cultural -con el que tiene "una relación especial por mis vínculos con Cabo de Palos"- era muy parecido a lo que la asociación ecologista quería llevar a cabo.

Lo que Paloma de Andrés proponía en su trabajo académico -Arquitectura de la sal- era recuperar la actividad salinera de Marchamalo impulsando el ecoturismo. "La idea del proyecto de ANSE es la misma que la mía; reiniciar la actividad salinera de forma artesanal, impulsando los beneficios para el ecosistema más allá de los ingresos económicos de la sal como producto -que por superficie serán muy pocos-, favoreciendo así la recuperación de la biodiversidad y un turismo cultural y sostenible", ha explicado la joven arquitecta.

Esto conllevará la restauración de dos naves situadas en la zona oriental de las Salinas de Marchamalo. Una de ellas acogerá un centro de interpretación y en la otra habrá espacios de trabajo vinculados a las salinas y el Mar Menor, investigación y oficinas. Las obras, que ya cuentan con licencia urbanística del Ayuntamiento de Cartagena, se han iniciado en la nave de servicios. Asimismo, la arquitecta está trabajando junto a ingenieros ambientales e ingenieros de Minas para la recuperación y puesta en funcionamiento de las balsas de las salinas -aunque se han tenido que parar por ser época de nidificación-, en las que también se quiere habilitar una zona para baños de lodos como existe en otros espacios del Mar Menor. De esta forma, el espacio se convertirá en una zona de ecoturismo que generará un pequeña rentabilidad con la sal y cuyo mantenimiento contribuirá a salvar el propio ecosistema salinero.

"Este verano se podrá recoger la primera sal, aunque no será mucha; más bien una recogida simbólica". Y es que todo va despacio, señala Paloma de Andrés, quien apunta las dificultades que ha tenido el proyecto para arrancar por las muchas administraciones involucradas (Costas, Medio Natural, Cultura, Minas y Ayuntamiento). Esta primera intervención cuenta con un presupuesto de 100.000 euros y está enmarcada en el proyecto de ANSE de Regeneración de salinas y arenales en el Mar Menor (Resalar), que cuenta con 1,7 millones de fondos europeos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia facilitados por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica.

Testimonios orales y un archivo fotográfico que "es oro"

La investigación previa llevada a cabo por esta arquitecta de corazón cabopalero -"estoy mucho por la zona, sobre todo en invierno"- ha sido muy meticulosa, ya que para recuperar y adaptar a las necesidades actuales estas infraestructuras en desuso y abandonadas desde los año 90 (aunque hubo alguna labor posterior mínima de mantenimiento por cuestiones medioambientales) ha precisado que contactase con biologos y que se adentrase en la historia a través, principalmente, de los testimonios orales de personas que trabajaron en estas salinas. Plantándose en el bar Los Triolas o charlando con gente del pueblo a ver qué le podían contar, la arquitecta pudo constatar el interés social que despertaban las Salinas de Marchamalo. "Todo el mundo se volcó en ayudarme", asegura Paloma de Andrés, quien posteriormente expuso su trabajo a los vecinos de Cabo de Palos invitada por la Asociación para la Protección de Cabo de Palos, Procabo.

Destaca especialmente la colaboración de Marisol Celdrán, hija de uno de los últimos propietarios quien, a pesar de su avanzada edad, viajó desde Madrid con una maleta en la que llevaba  un álbum de fotografías que guardaba su padre. "Son oro", asegura la arquitecta, ya que representan un testimonio histórico y artístico de gran valor sobre las labores salineras. Es por ello, que están evaluando poder exponerlas de alguna manera. "No se pueden quedar guardadas".

Arquitectura de la sal

Básicamente, el proyecto 'Arquitectura de la sal' de Paloma de Andrés planteaba un programa de recuperación de la actividad salinera con métodos artesanales, para obtener un producto culinario de alta calidad, compatibles con la conservación ecológica y paisajística. La propuesta incluía devolver al mar la bahía de El Vivero, la recuperación de flora autóctona, miradores para observar las aves y el aprovechamiento de los edificios en desuso. "La actividad y producción salinera tiene un gran potencial turístico, por sus valores naturales y patrimoniales, pero también sociales, pues crea identidad y sentido de pertenencia", argumentaba la arquitecta en su proyecto, que contemplaba que la actividad ecoturística centraría la nueva alternativa de las salinas de Marchamalo, con visitas guiadas, zona de exposiciones y extracción de lodos para usos estéticos y terapéuticos. De Andrés también proponía volver a utilizar el molino de viento, declarado Bien de Interés Cultural, para aprovechar la energía eólica.

Asimismo, y tal y como informaba la UPCT en su momento, el color blanco -para emular las montañas de sal que formaban parte del paisaje- primaría en la nueva arquitectura junto a la recuperación de los antiguos edificios. Todo ello se realizaría con materiales respetuosos con el entorno como la arcilla, la piedra y la madera.

Las salinas de Marchamalo fueron construidas en el siglo XVIII, habiendo sido edificadas varias parcelas que alojaron charcas de desecación. Cuentan con servicios mínimos de mantenimiento para la conservación del hábitat de aves como el flamenco y peces como el endémico fartet.

     

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