Hemos pasado unas semanas con muy mal tiempo. Mucha humedad, mucha lluvia, días fríos y desapacibles. Y ya se sabe; en ese tipo de ambientes, menudean los virus: catarros, constipados, faringitis... Y también la gripe, que ha vuelto tras dos años de ostracismo. Seguro que la mayoría de ustedes tiene gente en su entorno que últimamente ha cogido virus de toda clase y condición. No es para menos, con el ambiente en el que hemos vivido. Pero lo interesante es que a menudo son virus sin nombre, o "un catarro". A veces, claro, es covid. Continúa siendo covid. De hecho, muchas veces es lo que está detrás de tanto catarro como estamos padeciendo. Pero otras, los test de antígenos dan negativo, así que debe ser otra cosa. O eso, o que la variante "sigilosa" de Ómicron está actuando en algunos de estos casos, que quizás se trate de eso.
Tras dos años de pandemia, en los que todo lo relacionado con el coronavirus ocupaba el centro de nuestra atención, ahora hemos pasado a tener una exposición informativa al covid de baja intensidad: se dan las cifras, pero tampoco mucho. Se relajan las medidas preventivas y también el grado de aislamiento de los contagiados. Se asume, en definitiva, que ahora sí que vamos a "convivir" con el virus.
Después de dos años como los que hemos vivido, el cansancio es palpable, en todos los órdenes. Evidentemente, la virulencia del virus, mediada por las vacunas, por los contagios previos, y por las mejoras en el tratamiento y la prevención, es mucho menor que en 2020. Así que no sólo es cansancio, sino cuestión de proporcionalidad: que la respuesta al virus, a todos los niveles, derive de la gravedad del mismo.
Por supuesto, el virus no se ha ido, pero da la sensación de que ya importa menos que antes. Las prioridades informativas están volcadas hacia otros asuntos: la guerra de Ucrania, la inflación, la crisis económica que se nos viene encima. La pandemia es como un molesto telón de fondo que todo el mundo tiende a asumir que ya está de bajada y pronto desaparecerá. Y lo hará, muy probablemente, pero no porque el virus desaparezca, sino porque lo integremos definitivamente en nuestras vidas, "convivamos" con él. Ya está pasando: los contagios por covid se producen en silencio o con poco interés de los medios de comunicación, y además hay contagios por no se sabe muy bien qué virus, que tal vez sean covid o tal vez no, que se quedan debajo del radar. Incluso los muertos, que sigue habiéndolos y no en número insignificante, pasan desapercibidos.
Tampoco se sigue con mucho interés el clarísimo repunte que estamos viviendo en la ciudad de Valencia y otros municipios de la provincia en los que coincide que se han celebrado las fiestas falleras, multiplicándose los casos por cuatro o incluso más en cuestión de una semana. Por algún motivo, las grandes aglomeraciones de gente, a menudo bajo techo, y con diversos grados de ebriedad, también propician la difusión del coronavirus. Sobre todo, si se combinan con el mal tiempo que hemos vivido.
Habrá que ver cómo evoluciona esta nueva ola fallera, pero no se preocupen: no es previsible que los medios nos aterren con titulares con contagios e ingresos hospitalarios, que ahora lo que viste es Ucrania-inflación-gasóleo-electricidad-gas, con distintos grados de énfasis en cada uno de estos factores (en cambio, "Marruecos" es un tema del que tampoco se habla mucho: sabemos que hemos cambiado nuestra postura sobre el Sahara a cambio de una sonrisa, de una palmadita en la espalda, de nada, y eso está bien, dice el Gobierno).
De lo que sí hablan los medios, con indisimulada satisfacción, es de la explosión de contagios en China (entiéndase por "explosión" un porcentaje de contagiados mucho menor que el que tenemos aquí ahora mismo, con una incidencia a 14 días de 17, por 446 en el caso de España). Los chinos apostaron por la estrategia de "cero Covid" y, durante dos años, lograron erradicar el virus del país. Un resultado muy meritorio, sobre todo teniendo en cuenta la dimensión de China y su situación geográfica (China, a diferencia de otros países que apostaron por el "cero Covid", como Australia o Nueva Zelanda, no es una isla). La llegada de Ómicron está invalidando la estrategia, porque es una variante muchísimo más contagiosa que la original, y además más silenciosa. Así que los contagios están repuntando, y seguirán haciéndolo, muy probablemente, a pesar de los confinamientos masivos y demás medidas draconianas que están adoptando los chinos para intentar controlar el virus.
Como representantes de la estrategia de "convivir" con el virus, es fácil leer o escuchar declaraciones en las que se dice, con suficiencia, que la estrategia "cero Covid" se está revelando como un fracaso total. ¡Qué pringaos los chinos, que pretendían huir del virus, mientras nosotros ya nos hemos acostumbrado a convivir con él!
Por poner un poco las cosas en perspectiva, en China han muerto a día de hoy un promedio de 8,73 personas por millón de habitantes (12.344 en total). En España, la cifra es de 2.161,97 fallecidos por millón de habitantes, para un total de 102.319. Es decir, en España ha muerto de covid un porcentaje de población 247 veces mayor que en China. Puede que el "cero Covid" fuera inviable a largo plazo, pero en el corto plazo permitió salvar la vida de millones de personas en China, que habrían muerto "conviviendo" con el virus. Y aunque ahora se acabe propagando la enfermedad por todo el país, de resultas de lo cual fallecerán muchas personas, es improbable que el porcentaje de muertes se acerque siquiera a los números que tenemos en España y en los demás países occidentales, por la sencilla razón de que la enfermedad, como decíamos al principio, es mucho más benigna que en 2020, por efecto de las vacunas, de mejores tratamientos, más prevención y también la inmunización natural, que es el único factor con el que apenas cuentan los chinos... porque apenas se han contagiado hasta ahora.